El fraude de Maduro en las elecciones venezolanas ha generado, seguro, cierta frustración en la oposición interna y en la diáspora. El chavismo, continuado y endurecido por Nicolás Maduro, ha forzado al exilio a más de 8 millones de venezolanos. Un cuarto de la población del país. Hablo cada día con amigos de allí que me cuentan como el dictador ha recrudecido la persecución a los disidentes. Cada día se reportan casos de secuestros, torturas y asesinatos extrajudiciales. Además me insisten en “lo importante que es que no se deje de hablar en todo el mundo de lo que está sucediendo. Os necesitamos”.
La dictadura de Maduro destroza un país maravilloso
Maduro cada poco se quita el patético chándal y aparece vestido con uniforme de alto mando militar. Pero no es militar, es un conductor de autobuses convertido en dictador. En el Ejército venezolano cada día crece el malestar, pero estamos lejos de que sean ellos quienes pongan freno al disparate. En muchos mandos ha sentado mal la llegada de más militares cubanos y rusos que son empleados en la brutal represión contra los opositores.
Y, por supuesto, cada día crece, junto a la inseguridad, la miseria económica. Una inmensa mayoría de Venezuela, un país rico productor de petróleo vive en situación de pobreza extrema, en condiciones de absoluta miseria. Está muy bien la ola de solidaridad generada tras el pucherazo electoral, pero no debemos olvidarnos de Venezuela, del sufrimiento de los venezolanos y de la dictadura que ha destrozado un país maravilloso.
Me resulta indignante y repugnante el silencio de la izquierda autodenominada progresista. Es cómplice de un régimen convertido además en un cártel del tráfico de droga. Una narco dictadura de libro. Lo más repugnante es que ese silencio es en muchos casos a cambio de dinero. Maduro riega generosamente, como hacía Chávez, a quienes les prestan apoyo.
En el caso de España destacan Juan Carlos Monedero, que tiene manga ancha en el palacio presidencial de Miraflores desde Chávez y José Luis Rodríguez Zapatero, que lleva años siendo un protector del dictador. Ambos están siendo generosamente recompensados. En el caso de Zapatero, el Gobierno español nos debe una explicación. Se trata de un ex presidente de Gobierno del PSOE que sigue cobrando sueldo del erario español. Pedro Sánchez y sus cuates toleran que Zapatero actúe de un modo que avergüenza a cualquiera que tenga el mínimo respeto por la democracia.
La comunidad internacional y España no puede olvidarse de Venezuela
Sucede con Venezuela como con los conflictos bélicos, que pasa el tiempo y caen en el olvido de los ciudadanos y de los medios de comunicación. Yo no me olvido de Venezuela ni de los venezolanos. Y, seguiré reiterando la necesidad de apoyar a un pueblo al que le han robado la patria, la esperanza y el futuro y al que Maduro está masacrando sin piedad. Y reitero, Maduro tiene además un negocio infame y está vinculado al narcotráfico a gran escala.
No creo que nunca, cuando manejaba autobuses, imaginara que iba a hacer una fortuna milmillonaria. Pero la ha hecho destrozando su patria. La comunidad internacional no puede olvidarse de Venezuela. Y, menos aún España, aunque a este Gobierno no parece preocuparle lo que está sucediendo allí.
Por cierto, aún está por aclarar la participación de Zapatero en el “Caso Morodo”. Raúl Morodo fue designado embajador en Caracas por Zapatero. En 2019 cuatro personas relacionadas con Morodo, incluyendo a su esposa y su hijo Alejo, fueron detenidas por la Audiencia Nacional acusados de blanqueo de capitales extraídos ilícitamente de Petróleos de Venezuela (PDVSA), de delitos contra la Hacienda Pública y corrupción internacional.
En la causa constan cartas del embajador Morodo recomendando a su hijo dirigidas a Hugo Chávez, Diosdado Cabello y Delcy Rodríguez, a la que se dirigía como “querida gacela”. La Fiscalía retiró la acusación contra la esposa de Morodo pero la mantiene contra el embajador, para quien solicita 3 años y medio de prisión y contra su hijo Alejo y su esposa, Ana Catarina Varandas, para quienes pide 8 años de prisión.
Morodo no es diplomático de carrera y su nombramiento como embajador político fue empeño del presidente Zapatero, de quien era amigo desde años atrás. La presencia desde hace años de Zapatero como avalista de Maduro no es ajena a Morodo, quien durante sus años como embajador hizo pingues negocios con la dictadura. Y el PSOE, callado.