Una de las banderas del Gobierno progresista antifascista de Pedro Sánchez es la defensa de la educación y la sanidad públicas, a la que me sumo con entusiasmo. Lo que no me entra en la cabeza es la obsesión que tienen en criticar a la sanidad y la educación privada.
Hace poco la vicepresidente del Gobierno y ministra de Hacienda María Jesús Montero, la chiqui Montero, se despachó a gusto al asegurar que “los médicos que estudian y se forman en las universidades privadas no ofrecen garantías para ponernos en sus manos”.
En España tenemos la mejor sanidad pública y privada y hemos de felicitarnos por ello
En esta peña el sectarismo los lleva a decir sandeces del tamaño de una catedral reiteradamente. La señora Montero es una indigente intelectual. En este caso habría que recordarle que los médicos de la sanidad pública y la privada, hayan estudiado en la pública o en la privada, tienen el mismo requisito insoslayable para poder ejercer la medicina, que es aprobar el MIR, una oposición de máxima dureza que es la misma para todos.
España tiene una de las medicinas públicas mejores del planeta, y lo mismo se puede decir de la privada, y me felicito por ello. Pero a este Gobierno le resulta imposible elogiar la sanidad privada, antes de hacerlo preferirían dejar el Ejecutivo.
El doctor Sangro, de la Clínica de Navarra, ha descubierto un tratamiento para el cáncer de hígado que va a mejorar la vida de muchos enfermos
Les voy a contar un caso que me pilla muy de cerca. Un doctor de la Clínica de la Universidad de Navarra, Bruno Sangro, a la sazón primo hermano mío, director de la Unidad de Hepatología de la citada Clínica e investigador del Centro de Investigación Biomédica en Red de Enfermedades Hepáticas y Digestivas (CIBEREHD), ha efectuado recientemente una investigación que ha demostrado la eficacia de combinar dos medicamentos, Durbalumab y Bevacizumab, con quimio embolización transarterial para tratar el carcinoma hepatocelular no operable.
El estudio, que está en fase III y ha sido publicado por la prestigiosa revista The Lancet, supone, según ha declarado el doctor Bruno Sangro, “la primera investigación que demuestra los beneficios de unir estos dos fármacos al procedimiento estándar al que se ha recurrido en los últimos 20 años para tratar esta enfermedad en pacientes en los que el cáncer no se ha extendido fuera del hígado, pero la cirugía no es posible”.
Con este tratamiento del doctor Sangro el riesgo de fallecimiento disminuyó un 23%
La quimio embolización transarterial consiste en administrar la quimioterapia directamente en los vasos sanguíneos que irrigan el tumor y en obstruir las arterias que lo alimentan con partículas o agentes embolizantes.
Con este tratamiento el periodo de tiempo durante el que la mitad de las personas con cáncer vive sin que su enfermedad progrese ha sido de 15 meses frente a los 8 meses de quienes no lo reciben y el riesgo de progresión o fallecimiento disminuyó un 23%.
El tratamiento descubierto en la privada se utilizará también, por supuesto, en la pública
O sea, que este tratamiento descubierto por el doctor Sangro, de la Clínica de Navarra, mejora las expectativas de vida de pacientes que en más de 20 años no han dispuesto de ningún progreso. Y, evidentemente, una vez descubierto por un médico que estudió y trabaja en la privada, el tratamiento podrá dispensarse también en la pública, como debe ser.
Tengo que reconocer que cuando tengo algún padecimiento, lo que a mi edad no es cosa rara, acudo a la sanidad privada. Por dos motivos. Por la rapidez en el acceso al médico de mi elección y porque desde el inicio mis males me los han tratado en la privada.
Le debo la vida a la oncóloga Carmen Guillén, de la pública, aunque me operé en la privada
Dicho esto, le debo la vida a una oncóloga, Doña Cármen Guillén, que en una revisión rutinaria que me hice en el Hospital Ramón y Cajal (público) en 2017, me detectó un carcinoma y me recomendó ponerme en manos de un especialista en urología. Por conocimiento y amistad me puse en manos del doctor Fernando Gómez Sancha, en la privada, que fue quien me operó junto a un especialista francés, Richard Gaston, y entre ambos me extirparon el carcinoma y lograron que pueda llevar una vida digna.
Una vez diagnosticado mi carcinoma, le pedí opinión también al jefe de servicio del Ramón y Cajal, que me indicó que la intervención que tenía que hacerme lo ideal era hacerla con un robot del que entonces no disponía el hospital, y me recomendó a los doctores Gaston y Gómez Sancha antes de que yo mencionara sus nombres, lo cual me tranquilizó sobremanera.
¿Por qué con una sanidad pública puntera en el mundo hay tantos seguros privados? Creo que por las esperas
Cuando en ocasiones también he acudido a la sanidad pública he recibido también un trato excepcional, y soy consciente de la suerte que tengo de ser español y poder disfrutar de una sanidad, así en general, de una calidad insuperable.
Y, para terminar, una reflexión última. Pregúntense por qué teniendo en España una sanidad pública puntera en el mundo hay tantos ciudadanos que se pagan un seguro médico privado. Probablemente la clave esté en la rapidez, en los tiempos de espera. Pero lo que hemos de celebrar, y debieran celebrar en el Gobierno, es que dispongamos, además de una sanidad pública universal de primer nivel, de una privada también puntera en el mundo. Que el sectarismo no nos ciegue. Defender la sanidad privada no me impide defender con entusiasmo la pública. Así debe ser.
Le preguntaré al doctor Bruno Sangro si le ha felicitado la ministra Montero por descubrir un tratamiento que mejora la vida de tantos enfermos. Me temo que conozco la respuesta. Yo siento orgullo y admiración por el doctor Sangro, una eminencia. Y no me pierde el vínculo familiar. Lo escribo porque le conozco bien y es un médico fuera de serie. Un humanista. Un sabio.