Durante años se ha tendido a considerar determinados trastornos como problemas mentales. Estamos hablando de tics, desórdenes en la comunicación, hiperactividad, autismo… durante años se han metido en el saco de “las cosas de la cabeza” e incluso de la discapacidad. Aún sospechando que ni las enfermedades mentales ni este tipo de trastornos tienen mucho que ver entre ellos. A veces los diagnósticos no son acertados porque lo que se estudia queda muy lejos de lo que se trata en realidad. Afortunadamente la ciencia avanza y también la preocupación por ponerle nombre y ofrecer orientación a los cientos de miles de personas que padecen algún tipo de trastorno neurológico, sin tener que asociarlo a un “problema mental”.
El autismo es quizá el más conocido y desconocido a la vez pero no el único. Forma parte de lo que se conoce como TEA (Trastornos del Espectro Autista). Aglutina a un determinado número de trastornos que plantean cierta discapacidad del desarrollo de la persona. Puede derivar en problemas conductuales, comunicacionales, emocionales o relaciones sociales. Tal y como lo define la Confederación de Autismo en España, el TEA es “un trastorno de origen neurobiológico que afecta a la configuración del sistema nervioso y al funcionamiento cerebral. Da lugar a dificultades en dos áreas principalmente: la comunicación e interacción social y la flexibilidad del pensamiento y de la conducta”.
A medida que pasan los años se van descubriendo más detalles de este trastorno. Se sabe por ejemplo, que pude tener un fuerte componente genético en su origen aunque sigue sin conocerse las causas de su aparición. En España se estima que podría haber en torno a 450.000 personas con TEA. Se dice también que no hay dos personas con TEA que sean iguales. Es un trastorno que respeta la máxima de “somos únicos e irrepetibles”, por lo que se hace complicado establecer unas características concretas que conviertan el TEA en un patrón concreto sobre el que asentarse para su diagnóstico.
El comportamiento, la capacidad de aprendizaje, de relacionarse o de sentir, son algunos de los aspectos que se ven afectados por el TEA. No existe ninguna señal física que haga saber a nadie que una persona tiene este tipo de trastorno o no lo tiene. Y lo que es más importante: está presente a lo largo de toda la vida. Por tanto su afectación no solo se produce en la persona que lo padecerá toda su vida, sino también acabará salpicando a todo su entorno. Por ello es muy importante contar una sólida red de apoyo que pueda servir de guía a estas personas.
Autismo Vs Asperger
Según indican desde la Clínica Universitaria de Navarra, “los déficits en la interacción social son probablemente los signos más característicos y específicos de los niños con autismo”. Las personas que tienen autismo denotan rasgos característicos en la atención de niños, por ejemplo, que tienden a no buscar el contacto con los otros. Prefieren la soledad a estar acompañados. Tampoco responden a gestos y les cuesta en ocasiones, expresarse de manera oral. Además tienen movimientos de repetición estereotipados es decir, solo les “interesa una cosa de manera excesiva e inflexible” y suelen insistir de manera irracional “en el seguimiento de rutinas”.
Pero no todo acaba en el autismo. Existen dentro de los TEA muchos otros trastornos de los que se habla mucho pero se conoce poco, como el Asperger. Se explica desde la Confederación Asperger España que “es mucho más común que otros tipos de autismos pero sigue siendo una condición rara y pocas personas, incluyendo profesionales, saben sobre ella y mucho menos tienen experiencia contrastada”.
Además añaden que “en términos generales encuentran dificultad en hacer amigos, no entienden las pistas sutiles necesarias para esto. Utilizan un lenguaje de una manera levemente rara y toman a menudo significados literales de lo que leen u oyen. Son más felices con rutinas y un ambiente estructurado». La rutina suele ayudar mucho a las personas con este tipo de trastornos. Porque supone para ellos el camino a seguir: seguro, ya trazado y sólido a medida que van avanzando por él.
Un diagnóstico certero ayudará en gran medida no solo a estos pequeños sino también a sus familias para que su desarrollo sea correcto. Para que sean felices y convivan con ello de manera natural. Y como siempre decimos: leer, escuchar, empatizar y ponerse en la piel del otro, probablemente haría más sencillo el camino a todas estas personas de nuestro alrededor que padecen este tipo de trastornos. Solo nos hace falta observar más y criticar menos.