PEDRO SÁNCHEZ Y SUS RELACIONES CON PUIGDEMONT

En diciembre del pasado año saltó a la luz que Pedro Sánchez tenía intención de “normalizar” las relaciones con Carles Puigdemont y con Oriol Junqueras. ¿Cómo lo haría? Con reuniones a lo largo de toda la legislatura. Consideraba entonces, y probablemente puede que lo siga considerando ahora, que mantener reiterados encuentros con el expresident de la Generalitat es, ante todo, un paso coherente si el fin de esa normalización de las relaciones es llevar a buen puerto las futuras negociaciones que vayan a desarrollarse los próximos tiempos y, sobre todo, si se va a querer amnistiar los delitos vinculados al “procés”. 

Entonces evitó indicar si estas reuniones se iban a producir de manera inmediata. Tampoco concretó calendario para las mismas. Sólo afirmó y confirmó que se producirían porque era “algo lógico” y que no iba a ser algo inminente. El presidente afirmó que esos encuentros serían públicos. Algo que es de agradecer porque denota intención de mostrar, de enseñar y de hacer ver al electorado que lo que promete o lo que confirma que será, es.


Sánchez y Puigdemont «normalizan» sus relaciones

Todos intuimos, sin embargo, que frente a ese mostrar siempre hay cuartos oscuros en los que se mantienen reuniones, se desarrollan conversaciones y se llegan a acuerdos que después puede que no salgan a la luz. De momento, habrá encuentros, serán unos cuantos, pero no sabremos cuándo tendrán lugar. Desde Junts quieren que sean ya. Pero desde el PSOE evitan dar fechas, aunque apuntan a que serán después de que haya amnistía. 

Pero Junts presiona. Quiere que Puigdemont y Sánchez se reúnan. Y aunque se preveía que se celebrase a principios de este año, desde filas socialistas no quieren detallar mucho más. El caso es que mientras pasan los días, la reunión no se produce. Y no se sabe cuándo tendrá lugar Sólo que Pedro Sánchez quiere que sea “normal”. También que haya foto del momento, si puede ser con un estrechamiento de manos. Que se produzca con total normalización, un encuentro en el que los independentistas llevan pensando desde que se empezó a hablar de amnistía. Desde que se necesitaban sus votos para poder tener Gobierno. Desde la investidura y quién sabe si desde mucho más tiempo atrás.

Este encuentro será el primer cara a cara entre el expresident y el presidente del Gobierno desde que Puigdemont huyó a Bruselas. Y será en esta ciudad donde puede ser que se encuentren. Puigdemont, por su parte, quiere que sea algo formal. Algunas voces expertas dicen creer que la reunión probablemente sea antes del mes de mayo.


Una relación con sospechas de traición

De lo que sí se sospecha es de la existencia de posibles relaciones entre Puigdemont y Moscú. El Parlamento Europeo tiene indicios de que desde hace tiempo Rusia mantiene una estrategia de desinformación y desestabilización de los estados miembros de la Unión Europea. Ya el pasado verano el Parlamento aprobó una resolución de denuncia hacia esta estrategia rusa en la que, al parecer, se menciona en alguna ocasión el caso catalán. Algo que Puigdemont ha negado. De confirmarse la relación del expresident con el Kremlin para promover la secesión de Cataluña y, por lo tanto, desestabilizar la UE, estaríamos hablando, además, de un delito de alta traición. 

Día tras día, la actualidad en torno a Puigdemont monta y desmonta nuevas sospechas de traición. Muestra que hay mucho más escondido de lo que parece no sólo detrás de las relaciones entre Sánchez y Puigdemont, como de Junts o Tsunami democràtic, ese movimiento o plataforma ciudadana que promovió todas las protestas independentistas en la calle tras la sentencia por el procés. Ni qué decir tiene que también sigue y seguirá dando que hablar la relación entre los independentistas y esta variante de negociadores rusos que quieren desestabilizar Europa.

Desde luego, una parte de la política de nuestro país han conseguido que ya desestabilizada algo esté. E incluso que Sánchez y Puigdemont se reúnan, sea casi una minucia. Una más en el enfangado panorama en que parece asentarse nuestra política. La de todos. La que votamos casi a prisa y corriendo el pasado verano y, en definitiva, la que tenemos. Otro cantar ya es si realmente aunque la tengamos, es la que nos merecemos. 


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