EL MIEDO: LA EMOCIÓN HUMANA MÁS PELIGROSA

Dicen algunos expertos que el miedo es una de las pocas emociones que pueden acabar convirtiéndose en un sentimiento. ¿Cómo? Transformándose en el momento que es racionalizada. Es entonces cuando deja de ser emoción para alcanzar un estatus mayor en nuestra mente. En casos extremos en los que la emoción no ha sabido entenderse o gestionarse, el miedo puede atraer una enfermedad, paralizándonos ante situaciones que no necesitan de parálisis o generando cambios negativos en nuestro cuerpo no solo a corto, sino a medio o largo plazo.

El miedo es estudiado por la psicología o la neurociencia. Y todos los expertos implicados en su estudio están de acuerdo en que es muy útil cuando nos hace estar alerta y reaccionar ante una situación que podría ser peligrosa. Es instinto mismo de superviviencia. Nuestro cerebro activa todos sus sistemas de alarma cuando considera que existe una amenaza (real o irreal) y nos hace reaccionar. 

Sin embargo no siempre funciona como un robot. Hay ocasiones en que el miedo al propio miedo hace que nuestro cuerpo reaccione y active su sistema de alarma sin necesidad aparente. Es entonces cuando surgen otros problemas derivados como la ansiedad, los ataques de pánico o las fobias. A éstos se les necesita poner remedio con herramientas como el mindfulness o la terapia. 

Otras veces el ritmo frenético que llevamos en nuestro día a día nos hace querer lo fácil, lo cómodo y lo que no conlleva más que dejarse llevar. Nos da miedo cambiar de trabajo, tener hijos o decirle adiós a la pareja porque eso va a suponer un cambio drástico en la vida que llevamos. Nos da miedo el compromiso, los contratos a más de 10 años, la pérdida de un familiar o ser querido o incluso nuestra proa pérdida. Y nos olvidamos de que la vida es un constante cambio y un constante aprendizaje que nos lleva a dar todo de nosotros mismos y que nos permite aprender a cada paso. 


El miedo puede paralizar nuestra vida

El miedo forma parte de las emociones y las reacciones más primarias del ser humano. Tenerlo nos hace estar alerta. Defendernos incluso de los posibles peligros que nos pueden acechar. Pero los miedos “de mentira”, los que nos creamos, los que aparecen porque en realidad nos preocupan otras miles de cosas que no tienen por qué estar asociadas, son las que nos hacen peligrar el equilibrio. Ese equilibrio que en realidad necesitamos para poder estar en paz. 

Sentir miedo es algo natural. Hace que el cerebro reaccione y nuestro cuerpo genere una serie de sustancias químicas que hacen que el corazón se acelere, los músculos se tensen y se agite la respiración. Pero no siempre el miedo es real. Puede suceder que aparezca dependiendo de nuestro estado psicológico o del contexto y el lugar en el que nos encontremos. Así, además del miedo real (que se construiría a partir de componentes reales) puede aparecer también el llamado miedo irreal o racional. Podemos tener miedo patológico, físico o social. En algunos casos también sufrir el llamado metafísico. Pero el miedo a no saber si es miedo, a la incertidumbre que nos inquieta y también nos tensa, sin saber que sólo necesitaríamos aclararnos las ideas para ponerle freno. 

Con todo los expertos recomiendan a veces no racionalizar el miedo. Dejémoslo en emoción que es algo natural y básico de nuestro ser. Pero si aparece y se quiere quedar con nosotros bastan algunos consejos para superarlo, cómo enfrentarte a aquello que te hace temer, enfatizar emociones positivas o tratar de comprender que hay situaciones que pueden llegar a causar temor pero que con ganas y un poco de valentía es posible superarlas.

Tener miedo nos hace humanos. Es algo natural, fisiológico. Vivir con él nos convierte en seres vulnerables, temerosos, débiles. Y no debemos dejar que inunde nuestro caminar por la vida y nos acabe ahogando. Mejor optar por ahogarnos con otro tipo de emociones como la alegría. O compensar porque dicen que en el equilibrio está realmente la paz. 


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