Terminó la fiesta de la democracia y el after está que arde. El PP ha sido la lista más votada y ha derrotado al PSOE de Pedro Sánchez, pero el derrotado ha ganado las elecciones. El PP, Feijóo, los institutos demoscópicos y buena parte de la opinión, la pública y la publicada, dieron el partido por ganado antes de tiempo. Me incluyo entre los que se equivocaron de plano. Doy la lección por aprendida. Y del resultado de estas elecciones concluyo que quizá los ciudadanos españoles deseen un cambio de régimen.
No creo que Sánchez vaya a reeditar un Gobierno Frankenstein añadiendo a los 7 diputados del fugado Puigdemont. No porque no le crea capaz, sino porque la factura que le iban a pasar sería a todas luces inasumible y porque sus arúspices le dicen que si se repiten elecciones podrá gobernar sin Puigdemont.
Creo que es muy peligroso para nuestra convivencia lo que vimos la noche electoral en la calle Ferraz. Decenas de militantes y simpatizantes del PSOE gritando “no pasarán, no pasarán”. Alentar el guerracivilismo y la división, como vienen haciendo Sánchez y los suyos, me parece un error y una temeridad. Un día tendremos un disgusto serio. Pero mientras les salgan bien los resultados van a seguir haciéndolo.
Feijóo optó en 2021 por sumarse, entre bambalinas, eso sí, a la conspiración contra Pablo Casado. Si, cuando pasándose por el forro lo que establecen los estatutos del PP y con la dirección de la FAES de Aznar y Ayuso, liquidaron al presidente elegido por la militancia y aclamaron a Alberto Núñez Feijóo por la cara. A ver si ahora, tras la victoria revestida de derrota, no le organizan una similar a él para entronizar a Isabel Díaz Ayuso, que no es descartable. Si nos detenemos en los resultados en Madrid observamos que en muchos municipios de tradicional voto al PSOE en los que ganó Díaz Ayuso el 28-M Feijóo ha salido claramente derrotado.
Algo habrá hecho bien Sánchez
En pocas semanas el voto ha cambiado radicalmente. Algo habrá hecho bien Sánchez y algo habrá hecho mal Feijóo. En el entorno de Ayuso algunos reclaman que su jefa de un paso adelante “porque es la única capaz de enfrentarse a Sánchez de verdad”. Los más cabales no se lo recomiendan y le explican, además, que liderar la oposición sin estar en el Congreso, como le ha sucedido a Feijóo, es un calvario. En el entorno de Feijóo me dice una persona relevante: “Díaz Ayuso no ha ayudado mucho en campaña”. Le replico que ha tenido un grave problema personal, y me responde: “Lo sabemos, pero en cualquier caso ha tenido voluntariamente un perfil bajo cuando podía haber ayudado mucho a Feijóo”.
Y la realidad objetiva es que la noche electoral, en la calle Génova, frente al mítico balcón, la militancia le cantaba a Ayuso más que a Feijóo. Ojo al dato. El líder del PP dijo tras conocerse el resultado final que va a intentar formar Gobierno. Lo tiene crudo. No veo a Sánchez pactando con él una abstención, y no veo siquiera a Vox dispuesto a apoyarle tras escuchar la noche electoral a Santiago Abascal. Y, además, no le bastaría solo con Vox, sino que necesitaría también al PNV. No es viable.
Los ciudadanos, a través de las urnas, han venido a validar los cuatro años de Gobierno de Sánchez. Hay que reconocerle al presidente del Gobierno y secretario general del PSOE su capacidad de resistencia. Y también su habilidad para remontar la situación tras el debate cara a cara con Feijoo, del que salió tocado. Sánchez, que durante cinco años de Gobierno ha acreditado que miente reiteradamente, junto a su acorazada mediática, ha logrado que calara el mensaje de que el mentiroso compulsivo es Feijoo, y ha logrado también que el discurso del miedo al fascismo permeara. Los resultados parecen indicar que da más miedo Vox que los socios independentistas y comunistas de Sánchez.
Feijóo no ha conseguido recuperar a la mayoría de los votantes de ciudadanos, cerca de 2 millones. Ayuso consiguió que Feijóo no incluyera en su lista a Begoña Villacís, que lógicamente le habría acercado a ese objetivo. Además, creo que erró al dar vía libre a los pactos del PP con Vox en Valencia y Extremadura, donde además quedó una sensación de que sus barones regionales iban a la suya, desacreditando la autoridad del presidente del PP, todo ello mientras Sánchez ordenaba aplazar sus pactos con Bildu en Navarra para después de las elecciones.
Le salió mal a Feijóo, además, su insistencia en reclamar el “voto útil” y atacar a Vox, porque era evidente que iba a necesitar de Vox sí o sí. Y al final, el voto útil ni para unos ni para otros, porque el PP no va a poder gobernar y Vox ha perdido 19 diputados respecto a 2019. Las encuestas, que coincidían en otorgarle una mayoría holgada, le llevaron a confiarse. Y creo que se equivocó también al no acudir al debate a cuatro de RTVE.
La resurrección del presidente
Su equipo de comunicación y dirección de campaña también creo que lo han hecho muy mal, más aún viendo que Sánchez no dejaba de aparecer en los grandes programas de televisión y radio, y en sus apariciones, bien en entrevistas o mítines, Feijóo no transmitió mensajes propositivos, atractivos o ilusionantes. Reiteró hasta la náusea el cansino “vamos a derogar el sanchismo” que le ha llevado a esta victoria inútil y ha permitido a Sánchez disfrutar de una derrota victoriosa. Pensaron que ganar un debate era ganar las elecciones. Descartado que Feijóo va a ser presidente del Gobierno, resta despejar la duda de si va a serlo Sánchez. Mi opinión es que sí. La incógnita a resolver sería entonces de qué modo, con quien y cuando. La probable repetición electoral me malicio que le beneficiaría.
Y formuladas aquí durante meses mis críticas a Pedro Sánchez, quiero dejar constancia hoy, a la vista de los resultados, de sus aciertos. Le ha funcionado su campaña de victimización. Ha logrado retratar a Feijóo como el mentiroso verdadero. Vistos los resultados acertó también con el adelanto electoral, que le ha permitido, junto a la torpeza del PP, tirar del miedo a la extrema derecha tras los pactos PP-Vox.
Un de las principales claves de la victoria del derrotado Sánchez ha estado en Cataluña. Con el nacionalismo desmovilizado y una abstención creciente, el PSC de Salvador Illa ha obtenido una victoria importantísima, y quien ha recibido un severo castigo han sido ERC, a pesar de la mesa de diálogo con Sánchez, los indultos y la derogación de la sedición y los pijoprogres de la CUP que no acceden al Congreso. Un dirigente de Junts me dice: “Nosotros no vamos a apoyar a Sánchez. No hay factura, ni cara ni barata. Van a pagar haberle arrebatado a Trias la alcaldía de Barcelona y que no nos vengan con la canción del interés general porque nuestro interés general es el de Cataluña”. Lo que traducido (por mí) quiere decir que para Junts cuanto peor para España mejor para Cataluña.
En fin. Que hemos asistido a la tercera resurrección de Pedro Sánchez, que le gana a los adversarios y a las encuestas. Un destacado de Presidencia me dice: “Tanto que habéis criticado a Tezanos, a ver ahora que decía de Michavila”. Michavila es el jefe de GAD 3, la empresa demoscópica que llevaba años acertando, incluso el 28-M. Pues lo que yo creo, y digo, es que Michavila se ha lucido, y da la impresión de que ha trabajado por encargo de algunos medios pero a favor del PP, por lo que su fracaso es estrepitoso. La diferencia entre Michavila y Tezanos es que a Tezanos le pagamos todos, y a Michavila le pagan empresas privadas.
Y el PP se ha fiado de Michavila y la ha cagado dando por descontada una victoria amplia que no ha llegado. El prestigio de Tezanos está en el subsuelo. Pero el de sus colegas también ha caído en picado. El verano azul que dibujaba el PP se ha desdibujado y el PSOE está disfrutando como nunca de su dulce derrota. Ahora tocan semanas aburridas de negociaciones imposibles para formar Gobierno. Y en el horizonte otras lecciones en las que ya veremos lo que pasa.
