Me asomé con enorme interés al documental de Jordi Évole “Amén, Francisco responde”, en el que junta al Papa con diez jóvenes, todos hispanohablantes. Sólo una católica, de los “kikos” de Arguello. La decepción ha sido inmensa, porque la expectativa era grande. Desconozco cómo hizo Évole el casting de esos 10 chavales, pero el resultado me pareció lamentable.
Ya es difícil una entrevista a diez, pero por mucho nivel que tenga un entrevistado si quienes le preguntan no dan un mínimo es muy difícil. La reunión se celebró en una nave industrial a las afueras de Roma. El arranque dejó las cosas claras respecto al nivel de los entrevistadores. Se les veía a todos sentados. Unos en el suelo y otros en sillas. Cuando entra el Papa en la sala, ni uno solo se mueve. Nadie se levanta y el primero que abre la boca es para preguntarle al Papa ¿“te puedo tutear?”. Un mínimo de educación, muy mínimo, exigía que al entrar el Papa se hubieran levantado y se hubieran presentado. Incluso me parece que Évole debió indicarles cómo debían actuar.
Después el nivel de las preguntas era este: ¿tiene usted nómina? ¿Sabe usted que es una persona no binaria? ¿Tiene usted teléfono móvil? ¿Sabe lo que es Tinder? Destacar solo a dos de los 10. Un chaval negro, senegalés, me pareció inteligente, incluso brillante. No abrió la boca. No formuló una sola pregunta y por las caras de asombro que se observaba cuando entraba en plano pienso que era el primer asombrado por el nivel de sus colegas.
La otra excepción, Juan Cuatrecasas, un joven que denunció haber recibido abusos sexuales en el Colegio Gaztelueta de Vizcaya, del Opus Dei, con un profesor condenado por la Justicia, aunque la Iglesia cerró inicialmente el caso. Juan me pareció valiente explicándole su caso y mostrándole una carta que le había enviado él mismo al Papa y la respuesta que le envió en la que le decía que iba a ordenar reabrir el proceso eclesiástico.
Un casting donde Évole hace una mala selección de la juventud
Por momentos pensé, malvado yo, que Évole le había preparado una encerrona al Papa seleccionando a un personal que le preguntara naderías y le enfrentara a asuntos serios como el aborto, los abusos o la corrupción desde posiciones ideológicas pero sin peso intelectual para armar una conversación de un mínimo fuste. El Papa, lo digo desde la admiración que le profeso, lo cual subjetiviza lógicamente mis opiniones, toreó como pudo. No hurtó los asuntos que le escupían, pero no era un foro para poder brillar. Es un hombre inteligente y tiene sentido del humor. Y además sabe moverse bien en el fango. Una lástima que Évole no seleccionara a unos chavales que representen mejor a la juventud de este siglo.
O sea, que el documental me resultó un fiasco. No por el Papa Francisco, que toreó como pudo en rodeo ajeno, sino por quienes desaprovecharon la oportunidad de debatir en profundidad con un mínimo de conocimiento con un Papa como Francisco. Un papa que poco tiene que ver con lo que estábamos acostumbrados a ver y oír en las altas esferas eclesiales. Es un hombre bueno y sencillo que aceptó este documental. Aunque supongo que para el próximo se encargará de que esté más atinado quien busque a sus interlocutores.
Para quienes estén interesados en conocer a Francisco recomiendo leer su homilía del pasado Jueves Santo en la prisión de menores romana Casal del Marmo, donde ofició misa y después lavó los pies de los jóvenes. Estoy seguro de que tras esa misa y en esa prisión encontró el Papa interlocutores con los que poder construir una conversación de fuste y con fondo.
Me malicio que Évole pretendía dejar en mal lugar al Papa colocándole esos interlocutores para que quedara en mal lugar, pero si así fue le salió el tiro por la culata. A los convencidos el Papa les gustó seguro. A los anticlericales les parecería poco solvente. En cuanto a mí, creyente y admirador de Francisco, me quedó una sensación amarga por la ocasión perdida.
