VIOLENCIA VICARIA: UNA LACRA SOCIAL

Se trata de la violencia intrafamiliar ejercida de manera consciente para dañar a otra persona. En la gran mayoría de casos los hijos menores son utilizados como meros instrumentos para causar un perjuicio cuyo auténtico objetivo de la violencia es la pareja. Esa persona maltratadora se aprovecha de la fragilidad de los menores vulnerando su integridad física o psicológica, haciendo ver a la pareja que es la culpable por no poder defenderlos. Y como hemos visto recientemente, pueden llegar a matar. El maltratador sabe que asesinar a los hijos es asegurarse de que la madre no se recuperará de ese dolor nunca.

Cuando una mujer está siendo maltratada por su pareja, los hijos de ambos también son víctimas. Estos menores experimentan unos vivencias que les van a marcar de por vida. Según el psicólogo experto en atención a los menores Raúl Lizana, se establece un ciclo de la violencia en tres fases con sus respectivos sentimientos.

En la fase 1 van acumulando tensión por lo que aparecen la ansiedad y el miedo. En la fase 2 del ciclo donde ya ha estallado el episodio de violencia, experimentan el terror, la ansiedad, un dolor intenso y un gran sentimiento de culpa. Se cierra el ciclo con la fase 3 basada en la manipulación afectiva y creando confusión, alivio, tristeza y ansiedad. Y así vuelven a la fase 1.


Violencia machista… ¿Cómo se puede ser buen padre?

Asumir que la conducta del maltratador hacia su pareja no representa ningún riesgo para los hijos, es un mito con respecto a la violencia de género. Y más que un mito es una realidad que ha cuajado hasta los cimientos del sistema judicial español permitiendo que, en caso de divorcio por malos tratos, se otorgue la custodia compartida a ambos progenitores.

En otro artículo anterior ya se habló del Síndrome de Alineación Parental. Algo que un tipo -pedófilo reconocido que terminó suicidándose- se inventó. El tildaba de falsas acusaciones los abusos sexuales infantiles infligidos por parte de los padres. Recomendaba a los tribunales a los que acudía como “perito”, que esos niños se colocaran bajo la tutela y custodia de esos padres acusados de abusos. Para él esas acusaciones era producto de la histeria nacional.

Así con todo en muchos juzgados españoles sigue presente su figura y su SAP inexistente como tal. Hoy en día sigue aplicándose en sede judicial. Se ignoran las sentencias previas contra ese esposo maltratador y le otorgan la custodia compartida como si de verdad creyeran que va a ser un buen padre. Actualmente se está juzgando en la Audiencia Provincial a la Diputación Foral de Bizkaia por prevaricación, maltrato y delitos de lesiones psíquicas hacia Irune Costumero y su hija, debido al arrancamiento de la menor cuando ésta tenía 5 años. Fue ordenado por la Diputación el 4 de agosto de 2017, basando su argumentación en la aplicación por parte de la madre del SAP a la niña.

Los menores que se han visto afectados por la violencia vicaria pueden desarrollar en un futuro inmediato patrones de comportamiento similares, ya que para ellos, era algo normal en el seno familiar.


Un problema ignorado por la sociedad y la política

Desde que comenzó el registro oficial de menores víctimas de violencia de género en 2013, han sido asesinados 39 niños y niñas por sus padres, parejas o exparejas de sus madres. El caso de las niñas de Tenerife ha vuelto a poner sobre la mesa un asunto que no es nuevo. Un asunto que continúa siendo desconocido o ignorado por buena parte de la sociedad y la política. Esta cifra ascendería a 41 con las dos menores desaparecidas hace mes y medio. Debemos tener en cuenta que la violencia puede ser ejercida sin tener que quitar la vida a los menores. El simple hecho de no atender las necesidades básicas de los menores y hacérselo saber a la madre ya es violencia vicaria.

Según la última macroencuesta en España hay más de 1,6 millones de niños que viven en hogares donde su madre sufre violencia machista. Todos ellos sufren la llamada violencia vicaria en mayor o menor medida. Esta violencia puede llegar a su máxima intensidad como es el caso de Tenerife. La violencia vicaria está reconocida por ley como una forma de violencia de género, ya que supone el uso de los hijos por parte del agresor como herramienta para hacer daño a la madre.

La delegada de Gobierno contra la Violencia de Género, Victoria Rosell, ha explicado que se trata de una violencia «por sustitución». Se practica cuando el agresor «ya no tiene relación directa» con la mujer porque ha puesto fin a la relación. Y «utiliza a sus hijos como herramienta». En este sentido, Rosell ha señalado que quien lleva a cabo esta práctica «no es un loco», ni tampoco es «la cara del mal», es «la cara del machismo». Según ha indicado, son «hombres que no toleran la libertad y la igualdad de las mujeres y reaccionan con violencia machista». «No son más que la cara más sangrante de la desigualdad», ha apuntado Rosell.


La venganza por encima del amor…

El maltratador utiliza este tipo de violencia por venganza. Una forma de causar dolor cuando tu pareja te ha comentado que quiere terminar la relación o ya la da por finalizada. El caso quizás más conocido de este tipo de violencia de género es el de José Bretón: condenado a 40 años por el asesinato de sus dos hijos, Ruth y José, en 2011. La Audiencia Provincial de Córdoba concluyó en la sentencia que planeó la muerte de los menores «como venganza contra su esposa» después de que ésta decidiera separarse de él para «hacerle daño en lo más sensible, que eran sus hijos».

¿Pero qué puede ocurrir en la mente de este maltratador? Porque no olvidemos que las víctimas son sus hijos en la mayoría de los casos. ¿Realmente no hay amor hacia sus hijos? ¿El odio que siente hacia sus parejas es más grande que el amor hacia los niños? Causar daño a un menor es cruel porque es una persona indefensa y vulnerable pero la crueldad se hace más grande cuando esta violencia se realiza a tus propios hijos. Entendemos que detrás de ese acto cobarde debe haber una sensación de inferioridad y falta de autovalía. Una gran frustración sufre el agresor y le hace cometer este tipo de actos. Esta frustración es descargada con la violencia a otras personas. Una falta de autoestima que es compensada con un abuso de poder y control de la situación.

Violencia cada día más visible. Los casos siguen engrosando la lista de menores víctimas de violencia vicaria. Esta situación no disminuye y lo peor es que no se nos hace tan extraño ver este tipo de casos en las noticias. Casos crueles en los que nuestra primera reacción es: «uno más». Y la pregunta es: ¿hasta cuándo? ¿Cuándo va a parar esta situación?


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