Desde este pasado 9 de agosto, los bebés que hayan fallecido antes de nacer, siempre que tengan más de seis meses de gestación, podrán ser inscritos y tener nombre en el Registro Civil. La inscripción no tendrá efectos jurídicos. Se podrá aplicar también a las muertes producidas con anterioridad a la entrada en vigor de la norma. Para ello, los progenitores deben solicitarlo en un plazo máximo de dos años. Así se expone en una instrucción de la Dirección General de Seguridad Jurídica y Fe Pública firmada a 31 de julio y publicada en el Boletín Oficial del Estado (BOE).
En caso de que lo soliciten cualquiera de los progenitores, se podrá expedir también una certificación en la que quedarán reflejados los datos del alumbramiento y el nombre del bebé no nacido. Esta medida trata de visibilizar la pérdida de estos bebés, conocida como muerte perinatal. Es la que se refiere a la muerte del feto o del recién nacido dentro del llamado periodo perinatal. Es el que acontece desde las 28 semanas de embarazo hasta los primeros siete días de vida.
En la sociedad occidental uno de cada 40 fetos morirá antes de que nazca. Y 25 de cada 1.000 recién nacidos fallece antes de cumplir su primer mes de vida. En el caso de los que fallecen dentro del vientre de su madre, el duelo queda invisibilizado porque a efectos sociales, ese bebé nunca llegó a nacer. Sin embargo, reconocerlo y darle la existencia que sólo los padres y allegados supieron que tenía, es desde hace años una de las demandas de las familias que han sufrido este tipo de pérdidas.
La muerte perinatal puede producirse por causas diversas. Desde anomalías genéticas, a malformaciones graves u otro tipo de complicaciones que pueden estar derivadas del mal funcionamiento de la placenta. Puede provocar incluso una merma o una paralización del crecimiento del bebé o incluso a otras causas como la preeclampsia.
La muerte de los bebés y el duelo perinatal, un dolor invisibilizado
La muerte perinatal no es algo que suceda en las sociedades modernas o que haya aparecido en los últimos años. Es algo que abuelas, bisabuelas y antepasados también podrían contar como suceso propio o cercano. Ha ocurrido siempre. Eso sí, con la salvedad de que se trata de un dolor que muchas familias han tenido que pasar en silencio. El duelo perinatal se ha invisibilizado porque parece que lo que no se ve, no existe.
En los últimos años sí han aparecido diversas organizaciones, asociaciones y colectivos, que trabajan para acompañar a las familias afectadas por este tipo de pérdidas y humanizar su dolor. Hacerlo real para acompañar en ese tránsito hasta aceptar que el bebé que iba a nacer no lo ha hecho pero existe. Muchos coinciden en que suele subestimarse el impacto que provoca a nivel emocional y físico las secuelas que genera la pérdida perinatal.
Expertos coinciden en que para superar el duelo perinatal es fundamental aceptar la realidad de la pérdida, trabajar las emociones y el dolor de la pérdida. También tratar de adaptarse a la realidad sin el bebé que se esperaba y, después de todo, continuar con la vida. Consejos que parecen sencillos pero que se tornan imposibles. Sobre todo porque generalmente, el duelo gestacional puede llegar a durar entre dos y cuatro años. A veces incluso toda una vida.
Así que, conscientes de que este tipo de pérdidas suceden y se quedan invisibilizadas, desde centros sanitarios como el Hospital Vall d’Hebrón, en Barcelona, han presentado un protocolo concreto con el objetivo de servir de acompañamiento a los padres que pierden a su bebé antes de nacer. El objetivo es acompañar, humanizar y, sobre todo, visibilizar. A partir de ahora incluso ponerle nombre y que conste en el Registro Civil. Porque a veces lo que no se ve, parece que no está, pero sí existe.
