DIGNIDAD E INDIGNIDAD EN UN JUZGADO

El pasado martes tuve el honor de que una de las víctimas de Kote Cabezudo solicitara que fuera yo quien le acompañara en una declaración que debía prestar ante la jueza Ana Isabel Pérez Asenjo. Jueza titular del Juzgado de instrucción 4 de San Sebastián, en una causa por exhibición de las víctimas en directorios de pornografía. La ley autoriza a las víctimas de delitos sexuales a prestar declaración acompañadas de una persona de su confianza. La experiencia fue inolvidable.

No puedo relatar porque me lo prohíbe la Ley el contenido de la declaración. Pero no hay ley que me impida escribir mis sensaciones, que creo son de interés para la opinión pública, más aún en un caso de esta gravedad. De entrada, me llamó la atención que la jueza Pérez Asenjo, que fue apartada de la instrucción de la causa principal por no cumplir con su obligación investigadora, esté instruyendo una causa contra el mismo acusado con idénticas víctimas. No parece atinado ni sensato.

Tras una espera en un pasillo frío, una funcionaria llama a la víctima en voz alta por su nombre con ademanes rutinarios y la ordena entrar en la sala de declaraciones. Primero entra la víctima, a continuación quien esto escribe y por último el abogado defensor. Es una habitación pequeña. La jueza y el Letrado de la Administración de Justicia (LAJ) están ya sentados y no se dignan ni a levantarse cuando entra la declarante. Saludan con un seco buenos días. No hacen el más mínimo gesto empático.

Todo con la frialdad punzante de la rutina. Nada les habría costado levantarse y darle educadamente la mano a la joven. En ese instante ya sentí que esta chica debía pensar (al menos es lo que yo habría pensado), que la Justicia no solo no le ha prestado reparación en cinco años desde su denuncia, sino que además le somete al maltrato de tener que prestar declaración ante una jueza que no cumplió con su obligación de investigar en la causa principal contra el violador y tuvo que ser apartada del caso.


¿Justicia en un Juzgado? ¡Aquí mando yo!

La jueza Pérez-Asenjo y el LAJ se muestran fríos y distantes. Yo creía que en este tipo de casos, los funcionarios judiciales extremaban su cuidado por tratar que las víctimas se sientan confiadas y amparadas. Pero nada de eso se respira en esa sala. Incluso, su señoría ha acudido vestida con una indumentaria en mi opinión poco decorosa. No era un acto que requiriera del empleo de la toga con las puñetas, pero de ahí a tomar declaración con un pronunciado escote del que asoma una lencería de encaje negro hay una distancia.

Es evidente que cada uno viste como le place. Pero no me pareció nada acertado ni para un juzgado ni para la clase de víctima que tenía enfrente. Durante toda su declaración, la jueza y su LAJ mantienen un gesto adusto y distante. Su señoría incluso hace gala de su autoridad con una sobreactuación un tanto patética cuando le dice al defensor que no le admite una pregunta. Deja claro en voz alta con tono de exabrupto algo que era sabido por todos los que estábamos en esa pequeña sala: “Aquí mando yo”.

Uno supone que a las víctimas de delitos sexuales en el juzgado se les trata con un ánimo de ser atentos, agradables y empáticos. Y así generar un clima de confianza pero mi experiencia me ha hecho ver exactamente lo contrario. No quiero imaginar lo que sentiría la víctima. Obligada además a ver cómo esa jueza fría, distante y seca instruye esa causa después de haber tenido que ser apartada en la principal.

Pues eso, que salí de los Juzgados de San Sebastián admirando la dignidad de la víctima y alucinando con lo que me pareció una actuación indigna de una jueza y un Letrado de la Administración de Justicia que sabían perfectamente los horrores que había padecido esa joven que tenían delante. Me consta, además, que cuando el violador y abusador sexual Kote Cabezudo ha declarado ante esa misma jueza, la actitud ha sido muy diferente. Y es que cuando el agresor está del lado del poder, eso de la sororidad se desvanece.


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2 Comments

  1. says: Gaspar

    Has descrito la actitud y el ambiente en una escena donde la soledad de la denunciante nunca se debió ni se debe permitir.
    Tal vez clamemos en el desierto, pero son los hechos y las actitudes los que nos definen, y tus pinceladas marcan un esbozo de personajes que cuando todo termine deberás completar…
    Gracias.

  2. says: María José Pulido

    He leído y me imaginado el escenario y tienes toda la razón en tus apreciaciones de como se sentiría está víctima en estas circunstancias y mi máximo respeto para ella no quiero imaginar como debió sentirse y en cuanto a está jueza que piensa que está por encima y la actitud siendo mujer no puedo entender su falta de empatía y de vergüenza para tratar así a una víctima de ese ser abyecto que nosotras todas en algún momento de nuestra vida nos hemos encontrado con algún cerdo y no puedo ni pensar como se pudo sentir está pobre chica

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