Los Mossos d’Escuadra detuvieron el pasado 2 de enero a cuatro personas -tres hombres y una mujer-, por una agresión a dos hombres en la estación Plaza de Catalunya de Barcelona. Al parecer los cuatro violentos se emprendieron con puñetazos y patadas e incluso con amenazas con una botella de vidrio mediante a los dos varones. ¿El objetivo? Amedrentarlos, amenazarlos e insultarlos porque las dos víctimas lo que recibieron fueron insultos fundamentalmente por su orientación sexual. Curioso ¿verdad?
O no tanto porque a día de hoy sigue habiendo violencia por la orientación sexual de los demás. Todavía nos cuesta aceptar que la orientación no debería preocupar al otro y que la libertad de uno se gesta desde el mismo respeto a los demás. En 2023 aún sigue habiendo detenciones por este tipo de violencia. No es de extrañar. Seguimos una tendencia alcista. No como la que nos gustaría para la Bolsa, sino la que nos hace ser peores personas y crecer llenitos de odio.
Los delitos de odio entre 2013 y 2019 crecieron exponencialmente: cerca de un 45%. Y la violencia hacia la orientación sexual aún más. El crecimiento en este sentido fue nada menos que del 70%. Y tal y como se indica en los informes elaborados por el Ministerio del Interior, todo apunta a que la tendencia es ascendente. Probablemente en 2023 habrá más gente que insulte, violente, agreda a otro únicamente porque considera que su orientación sexual no es la adecuada.
Comenzamos el año con mucho odio y sin dejar ser libres a los demás
Se considerará poseedor de una verdad absoluta que le permite agredir e insultar a los demás por el simple hecho de que se quieran sentir libres mostrando a quién aman en plena calle, en un vagón de metro o dentro de un local de lo más normal. Probablemente hasta la ropa con la que vayan vestidos o el maquillaje que hayan utilizado les resulte de lo más atractivo para agredir. Así de coherente es este tipo de violencia.
El perfil de los agresores es variopinto. Abundan los varones -constituyen casi el 64%- y ostentan una edad comprendida entre los 24 y los 40 años. La flor de la vida, como dirían algunos, la emplean para dañar al otro. Cerca del 11% son menores de edad. Pero si hay que encontrar una explicación a esta escalada de violencia, según algunos colectivos LGTBI indican, es en el discurso beligerante y violento que tienen algunos partidos políticos.
También se puede encontrar en el cine, en algunos temas musicales y en general, en la falta de respeto que se tiene hacia lo que no es como lo nuestro. O sí, porque desde otros colectivos se indica que la homofobia a veces aparece cuando en realidad lo que da miedo es lo que realmente atrae. Quizá miedo a lo desconocido pero miedo al fin y al cabo, que se manifiesta en agresión, en violencia y en maldad. Existen tristemente muchas maneras de manifestarse. Y la violencia es una de ellas aunque no nos guste.
La violencia y los delitos de odio han crecido en el último año. Así lo han mostrado los medios de comunicación. En octubre, cinco detenidos por una agresión homófoba en unas fiestas populares de Murcia. También en octubre, en Valencia, un joven denunció haber sufrido insultos por su condición sexual y al grito “maricón, no deberías haber nacido”, los agresores la emprendieron con patadas y golpes en la cabeza hasta dejarlo casi inconsciente.
Además el observatorio contra la homofobia de Cataluña registró nada menos que 237 incidencias a lo largo de 2022. Y en Galicia también el año finalizó con la denuncia de un estudiante Erasmus al personal de seguridad de un local, que le llamó la atención por bailar con otro hombre. Y después ya en el exterior, lo amenazaron cogiéndole del cuello.
En resumen, no hay rincón en nuestro país que se libre de no haber sido testigo de este tipo de violencia. Y aquél que diga lo contrario, que tire la primera piedra. Si es que la encuentra, claro. En nuestras manos está que este 2023 que acabamos de estrenar no presuma de ser cuando finalice, peor que el que acabamos de dejar atrás.