WhatsApp es considerado por muchos el invento de los últimos 5 o 10 años. La herramienta que sirve a muchos para la comunicación inmediata. Sus “en línea” y “escribiendo” permiten a muchas personas saber que su interlocutor está ahí para ellos y les hace caso. Intercambiar mensajes a través de la herramienta es como hablar de tú a tú. Para otros sin embargo es una red social producto del “universo Zuckerberg”. Un invento como cualquier otro para tenernos controlados y enganchados al smartphone, que igualmente permite el anonimato cuando se desea y ofrece la posibilidad de comunicarse con perfiles que no son del todo reales.
Y tomando como referencia tanto la primera como la segunda opción, WhatsApp es también una herramienta que permite el acoso como ninguna otra. Es la aplicación de referencia para muchos ciberacosadores. Y la que empleó un presunto pederasta ahora acusado de haber engañado a cerca de 100 menores para tener sexo. El caso se está llevando en la Audiencia Provincial de Madrid. El juicio se celebró el pasado lunes a puerta cerrada. El fiscal pide para este presunto pederasta la nada desdeñable cifra de 1.324 años de cárcel y le imputa hasta doce delitos distintos de pornografía infantil, abusos sexuales, ciberacoso y corrupción de menores entre otras muchas lindezas..
El presunto pederasta se hacía pasar por quien no era. Decía llamarse Lorena y con esta tarjeta de presentación entraba en contacto con menores de 16 años a los que les incitaba a enviar fotografías desnudas o masturbándose. Los menores creían estar hablando con una chica tal vez de su misma edad. Con ella entraban a tratar temas que no se plantearían con alguien mayor. Y de eso se valía el presunto pederasta. Se colocaba el escudo de una identidad falsa y con un anonimato descaradamente provocado, ciberacosaba a sus víctimas.
La moraleja de la historia es que esto no es un cuento de ficción. Es real. Ocurre a diario y nuestros menores pueden vérselas con gente así y no solo a través de WhatsApp, Telegram o redes sociales como Instagram. Los foros en Internet ya casi que son cosa del pasado pero también albergan muchos hilos sospechosos de ciberdelincuencia sexual. Y si tenemos que buscar una moraleja diremos que de la misma manera que cuando alcanzamos los 18 años tomamos clases para aprender a conducir, nuestros menores deberían conocer la herramienta que manejan a diario como si tal cosa.
Las redes sociales, los canales de mensajería instantánea como WhatsApp y muchas páginas de Internet albergan sospechosos de muchas cosas que se escudan en una identidad falsa para captar víctimas y lanzarles al vacío del delito sexual. Nuestros menores no solo necesitan una guía previa que les haga tomar como importante aquello que consideran inofensivo y sobre todo, tener en cuenta que manejar Internet requiere cierta dosis de desconfianza por tomar como real aquello que se encuentra en la red.
A los pedófilos, ciberacosadores, delincuentes sexuales y personal de la misma calaña que se hacen pasar por quienes no son y se valen del engaño para abusar, poco les podemos decir. Siempre ha existido este tipo de gente y es la que permite que los buenos existan también. Su desviación puede deberse a una enfermedad, a una alteración… Quién sabe. Nos gustaría pensar que algún día dejará de haber paz para todos los malvados. Algún día los abusos a menores, la pederastia y el ciberacoso tendrán tan poco éxito y sentido y dejarán de existir.
Y nosotros dejaremos de hablar de ello como sucesos de actualidad porque en realidad serán ya pasado. Pero hoy es una realidad tan cierta y tan real que da miedo. Por eso es tan necesario abrir los ojos, tragar saliva y empezar a concienciarnos de que el mundo en el que vivimos está sucio. Y esa suciedad ha de quedar plasmada ante los ojos de cuanta más gente, mejor. No para que se hagan insensible a ella, sino para que entiendan que hace falta limpiarla. Algo que solo se puede hacer en comunidad.
Pedofilia