Este 2021 ha arruinado las celebraciones del día de Canadá. No por la pandemia, sino por el hallazgo de otras 750 tumbas de menores indígenas en lo que hasta la década de los 90 fue la Escuela Residencial de Marieval, en el centro del país. La noticia ha sacudido a Canadá, aún más. Pues hace mes y medio otro hallazgo comenzó a abrir los ojos no solo de Canadá sino del resto del mundo, al trascender que puede que entre 4.000 y 6.000 menores desaparecidos probablemente fueran enterrados de forma anónima a los pies de las escuelas residenciales a las que eran enviados con el objetivo de “reeducarles”.
Las tribus indígenas eran conocedoras del horror que se vivía en muchas de esas escuelas residenciales, porque antes de adultos fueron niños y fueron llevados a ellas. Ahora no solo piden justicia, sino perdón por parte de la Iglesia Católica. Ésta, experta en ocultismos varios, ya ha declarado que se siente consternada y en boca del Papa Francisco, su mayor representante, pedirá perdón. Aún seguimos dudando sobre si un simple perdón es suficiente para limar el daño que se ha estado produciendo a lo largo de decenas de años. La realidad es que durante todos esos años cerca de 6.000 menores indígenas fueron apartados de sus familias con el fin de despojarlos de sus raíces para «occidentalizarlos».
Tumbas de menores halladas en Canadá
El hallazgo de estas nuevas tumbas de menores se ha producido a 140 km de Regina, capital de la provincia de Saskatchewan, en el centro del país. Es hasta el momento, el mayor de los hallazgos, el más escandaloso y el que quizá continúe levantando más ampollas a lo largo y ancho del país. Dos iglesias cercanas a esta región han aparecido recientemente incendiadas como represalia al hallazgo de los cuerpos. Pero desde varias tribus indias indican que los incendios puede que se repitan, pero no deben tomarse como algo positivo porque no traen nada bueno. Ciertamente el odio se ha inmiscuido en la tranquila sociedad canadiense. Sin embargo, puede que siga ocurriendo.
La sociedad canadiense está enfadada por los hallazgos y entristecida por el escándalo. Dañada por más de 100 de abusos a menores y asesinatos. Y el resultado es encontrar menores enterrados en el suelo, en tumbas anónimas como fruto del trato vejatorio que desde estas escuelas residenciales se estuvo practicando durante años a gran parte de la sociedad canadiense. Ver para creer.
Una práctica común a lo largo de la historia
Y si nos escandalizamos es porque no recordamos. O peor, porque no leemos ni sabemos historia, porque a lo largo de los siglos las civilizaciones que se creían más avanzadas ocupaban territorios, expoliaban, violaban y sometían a quienes se ponían delante con tal de conquistar. Lo hicieron los colonos españoles en América, pero también Gengis Khan fundando el que fue el primer imperio mongol.
Y la Iglesia lo ha hecho siempre y al parecer, continúa haciéndolo. Con la cruz por delante y enfatizando su ánimo de cristianizar. Pero en todo este camino siempre ha habido víctimas. Lo triste y lo penoso es que esas víctimas sean menores, que se haya ocultado. Y se tenga que echar mano a maquinaria especializada para destapar de debajo de la tierra lo que parecen ser miles de cuerpos de niños indígenas que tenían familia, tenían vida y un futuro en Canadá. Niños que dejaron de tener todo porque quizá no eran aptos para la sociedad occidental que se tenía en mente crear. La Iglesia quiere pedir perdón por el que de momento es el mayor escándalo reciente que vive Canadá. Y en el que por si fuera poco, hay niños enterrados.
Por su parte, el primer ministro canadiense, Justin Trudeau, dice sentirse “consternado”. Y seguro que se agarra con fuerza a su silla, temeroso de que continúen apareciendo nuevos casos, nuevos cuerpos y el escándalo siga salpicando Canadá desde fuera de sus fronteras. La historia reciente de este país parecía no tener nada que ocultar. A ojos del mundo lo que se ha quedado impregnado es que ciertamente había mucho oculto y se tapó porque se quiso. Pero que no vuelva a pasar, por favor. Que no pase.