EL NEGOCIO DE LA BELLEZA VS LAS NIÑAS

Las mujeres vivimos en una constante paradoja que además es extensible a la propia condición humana: tenemos prisa por crecer. Sobre todo las niñas y adolescentes tienen prisa por crecer, por hacerse «mayores». Cuando llegamos a la edad adulta, nos damos cuenta de que ni era tan divertido ni merecía tanto la pena correr. Y empezamos a añorar los años que dejamos en nuestra más tierna infancia donde todo se veía por primera vez, todo se descubría con los ojos muy abiertos y nada se valoraba con tantas ganas. 

El tiempo pasa y ese deseo irrefrenable por querer correr y crecer muy rápido se ve plasmado en el creciente número de perfiles adolescentes en redes sociales. Adolescentes que burlan el primer escollo a la hora de abrir perfil en cualquier red, alegando tener más edad de la que en realidad tienen. En España y según la Ley de Protección de Datos de Carácter Personal, se establece que la edad mínima sea de 14 años. Aunque con consentimiento paterno expreso, los adolescentes pueden tener una cuenta propia desde los 13 años.

Redes aparte, todo lo que conlleva vivir en el primer mundo, también acelera ese paso a la vida adulta de los niños. Se ve en la moda y hasta en la estética, donde ya los centros dedicados al cuidado facial, de cabello y uñas, han visto un nuevo filón en las niñas. Se les ofrece, junto a sus madres o acompañantes, planes de belleza como si realmente les fuera necesario embellecerse más con cosméticos y colores imposibles. 

Un artículo recientemente publicado en el diario El País, mostraba cómo las niñas se han convertido en la diana para muchos negocios de estética. Se quieren ganar a sus madres pero incluyen en su oferta de manicuras, pedicuras y tratamientos faciales, también a las niñas. Rige en todos ellos el culto a la imagen y lo llevan hasta la más tierna infancia, a la que consideran un cliente potencial. 

El sector se va especializando cada vez más en estas pequeñas clientas. Y grandes ciudades como Madrid o Barcelona poseen una amplia oferta de salones de belleza para niñas. Todos ellos se definen como centros de ocio infantil para niños y niñas de entre 3 y 12 años. Y cabe preguntarse entonces si es que el grueso de la población lo está haciendo mal y le chirría la idea de que el ocio para los infantes sea pintarse las uñas o hidratarse el rostro. 

La tendencia no es nueva. Ya en 2009 se dieron a conocer algunos centros de belleza que decían ser exclusivos para niñas. La empresa norteamericana Kid’s Beauty se instalaba en Milán y quería comerse el mercado de la belleza para niñas. Se vendía como centro exclusivo para menores de 14 años y ofrecía servicios de pedicura, manicura, maquillaje, masajes y hasta tatuajes o extensiones de cabello. No era oferta adicional, sino la básica. En su carta ofrecían tratamientos de estética para niñas, como si esto fuera absolutamente normal. ¿Surgían en base a una demanda o la pretendían crear? 

Doce años después la pregunta sigue flotando en el ambiente. Sobre todo a tenor de la aparición de estos centros de estética en las grandes ciudades que incluyen a las niñas como posibles clientas. El hecho parece que no se normaliza del todo porque quizá no debe normalizarse. 

Los expertos advierten del peligro que supone la cosificación del cuerpo y la veneración a lo meramente estético. Sobre todo cuando se habla de niñas de corta edad que están saliendo incluso de su preadolescencia, que quieren entrar a trompicones en una “adultez” que no les corresponde. ¿Qué es entonces lo correcto? Simplemente dejar a los niños ser niños. ¿Hasta cuándo? Hasta que realmente dejen de serlo y no estén perdiendo unos años que posteriormente van a echar de menos. 


La moda hace que las niñas dejen de ser niñas…

Y es que vivimos en un mundo preocupado por lo estético, por la belleza superficial. La que desgraciadamente desaparece con los años o cambia a medida que pasa el tiempo. El problema es que no queremos que pase el tiempo y si acaba pasando, no queremos que este tenga efectos sobre el cuerpo.

Desde las series de televisión, hasta canales específicos en YouTube, pasando por los catálogos de moda infantil, en todos se encuentran atisbos de que quizá, no se valora la infancia y ya desde la propia moda, se quiere y se espera que los niños jueguen a ser adultos. Pero no por imitación de roles, sino por asunción de estéticas y ocupaciones que nada tienen que ver con la infancia. 

Decir «cool», «fashion» o «top», ya no es hacer un guiño a lo anglosajón o a lo moderno. Muchos niños asumen este tipo de expresiones con una normalidad pasmosa. Mientras consumen una televisión que no les corresponde o un excesivo tiempo de pantallas con contenidos que nada tienen que ver con lo didáctico. Porque no lo olvidemos: ser niño es estar en un estadio propicio para el aprendizaje. La infancia es aprender. Es caminar sin tener experiencia y vivir y sentir todo lo que luego de mayores se convierte en recuerdos. 


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