La Navidad es para muchos, tiempo de recogimiento y de paz. Tiempo de reuniones en familia y reencuentros con aquellos a los que hace tiempo que no se ve. Pero también es tiempo de consumismo, de compras sin límite esperando encontrar el mejor de los regalos. Es tiempo de aglomeraciones y de largas colas de espera para poder entrar en este o aquel espectáculo en una gran ciudad. Para otros es tiempo de castañas asadas, de roscón, de turrones, polvorones y peladillas.
En resumen, tiempo para comer lo que no se ha comido el resto del año y ponerse hasta el último pelo de la coronilla de dulces, salados o salseados. Lo mismo da. Porque de lo que nadie duda es de que estas fechas son sí o sí, sinónimo de comer, y comer mucho, bastante. Lo cual en ocasiones deriva irremediablemente en kilos de más que se tarda meses es disipar. O lo que es peor, en indigestiones. No lo decimos nosotros sino las cifras. Los profesionales médicos aseguran que en Navidad pueden aumentar hasta en un 25% las consultas por indigestión o empacho. ¿Causa? Nos pasamos comiendo y el cuerpo queramos o no, tiene un límite del que es mejor no pasar.
Las comidas por lo general ricas en grasas y en sal. Las bebidas también generalmente alcohólicas, hacen mella en nuestro cuerpo. Y de hecho las principales patologías que se observan en aquellos que acuden a la consulta porque quizá han comido o bebido de más, no son otras que ardores, pirosis (que se produce cuando la acidez del estómago acaba subiendo hasta la boca), distensiones abdominales, gases o incluso diarreas. ¿Cómo identificar aquello que puede fastidiarnos el estómago? Fácil. En primer lugar sabiendo que comer mucho más de lo que estamos acostumbrados habitualmente va a tener consecuencias en la marcha normal de nuestra digestión. Seguro que lo notamos.
La Navidad y los excesos en las celebraciones
Pero también hay ingredientes o productos que sí o sí, van a provocar consecuencias (in)esperadas en nuestro cuerpo. ¿Por ejemplo? Frutas como el melocotón, los albaricoques, los kiwis, las cerezas o el plátano, que forman parte de muchos de los postres típicos de la Navidad, lejos de ayudar a que hagamos la digestión si las tomamos después de las comidas, pueden llegar a empeorarla.
En cuanto a los frutos secos, algunos como las nueces, los cacahuetes o las avellanas, presentes en procesados que suelen tomarse antes de la «comida o cena de Navidad” pueden generar picores, inflamaciones, vómitos o sarpullidos, aunque no seamos alérgicos a los mismos. Simplemente nos caen mal en el cuerpo y éste reacciona. Algunos lácteos pueden inflamarnos también el estómago más de la cuenta. Todo ello sin contar con los consabidos asados que a veces van acompañados de salsas y otros aderezos a los que puede que no estemos acostumbrados en nuestro día a día.
¿Cómo solucionarlo? Los nutricionistas recomiendan espaciar las comidas en el día. Es decir no esperar a hacer el “atracón del año” con la cena o la comida de Navidad, sino que tratemos de comer poquito pero a menudo. Recomiendan también evitar varias comidas copiosas de manera seguida. Si no hay remedio o si sí lo hay y aun así queremos enfrentarnos a la comida copiosa de todos los años, el consejo entonces es masticar bien todos los alimentos. Ya que de no hacerse de esta manera, probablemente el ardor y la hinchazón vengan casi sin evitarlo.
Hay que evitar también acostarse inmediatamente después de haber cenado. Esto en un día normal puede que sea sencillo de realizar, pero si en una cena o comida hemos ingerido más del doble o del triple de lo que estamos acostumbrados, acostarse inmediatamente puede ser letal para nuestro estómago. Y ni la sal de frutas va a poder echarnos una mano para solucionarlo.
Un último consejo es que los alimentos muy fríos o excesivamente calientes también pueden provocar hinchazón en el estómago. Incluso pueden incentivar la aparición de úlceras cuya solución es mucho más complicada a la larga. Se recomienda tomar infusiones tras las comidas o las cenas. Y sobre todo infusiones naturales como por ejemplo las que lleven canela, pues ésta hará que se eviten las posibles flatulencias que puedan aparecer y favorece el tránsito en las digestiones que se estiman lentas.
La manzanilla, las infusiones de jengibre o el anís verde son también buenos aliados para prevenir digestiones pesadas. Porque ya que estamos metidos “en harina”, por lo menos que las consecuencias de esas grandes comidas y cenas, podamos sobrellevarlas de la mejor manera posible. ¡Felices platos, postres, frutas y asados! ¡Feliz Navidad!