Hansel Emmanuel es un adolescente dominicano. Tiene 17 años y un sueño: ser jugador de la NBA. Su padre es un ex-jugador de baloncesto de la República Dominicana, por lo que su deseo de convertirse en jugador profesional le viene de cuna, como si dijéramos. De momento es todo lo que se espera de un adolescente al uso: juega en la calle con sus amigos y desde niño tuvo la misma aspiración. Solo hay un detalle que le hace ser diferente a ojos de los demás: tiene un solo brazo.
La historia de Hansel Emmanuel es conocida por muchos aficionados al baloncesto. De hecho algunos lo conocen bajo el nombre «Kikimita». Su dominio con la pelota es digno de ver… admirable, si consideramos dedicarse a un deporte cuando solo se tiene un miembro. Sería más sencillo con los dos. Así que Hansel Emmanuel es el claro ejemplo de que, si se quiere, si se desea fuerte, si se trabaja… se puede. ¿Por qué no iba a poderse?
Perdió el brazo de niño cuando estaba trepando un muro y éste le cayó encima. Los doctores no pudieron hacer nada con esos tendones machacados por el cemento. Así que Kikimita tuvo que aprender a hacer muchas cosas ya aprendidas: caminar, atarse los cordones y hasta comer. El baloncesto siguió siendo su sueño a pesar de la pérdida de su brazo. Y ese deseo y ese soñar le ha llevado a ser conocido en redes sociales y en el mundo del deporte. Tanto que hasta el mismísimo Shaquille O’Neall ha afirmado: “ojalá la gente entendiese lo diferente que es Hansel Emmanuel”. Porque su caso habla de superarse a uno mismo y de ver más allá de los impedimentos que la vida puede ir poniendo por delante. Hay alguno más como él en este deporte: Zach Hodskins o Kevin Laue. Y también en otros ámbitos.
Como es el caso de David Aguilar, conocido como «Hand Solo». Un estudiante andorrano de Ingeniería mecánica que suplió su falta de brazo con una prótesis hecha por sí mismo con piezas de Lego. Ahora David tiene 19 años, pero la prótesis que lleva es ya su cuarto modelo. ¿El primero? Salió de su maña con el Lego y su idea de poder contar con un brazo robótico que le ayudase a las tareas cotidianas cuando tan solo contaba con 9 años. En su caso, su sueño es poder llegar a crear prótesis asequibles que puedan ayudar a niños y niñas con la falta de un miembro. Y por supuesto, que esas prótesis cubran las dificultades que sin ellas podrían encontrar. En definitiva: ayudar para superarse. Contribuir para que los demás puedan tener una vida más fácil que la que viven aquellos que cuentan con una dificultad añadida.
La superación como clave en nuestras vidas
Cada día podemos llegar a encontrarnos cientos de historias de superación. La superación entendida como la capacidad para trascender límites, para dejarlos atrás y abandonar cualquier adversidad que nos impida ser felices. Las historias de «Hand Solo», de «Kikimita», y también las de cualquier otro deportista paralímpico, la de Pablo Pineda (primer adulto con síndrome de Down que terminó una carrera universitaria en Europa) y las de muchos más, nos demuestran que todo aquel que luche por un sueño, tiene muchas papeletas de conseguirlo. Al menos esa persecución y el ánimo de querer continuar hasta lograrlo, es ya un gran paso dado para encontrar esa felicidad que se añora.
El esfuerzo siempre tiene su recompensa, o eso dicen al menos. Lo que es seguro es que con esfuerzo, se llega a veces a lugares a los que no imaginamos que podríamos llegar. Y las dificultades se convierten entonces en pequeñas piedrecitas que se van salpicando en el camino, que incluso lo pueden hacer hasta más entretenido.
Al final lo que queda es que al menos lo intentamos, porque el tiempo va a pasar igual. La diferencia entre que pase el tiempo y no hagamos nada y que pase el tiempo y hayamos hecho cosas, es que con esto segundo podremos contar a nuestros hijos, nietos, vecinos y conocidos que un día, lo intentamos. Hace falta más superación en nuestras vidas sí.