YOLANDA QUIERE EL CAMBIO

Quiero ser la primera presidenta de España, hoy empieza todo”. El domingo se desparramó el incienso en el Polideportivo Magariños de Madrid con la presentación de Yolanda Díaz y su partido Sumar. El Magariños es la cancha del Instituto Ramiro de Maeztu donde juega el Estudiantes de baloncesto y donde reina una hinchada que se autodenomina la demencia.

Hubo un punto de demencia en escuchar a Yolanda Díaz pregonar que España necesita un cambio, porque ella es vicepresidenta del Gobierno. Si, Patxi López, el de Ramsés, la llamó presidenta segunda. Y no recuerdo antecedentes de un gobernante que reclame un cambio ocupando plaza en el Consejo de Ministros. Pero ella es así, insustancial, cursi, poeta de twitter el día de los enamorados, y viste de blanco reluciente. Su programa electoral, por ahora, es que ella quiere ser la primera mujer presidente de Gobierno de España Y que “yo no soy de nadie”. Y “la España de las mujeres es imparable”.

Las imágenes de la pachanga dominguera en el Magariños dejan ver a Yolanda Díaz repartiendo besos y abrazos a mucho personal. Entre los que destacaron el ministro más inútil e inocuo de su Gobierno, Alberto Garzón, la alcaldesa de Barcelona que ha llevado a su ciudad al desastre, Ada Colau, Mónica García, médica y madre diputada de la Asamblea de Madrid que gusta de subir a la terraza de la Asamblea a bailar. También Jorge Javier Vázquez, el que presenta un programa de televisión, según él mismo, “de rojos y maricones«. Destaca en su carrera por las reiteradas humillaciones a mujeres en su plató.


Yolanda Díaz quiere ser presidenta de España

Un Jorge Javier Vázquez que siempre se arrima al sol que más calienta, aunque parece darle mala suerte a los que apoya. Primero se acercó a Pablo Iglesias. Después apoyó a Pedro Sánchez “por guapo” (todo un argumento intelectual y político. Hizo campaña por Angel Gabilondo, el que repartía hostias como panes cuando era profesor en un colegio. Y ahora le baila el agua a Yolanda. Alberto Garzón, Ada Colau, Monica García y Jorgeja Vazquez, una alineación para echarse a temblar.

Yolanda Díaz militó en el PCE, después en Izquierda Unida y después se sumó a Podemos. En Galicia la conocen bien. Reparte besos y sonrisas, pero siempre lleva una faca en la cintura. Pablo Iglesias, que ahora la niega y trata de hundirle el proyecto, la ungió como su sucesora a dedo. Ella lo aceptó, tragó con que el macho alfa la designara. También la colocó en el Consejo de Ministros, donde ha falseado reiteradamente los datos del paro sin sonrojo, y desde donde siguiendo el ejemplo de su jefe hace política partidista sufragada con el dinero público. O sea, que los procesos democráticos no son lo suyo.

Es probable que la señora Díaz, blanca y radiante va la novia, logre movilizar votos de la izquierda abstencionista. Lo que es innegable es que ya parece evidente que la izquierda comparecerá en las elecciones dividida porque Pablo Iglesias, Irene Montero, Ione Belarra, Lilith Verstrynge, Pam y compañía no quieren saber nada de Yolanda.

Pedro Sánchez animó a Díaz a lanzarse a la arena para perjudicar a Podemos y Pablo Iglesias. Y ahora sus asesores le advierten de que tienen dos riesgos. Uno, que Yolanda aunque no sume mucho, le quite votos al PSOE, que los necesita. Y el otro que la división a su izquierda le impida volver a formar un gobierno de coalición al que no llegaría solo con los separatistas catalanes y los herederos de ETA.


El principio o el final de su partido Sumar…mucho ruido...

Yolanda, animada por el ex- gurú Iván Redondo, y Sánchez, trabajan sobre la hipótesis de que Podemos en las municipales y autonómicas del 28 de mayó tenga un resultado paupérrimo para, con Iglesias ya casi cadáver político, ofrecerle un acuerdo que no será más que una oferta de adhesión inquebrantable. Eso le dice ella a Sánchez, que ha vivido en primera persona el fracaso de la aspirante a presidenta en la mediación que le encomendó con las ministras Montero y Belarra con los disparates de la Ley del solo si es si y la Ley trans. Pero Iglesias conoce el paño y pase lo que pase el 28-M no accederá a que ni él ni sus sicarios terminen arrodillándose ante Yolanda Díaz, a la que lo más fino y elegante que le llaman es traidora.

La izquierda cambia de nombres y crea partidos en torno a lideres o lideresas inspirados en los Castro y el PSOE permanece. Uno escucha a Díaz y recuerda al Iglesias del 15-M. Y observa a Sánchez y recuerda a Zapatero cuando nos decía que “la tierra no pertenecía a nadie, sólo al viento”. La única diferencia entre ese Iglesias y esta Yolanda es la imagen. Él vallecano de otra época, ella de revista de moda pija, femenina, cursi, impostada.

Y al final, como en la canción de Pancho Varona que cantó Sabina, “se miraron un segundo como dos desconocidos y al final números rojos en la cuenta del olvido, y hubo tanto ruido que al final llegó el final. Mucho, mucho ruido, tanto, tanto ruido y al final, por fin el fin. Quiso carnavales y encontró fatalidad, porque todos los finales son el mismo repetido y con tanto ruido no escucharon el final. Descubrieron que los besos no sabían a nada. Hubo una epidemia de tristeza en la ciudad, se borraron las pisadas, se apagaron los latidos y con tanto ruido no se oyó el ruido del mar”.

Mucho ruido, si, y quizá el principio de sumar no sea más que el final del uno y de la otra. “Tanto ruido y al final ruido de escorpiones, ruido de amenazas, tanto ruido y al final, la soledad, tanto, tanto ruido, mucho, mucho ruido, ruido escandaloso, silencioso ruido, demasiado ruido”.


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