Educación emocional es la ayuda que a veces necesitamos para entender las emociones. Es así de simple y así de enrevesado. En realidad es una auténtica asignatura pendiente en nuestro sistema educativo, sin la que varias generaciones han crecido y con la que probablemente afrontarían de una manera diferente todo lo que se está viviendo día a día.
Sin embargo por fortuna, desde 2014 los programas curriculares en educación incluyen la educación emocional. Así, miles de escolares en España aprenden cada día a reconocer las emociones. También a entenderlas y a asociarlas a los diferentes estados de ánimo que incluso ellos mismos experimentan.
Se trata de educar para identificar esas emociones, intentando canalizarlas para evitar que estas generaciones que acaban de llegar, sepan por qué sienten lo que sienten. Además de cómo pueden afrontar lo que están empezando a sentir y desechen aquello que saben que no les va a hacer bien.
¿Qué es una emoción?
Según Hockenbury & Hockenbury: “Una emoción es un estado psicológico complejo que implica tres componentes distintos: una experiencia subjetiva, una respuesta fisiológica y una respuesta conductual o expresiva”.
Es decir, emociones como la ira, la provocación o el miedo pueden provocarnos respuestas fisiológicas concretas. Nos pueden hacen sudar las manos cuando estamos muy nerviosos. Se nos puede acelerar el corazón cuando algo a lo que nos enfrentamos nos da miedo o incluso puede cambiarnos el color de la cara tornándose más rojizo, a medida que nos embarcamos en situaciones que nos da apuro afrontar.
Por todo esto, es fundamental conocer las emociones y entender esas reacciones con el fin de poder vivir en paz y en comunidad. Al fin y al cabo, vivimos en sociedad y conviene estar bien no solo con uno mismo, sino también con los demás.
En España, desde 2014 la educación emocional se imparte en las aulas, sobre todo desde la etapa de educación infantil hasta cuarto de primaria. Con la mirada puesta en que estos niños, en poco tiempo serán adolescentes y deben saber sobrellevar diferentes situaciones cotidianas sobre las que verter emociones. Con ello se busca no solo la educación emocional, sino también el fomento de la inteligencia emocional.
Se ha visto y se ha determinado que la educación con sentimientos puede llegar a ser una educación integral. Y que continuar con el modelo clásico de educar sin ir más allá, se traduce en instrucción, no en educación. De hecho comunidades como las Islas Canarias, mantienen en su programa curricular la asignatura de educación emocional como obligatoria, situándola al mismo nivel que las tradicionales Matemáticas, Lengua o Literatura.
¿Cómo las controlamos?
¿Y cómo hacerlo? Basta con pensar en todas las emociones que hemos vivido recientemente, las que nos afectan a diario con determinadas personas o al acudir a sitios concretos. Después, plantearnos que todo puede ser un reto, un desafío que debemos saber superar o, por lo menos, que deberemos intentar sobrellevar de una manera sosegada y consciente. Esto facilitará que en situaciones concretas sepamos qué debemos cambiar nuestras emociones o, por lo menos, saber controlarlas porque la reacción que tenemos o que hemos desarrollado, podría ser mejor, tal vez diferente.
Por último, ponernos en el lugar del otro, empatizar y plantearnos que quizá no nos comportaríamos igual de reaccionar de una manera diferente. También esto nos proporcionará consecuencias distintas a nuestro comportamiento. ¿Qué harías si…? Puede ser un buen punto de partida. Y en esto no intervienen los genes ni la herencia. Solo nuestra forma de ver las cosas y de reaccionar ante ellas.