EL FEMINISMO QUE NECESITA EL MUNDO

Dice la RAE que el Feminismo parte del principio de igualdad de derechos de la mujer y el hombre. Digamos, pues, que es un movimiento que procura la igualdad entre ambos sexos, en todos los sentidos. Eso sí, guardando que, por naturaleza, existen “per se” diferencias entre los dos. No hablamos ni de sexo débil ni de sexo fuerte. Tampoco de que mujeres y hombres deberían estar facultados para hacer lo que por naturaleza tienen unos y otros. O lo que unos y otros son capaces de hacer sino de que la sociedad en la que vivimos ni hombres ni mujeres deben estar relegados a un segundo plano. Y mucho menos, debe permitir que quien acaba quedándose en los escalafones superiores, machaque o se aproveche de su superioridad para borrar al que ha acabado quedándose por abajo. Hablar de feminismo debería ser sinónimo de hablar de respeto.

Feminismo es dotar de la importancia que merecen tanto hombres como mujeres. Es no tener que hablar ni de matriarcados ni de patriarcados. Se entiende que tanto unos como otros están facultados para ser parte del todo. Y, por tanto, ser feminista, no es llamar al resto del mundo machista. O considerar que si se afirma que las mujeres pueden con todo, se está menospreciando el papel que los hombres ejercen en la sociedad. Ser feminista no debería ser odiar al género masculino. Tampoco considerar que las mujeres son superheroínas y podrían llevar sobre su espalda el peso del mundo haciendo desaparecer al otro género. 

Hablar de que la madre naturaleza es mujer, decir que las mujeres son las que paren y por tanto son las dueñas del mundo en el que habitamos, considerar que sin los hombres podríamos construir un futuro más «hogar» que el que vamos a tener con ellos. Incluso afirmar que los hombres son accesorios útiles para el gran poder femenino que se merece este mundo, no es ser feminista. Querer liquidar a los hombres. Borrarlos del mapa o subestimarlos alegando que la falta de capacidades la suplen con altas dosis de testosterona, no es ser feminista. 

Ser feminista es ir más allá. Es, lo primero, no caer en radicalismos, sino pedir igualdad en derechos sociales. Una igualdad sin abusos ni aprovechamientos sino como ciudadanos de una sociedad que se merece ser igualitaria. Ser feminista es educar en la conciencia de que cocinar, educar a los hijos, cuidar a los mayores y dependientes, limpiar, estar pendiente de la salud familiar y muchas cosas más de nuestra cotidianidad, no es tarea exclusiva de las mujeres.

Que criticar que en un catálogo de juguetes haya niñas frente a muñecos bebé y cocinitas y niños cerca de herramientas de bricolaje, no es sacar nada de contexto, sino más bien es pedir que las tareas y los juegos que reproducen tareas, no se conviertan en prototipos encajonados. También está bien que un niño juegue con muñecas o que una niña prefiera de entre todas las páginas del catálogo, un balón de fútbol.

Ser feminista no es apoyar a ciegas un cartel publicitario porque el mensaje lo vale, como tampoco se es menos feminista si se critica que quizá lo que se haya pagado con él es alarmantemente exagerado. No se es más feminista por ir a una manifestación en marzo. Como tampoco se es más feminista por el mero hecho de ser mujer. Porque los hombres tienen también, o deberían tener, mucho que decir en todo esto. 


El verdadero Feminismo: una sociedad igualitaria

Feminismo es educación en valores. Unos valores que han de basarse en la igualdad. No hay nada más. Ser feminista es pedir que las niñas de hoy no tengan que sufrir dentro de unos años el darse golpes contra los llamados «techos de cristal» porque por su condición de mujeres, no pueden llegar más allá en su carrera profesional. Que las niñas por ser niñas tengan las mismas oportunidades para estudiar que los niños por ser niños. Ser feminista es procurar que nadie tenga que hablar de que “Pepito me ayuda en casa, pero la carga es mía en realidad”. Esta creencia debería ya estar más que trabajada. Todos deberíamos de asumir los mismos roles para el cuidado del hogar. 

No estaría  de más, que dejemos de pensar que “los hombres no son capaces de hacer dos cosas al mismo tiempo”. Estudios de neurociencia ya alertan de que las personas que hacen dos cosas a la vez, sean mujeres u hombres, no consiguen hacerlas igual de bien al 100%. Dejemos de mirar con lupa, siendo mujeres, lo que hacen otras mujeres solo por criticar o para afirmar que una lo haría mejor. Esto no es ser solidario.

No estaría mal  tampoco que retirásemos de nuestro lenguaje los llamados «micromachismos». El «eres un chicazo”, “estás irritada, seguro que estás en esos días”, “¿por qué lo dices? ¿porque soy mujer?”. Estos nos convierten en personas llenas de prejuicios. Y hablemos de que más allá de los machistas o las feministas, existen sexismos que solo pueden mermarse y llegar a desaparecer únicamente a base de educación. Ser feminista es labrar el hoy para que las nuevas generaciones no tengan que estar luchando para que se les reconozca una igualdad con la que ya de por sí, deberían poder contar. 

Ser feminista es trabajar para que esto no siga pasando. Pidamos mayor equiparación, mayor igualdad en lo laboral pero también en lo cotidiano. Exijamos que no haya ni más mujeres que hombres ni más hombres que mujeres en las fotos oficiales. Si existe equilibrio, probablemente exista también equivalencias. Si el número de hombres excede el de mujeres, tenemos un problema. Pero si el número de mujeres excede el de hombres, también lo seguimos teniendo, porque los unos se rebelarán contra los otros en cualquier momento.

Decía Gregorio Marañón que “No son los dos sexos superiores o inferiores el uno al otro. Son, simplemente, distintos”. Y en la diferencia, está la riqueza. Sólo deberemos procurar que ni uno ni otro se considere mejor, porque ambos se necesitan para subsistir. Así que, si una mujer pide igualdad, reconocimiento, respeto, intentemos no llamarla radical o feminazi. Tratemos de entender que quizá se está sintiendo en una posición inferior y pide ver el mundo a la misma altura que los demás. Empatía para ser iguales y respeto para llegar a sentirse así. No se necesita más. Cuando comprendamos que ése debe ser el feminismo que necesita el mundo, quizá las cosas sí empiecen a cambiar de verdad. 


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