Hablar de menores así sin más, es algo rutinario que se suele hacer desde los medios. La tribuna que supone cualquier diario en red, permite dar a conocer hechos y sucesos que de otra manera cuesta encontrar como tema de actualidad en otros lugares. Se habla de menores sabiendo que de primeras lo que puede provocarse es escándalo. Aunque con el paso del tiempo, como ya contaba Susan Sontag en su obra «Ante el dolor de los demás», nos sentimos casi inmunes a cualquier hecho escandaloso o fuera de lo normal. Estamos saturados de tanta información negativa que una más pasa a ser una de tantas.
Y precisamente esto es lo que quizás haya ocurrido con la noticia de la puesta en libertad de 18 de los 41 detenidos en enero por la llamada «Operación Sana». Uno de ellos era un famoso Youtuber conocido por sus temas de rap, por considerar que no existe riesgo de huida o de destrucción de pruebas. La parte positiva que podemos encontrar a esto es que, pese a que puede que el relato de las niñas haya sido considerado débil, el poso de maldad y dolor ya se les va a quedar dentro para siempre. Así que no hay mayor prueba que su trauma (véase aquí la ironía).
En su día causó estupor que la trama se dedicara a ofrecer drogas a menores de entre 13 y 14 años para después prostituirlas. Los hechos estuvieron sucediendo de continuo en varios municipios del Sur de Madrid. Y se dio a conocer incluso que una menor había permanecido encerrada en un narcopiso durante varios días. Allí solo recibía cocaína en base y agua. Este último hecho se está investigando en un juzgado aparte por su gravedad.
Archivada la investigación contra los detenidos por «el relato débil» de las menores
De las menores afectadas cinco estaban tuteladas en centros de la región. Hoy siete meses después de que al parecer se destapase la trama, se difunde que la jueza que llevaba el caso ha archivado la investigación contra estos 18 detenidos. ¿La razón? Tal y como recogen algunos medios “el débil relato de las chicas, según apuntan algunas defensas y las incongruencias en su relato. Esto propició que en el mes de mayo se pusiera en libertad a los presuntos cabecillas de la trama”.
No es la primera vez que una víctima declara con miedo. Tampoco es la primera vez que lo que se dijo en un juicio, alguna se desdiga, pese a que previamente le comunicaran que está bajo juramento. La inquietud es una sensación inestable. Y el miedo un sentimiento que hace que uno no sea como ha de ser en una situación normal. A todo esto se le ha de sumar 100 o 200 grados de inquietud. La inquietud unida al miedo y hablando de menores, cuyo raciocinio no está formado al 100%, puede provocar este tipo de situaciones. Por tanto que el relato de un menor se considere débil y por ello se decida archivar una causa en la que se juzgaba a varios adultos por prostituir y drogar a menores de edad, pone los pelos de punta.
Una de las menores ha llegado a afirmar que estaba totalmente drogada cuando ejercía la prostitución. Afirmaba que mantenía relaciones sexuales a cambio de droga. E incluso algunas de las menores afirmaron haberse prostituido de forma forzada. Otras dijeron que de manera voluntaria. Todas son menores de edad, algunas incluso tuteladas. Y solo por este simple hecho merecerían una protección especial porque no han llegado a la edad adulta. Estas declaraciones débiles han facilitado la puesta en libertad de 18 individuos que se lucraron a base de prostituir y drogar a chiquillas de 13 años.
Éstas como tantas otras menores envueltas en burdas tramas de prostitución, quedarán en el olvido porque sus casos ya no serán noticia de actualidad. O por lo menos prácticamente ningún medio les dedicará más de dos líneas para contar y recontar su caso. Ocurrió con las menores de Baleares, con las de Canarias y con las del País Vasco. Tan solo merecieron lo efímero de su titular en los medios digitales que un día contaron su caso.
A día de hoy nada se sabe de ellas porque sus casos han dejado de investigarse o porque un juez ha decidido guardar la carpeta que contaba su historia y la ha archivado. De hecho mientras haya silencio, no hay escándalo. Y tampoco necesidad alguna de volver a fijar la vista en nuestros menores, de las que están tuteladas y las que no. Habría que garantizarles esa seguridad que a día de hoy no tienen.