LA RESONANCIA SCHUMANN

Alrededor de los años 50 el físico alemán Winfried Otto Schumann predijo matemáticamente la existencia de una serie de ondas ubicadas en el espectro electromagnético de la Tierra. Afirmó que estas ondas son la representación de las vibraciones perpendiculares que se producen entre la Tierra y la ionosfera. Son causadas por los golpes que generan los rayos en el espacio que hay entre ambas. 

Hoy estas ondas son conocidas como Resonancia Schumann. Son muchos los que afirman que vibran con la misma frecuencia que las ondas cerebrales de los animales, sobre todo de los mamíferos. Cuantificando esa frecuencia, los expertos afirman que esas ondas cerebrales y las que se producen entre la Tierra y la ionosfera, suelen marcar de media los 7,8 Hertz por segundo. 

Desde el año 2015 esta frecuencia está aumentando. Los científicos encargados de su estudio y control se llevaron las manos a la cabeza al observar que se había duplicado. Actualmente se ha conocido que la resonancia Schumann ha subido por encima de los 36Hz. Esto podría estar provocando cambios y molestias a todos los seres humanos del planeta.

Hay quienes afirman que la relación entre el espacio y el tiempo forma parte de complicadas teorías científicas. Nos remiten inmediatamente a Einstein y otros científicos que decían aquello de que el tiempo es relativo. Otros creen que todo es parte de una pseudociencia, como quienes cuestionan que la Tierra sea redonda. 

Pero existen también quienes aseguran que realmente “todo es relativo”. Y que cuando decimos que “el tiempo pasa volando” nos situamos sin quererlo sobre la base de teorías matemáticas y científicas. Éstas consideran que debido a la mayor intensidad de estas ondas, las 24 horas que tiene un día pueden llegar a convertirse en solo 16. La razón es porque el tiempo ha transcurrido más rápido de lo debido. 


¿Conectados a la Tierra por las ondas Schumann?

Que vivimos acelerados es una realidad del siglo XXI. Vivimos con estrés y queriendo condensar mil y una tareas en un corto espacio de tiempo. Pensamos además que siendo proactivos seremos más eficientes. Y la realidad muchas veces muestra que esto es realmente la enfermedad de este milenio. La “slow life” o el “vive despacito, que disfrutarás más”, lo dejamos para otros. Pero sin saberlo vivimos inmersos en una burbuja matemática en la que de verdad el espacio y el tiempo se han acortado por la intensidad de las ondas que Schumann afirmaba que existían. 

En los últimos 8 años gracias a la Resonancia Schumann, se ha determinado que la Tierra ha aumentado su intensidad de ondas. Ha pasado de marcar 7,8 Hertz/segundo a tener cerca de 12. Los pseudocientíficos lo achacan a que una energía de cuarta dimensión ha alterado la carga electromagnética de la Tierra. Esta sería la razón por la que tenemos la sensación de que el tiempo se nos está pasando en un abrir y cerrar de ojos. La vida al fin y al cabo. 

Desde la NASA comprobaron que las altas frecuencias electromagnéticas a las que se veían sometidos los astronautas en sus misiones, ejercían sobre ellos alteraciones no solo en su ritmo cardíaco sino también en su carácter. Al aumentar las frecuencias electromagnéticas, se acelera por tanto nuestro ritmo vital. Cambiamos y aceleramos. Se sabe también que las tribus indígenas, más conectadas a la Tierra, son las que funcionan a ritmos menores y con menor frecuencia electromagnética. Viven de forma natural esa «slow life» que añoramos de vez en cuando. 

Esto nos da qué pensar: no es del todo tan banal aquello de que si abrazas un árbol no solo sientes su energía, sino que te conectas a la naturaleza y tu propio cuerpo se acompasa a ritmos más lentos. Y que cuando se invita a que abracemos el cambio, no se nos pide que vivamos alterados o sin atender aquello que hacemos, sino que se nos está lanzando una llamada a la calma y a la reconexión.

Puede que el tiempo sea relativo pero si verdad estamos conectados a la Tierra, a las ondas electromagnéticas y a todo aquello abstracto que nos influye sin que nos demos cuenta, quizá sea el momento de parar, pensar y reconsiderar que nuestra salud es la que nos mantiene vivos y despiertos. Y que podemos controlar si queremos acelerar nuestros ritmos dejándonos empujar por ese circuito frenético de horas, minutos e incluso nanosegundos al que últimamente estaríamos acostumbrándonos. O si por el contrario preferimos abrazar la vida, la naturaleza y otros ritmos y ondas más sosegadas, y que seguro nos traerán algo más de bien sobre nuestra salud. 


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