La semana pasada acudí al Wizink Center de Madrid a que me suministraran mi tercera dosis de la vacuna contra el Covid. Una hora de espera, normal y perfectamente comprensible. Cuando llego a mi punto de vacunación, oso preguntar a un caballero sanitario qué vacuna me van a poner y le informo de que las dos primeras fueron Astrazeneca. De entrada, el personal que había a mi alrededor me mira mal, con cara de “qué preguntas, para qué pierdes el tiempo, aquí se viene a que te pinchen nomás”. La respuesta que recibo es clara y sencilla: “Moderna”.
Tratando de ser amable, repregunto: “¿Por qué me ponen una diferente? ¿Puede tener efectos secundarios negativos?”. Y me responden también a toda velocidad: “Esto es lo que hay, siéntese que le vamos a pinchar”. Como veo que hay casi más seguratas que sanitarios y que el personal no considera pertinente preguntar, para evitar que me llamen conflictivo y “monta pollos”, acepto la desinformación y me siento.
Observo atónito el entusiasmo borreguil de la peña haciéndose selfis y celebrando el pinchazo casi como un gol en el minuto 93. Eso sí al salir, en la planta baja, un segurata me interpela: “¿A dónde va?”. Atónito le respondo que a mi casa y me dice: “No, tiene usted que esperar aquí sentado diez minutos”. Le pregunto: «¿por qué” y me dice que “porque es así”. Pero me voy, asumo mi responsabilidad. Salgo a la calle y decido regresar a mi casa caminando, calculo media horita. Un buen paseo matutino. Me he comportado como un buen tragacionista casi hasta el final. Pensé: “espero que no me dé un infarto antes de llegar a casa”.
Es tan evidente que soy partidario de las vacunas que llevo tres inoculadas pero me parece intolerable el trato que se nos suministra. ¿Por qué no hay consentimiento informado? Creo que debiera ser obligatorio. Como cuando vas a operarte, que te hacen firmar -llevo ya varias intervenciones quirúrgicas importantes-, que consientes entrar en el quirófano sabiendo que puede ocurrir que no salgas.
Vacunas sí, pero más información y respeto para los no vacunados
Pero en Occidente, en el autodenominado primer mundo, que es el único mundo que dispone de vacunas, el presidente de Francia, cuna de la democracia, dice que: “A los no vacunados tengo ganas de putearles hasta el final”. En Italia es obligatoria la vacuna en los mayores de 50 años y en España un presidente autonómico, un tal Revilla que maneja Cantabria, dice que a la gente hay que vacunarla “por lo civil o por lo criminal, por las buenas o por las malas”. Y siguen sin explicarme cómo se vacuna por las malas, cómo se obliga. ¿Hay que pensar en los nazis? ¿Vamos a terminar marcando a los no vacunados para que sean reconocidos en la calle y quizá apalizados?
En un Estado de Derecho no cabe y menos aún en cuestiones médicas, un: “es lo que hay”. No hay que haber estudiado Derecho (yo lo hice hasta cuarto curso) para saber que la obediencia absoluta no cabe, que las normas y las leyes no son por sí mismas legitimadoras para ser obligada la obediencia. Estoy vacunado y no quiero que quienes han optado por no vacunarse sean señalados, marcados y perseguidos. No quiero vivir en un sistema totalitario en el que impere el “esto es lo que hay”. Supongo que es lo que les dirían los nazis a aquellos que imploraban no ser conducidos a la cámara de gas. “Lo siento, esto es lo que hay, camina judío de mierda”.
Me he informado por mi cuenta, he escuchado y leído a expertos, y claro que hay dudas, claro que hay efectos secundarios, como en todas las vacunas y en la mayoría de los medicamentos. Libremente he decidido vacunarme en la creencia de que es mayor el riesgo si no lo hago y pensando en que además tengo menos posibilidades de contagiar a alguien si me pilla el Covid. Pero aspiraba a que quien iba a vacunarme me diera una explicación atinada previa a la inoculación. Creo que además que no hacerlo viola el código deontológico de cualquier médico o sanitario.
No voy a hablar de Djokovic y Australia. Solo quiero insistir en que en un Estado de Derecho no cabe “esto es lo que hay”, y menos aún si hablamos de cuestiones médicas. Es inaceptable. Y me impresiona de veras como el personal se siente entusiasmado de obedecer a ciegas. Salí del vacunódromo (el nombrecito ya es repelente), con la sensación de que la inmensa mayoría de quienes me acompañaban si llega la cuarta, que llegará, si el Gobierno obliga a arrodillarse para que te pinchen lo harían sin pega.
Y repetirían el selfi y tratarían de que les sacaran en la tele, donde triunfa el “esto es lo que hay”. Por cierto, que lo único seguro es que el beneficio de las farmacéuticas va a ser asombroso. La puñetera realidad es que mientras en la mayoría de los países del planeta no haya vacunas, aquí podemos ponernos la tercera, la cuarta, la quinta y la sexta y el Covid seguirá contagiando.
Pero “esto es lo que hay amigos”. Por aquí puteando a quien no se quiere vacunar y en la mayoría de los países del planeta ni una puta vacuna. Sí, esto es lo que hay. Yo creo que lo que hay que hacer ya por las buenas o por las buenas es lograr que las vacunas no sean cosa del primer mundo, de unos cuantos privilegiados, mientras la mayoría de los seres humanos siguen muriendo, de Covid o de hambre. Por cierto, una causa de muerte para la que hay una vacuna infalible que se llama alimentación.
Y es mucho más barata que la Moderna y las demás. Pero esto es lo que hay amigos. Esto es lo que hay mientras la mayoría siga votando siempre a los mismos una y otra vez y obedeciendo ciegamente sus órdenes. Y a quienes dicen que no les interesa la política, solo recordarles que están gobernados por gente a la que le interesa muchísimo para su beneficio personal.
Y además…
Tras nueve años de trabajo minucioso, tenaz, serio, solvente y admirable, el abogado Mario Díez, editor de este medio, ha logrado que termine la instrucción del sumario. El fiscal y él mismo, en representación de las víctimas, han presentado ya su escrito de acusación contra Kote Cabezudo. El fiscal pide algo más de 100 años de prisión. El abogado de las víctimas, más de 1.300. Se preguntarán: ¿cómo es posible tanta diferencia? Lógicamente, no les voy a responder esto es lo que hay. Es posible, como fue posible que Kote Cabezudo estuviera treinta años cometiendo esos gravísimos delitos sexuales gracias al apoyo y la cobertura de que disponía entre políticos, periodistas, jueces, empresarios y demás gente de mal vivir donostiarra.
Ahora falta que la defensa presente su escrito y la Audiencia señale fecha para el juicio, probablemente a finales de marzo o primeros de abril. Allí estaremos para contárselo. Y se lo contaremos también a los colegas del Diario Vasco que ocultan constantemente a sus lectores la información sobre Kote Cabezudo, eximio colaborador durante años de ese periódico, el que más se lee en San Sebastián porque “esto es lo que hay”.