CONSUMO DE PORNOGRAFÍA EN LOS ADOLESCENTES

Según un estudio publicado en 2020 por Save The Children, el consumo de pornografía en los adolescentes se inicia entre los 8 y los 12 años. Más del 65% de los niños y niñas de entre 12 y 13 años han visto pornografía. El teléfono móvil o los contenidos gratuitos que se encuentran online son las maneras de llegar a ella. Siempre entre iguales. O por lo menos en la mayor parte de los casos. Lo cual no deja de ser llamativo la manera de iniciarse en el sexo. Se hace a través de escenas que en la mayoría de las ocasiones distan mucho de lo que ocurre en la realidad.

Y si surgen dudas, siempre estará cerca el listo del grupo. El que se las sabes todas porque lo ha oído, visto o lo conoce, cuando puede que de verdad su contacto con el sexo sea el mismo que el del resto de sus amigos. El de una pantalla de por medio. Además, el 40% de los adolescentes aseguran que el porno es su única fuente de educación sexual. 

Los adolescentes, por lo general, tienden a reproducir conductas, sobre todo las que guardan como referentes. Y la pornografía tiene características que quizá no sean las más adecuadas para servir de referencia a nadie. Pues porque fomenta los estereotipos de género y las relaciones de desigualdad, normaliza prácticas sexuales de riesgo y, sobre todo, provoca adicción. De hecho, desde plataformas de ayuda al menor alertan de que la pornografía es, junto a las apuestas y los videojuegos, una de las mayores causas de adicción en adolescentes. De modo que el fomento de los campeonatos online de lo que sea, la apertura de casas de apuestas cerca de colegios e institutos y la normalización de la publicación de contenidos pornográficos en la red, sin más control que la del propio posicionamiento que estos tengan, quizá no sea la solución para un problema que cada año va en aumento.


Hace falta mayor educación sexual en los adolescentes

Los expertos proponen medidas que pasen por mayores dosis de educación sexual en niños y adolescentes. También formación para padres y tutores con el objeto de prevenir conductas indeseadas y establecer límites en el uso de dispositivos móviles. De modo que el acceso a la pornografía por parte de los menores sea controlada o tenga sus propias fronteras. Trabajar la empatía y, en general, la gestión de las emociones desde edades tempranas también ayudará a erradicar los problemas que cada vez más acusa la sociedad en la que vivimos y en la que criamos y educamos a nuestros menores.

¿Por qué todo esto? Sencillamente porque en los últimos tiempos estamos siendo testigos de un aumento en el número de violaciones y agresiones sexuales en grupo perpetradas por menores a otros menores. Ha ocurrido en Badalona, pero también en Logroño y, que sepamos, también en Alicante, en Motril y en otras tantas poblaciones. Algunos de los menores violadores son, además, inimputables por tener menos de 14 años. Así que se pierde el rastro y deja de saberse si dentro de unos años, aquellos niños a los que no se pudo más que dar una pequeña reprimenda en formato de charla, podrán volver a cometer un abuso similar.

Desde organizaciones como Save The Children, en 4,5% de las agresiones sexuales a menores suelen producirse en grupo. Como el consumo de pornografía o el acceso a ésta. En la adolescencia, ya se sabe, el grupo y el sentido de grupo es primordial. Sí, para sentirse miembros de algo, para no perder el sentido de pertenencia y porque esa pertenencia a algo es lo que va a marcar que un adolescente evolucione. Los grupos influyen enormemente en el carácter de la persona y en la percepción que tenemos de los demás. 

Expertos, familias, educadores, están de acuerdo en que hace falta mayor educación sexual. Mayores límites en el uso de dispositivos móviles, tablets y acceso a la red o un control de los contenidos que están subidos a ésta. Hay que trabajar las emociones en los niños. Que sepan entender qué le pasa al de al lado. También que lesocurre a ellos mismos cuando notan deseos irrefrenables de sentirse superiores a otros. Y que para conseguirlo la única vía es la agresión. No es cuestión de sólo valores, sino de tener la cabeza fría para reconocer que se están haciendo mal las cosas. El aumento en el número de violaciones grupales es sólo la punta del iceberg de un problema que cada va se hace mayor.


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