Recordarán ustedes la gran oleada de indignación que recorrió el país en el año 2011. Se materializó en una gran acampada en las principales plazas de ciudades y pueblos. Protestaban pacíficamente contra las políticas restrictivas, la precariedad, la gestión de la crisis económica… hasta que alguien dijo: “¿Por qué no creamos un partido?” Y en 2014 surgió “Podemos”. La marea morada parecía la mejor opción para luchar contra el eterno bipartidismo PSOE-PP. Proponían medidas populares para acabar con la corrupción en todos sus ámbitos. Pero ¿cómo llegaron desde la supuesta izquierda al conformismo?
Seis millones de personas participaron en las revueltas pacíficas, rodearon el Congreso, se subieron al Tren de la Libertad y marcharon por la dignidad. Mientras en una ciudad no muy grande, un dentista venido a menos se convierte en un afamado fotógrafo. Poco a poco se va descubriendo que es un machirulo abusador del más rancio patriarcado. Y quien lo pone negro sobre blanco es alguien que conoce de primera mano las atrocidades cometidas por el dentista y su cámara. Porque las víctimas y denunciantes se lo cuentan. Algo de no creer. Tanto es así que el letrado al que nadie conoce, solicita ayuda a todos los partidos políticos del espectro nacional. ¿Qué obtiene? El más absoluto silencio o mejor aún, lo que bien saben hacer los políticos: prometer y no cumplir. Y uno de esos partidos era Podemos.
La indignación morada mira para otro lado
Los militantes indignados y morados inexplicablemente -o no-, dan la espalda a las víctimas y no contentos con ello, lanzan una campaña en redes sociales calumniando a su representante legal. Quizás a estas alturas del relato tendría que cambiar el género gramatical. Las militantes de Podemos han publicado en sus cuentas inventos que podrían ser constitutivos de delito. Y lo más grave, cuando se les cuestiona por el caso Kote Cabezudo, éstas exhiben exactamente los mismos razonamientos que el violador en serie para no apoyar a estas chicas. ¿Cómo han pasado de luchar contra todas las injusticias a ser negacionistas del caso Kote Cabezudo?

Volviendo a las raices del partido morado… Supieron movilizar a la juventud, levantarla de su sillón especial para videojuegos y sacarla a la calle. Se formaron grandes movimientos sociales que bautizaron Mareas con diferentes colores. Marea Azul que promovía una visión del agua como bien común y servicio público, Amarilla en defensa del sistema público de bibliotecas, Verde por la educación pública, Blanca por una Sanidad pública, Granate contra la emigración forzada, Roja por los servicios públicos de empleo y Violeta contra los recortes en políticas de igualdad,¿A qué han quedado reducidas? A las descalificaciones en las redes sociales -especialmente en Twitter-. La militancia de base ya no sale a la calle. Ya no protestan, ya no acampan, ya no se “indignan”. La acción ha sido reducida al movimiento de los dedos en un teclado.
Consignas depende para quién
Y solo con los casos más sonados como el de Dominique Pélicot. Algunas de estas militantes llegaron a desplazarse al lugar donde se celebraba el juicio contra su marido y violador, a casi mil quinientos kilómetros de Madrid, para manifestar su apoyo y #HermanaYoSíTeCreo #NoEstasSola ¿Cuántas fueron a San Sebastián a gritar lo mismo en la puerta de la Audiencia Provincial mientras se celebraba el juicio? Duró casi un mes. Habían tenido tiempo de sobra para presentarse con sus pañuelos morados pero prefieren dar la espalda a estas mujeres por otra parte muy valientes.

El movimiento 15M ha finalizado con la imputación de sus líderes por delitos contra la indemnidad sexual. Cierto es que han tenido muchas zancadillas en el recorrido pero cuando son los egos los que se superponen a la movilización primigenia, cuando algunos se alzan como líderes y conocen y saborean el poder, ya no quieren dejarlo. Y mientras ellos dividen y trocean Podemos, ellas se conforman con salir todos los 8M y si hay batucada, mejor.