LAS PALABRAS Y SU GRAN PODER

Las palabras son mágicas. Cuando decimos palabras estamos fotografiando una idea. A veces bien pensada, a veces no. Cuando las escuchamos casi nunca nos paramos a meditar sobre el sentimiento que puede haber detrás de ellas. Las palabras hieren, se van, aman, manifiestan, permanecen cuando se escriben, adoran, están de más… Si de verdad hay un sentimiento dentro, las palabras sobran. Si se sacan fuera de su contexto, están equivocadas.

Las palabras aburren, se escapan, surgen… Juntamos palabras con palabras. Nos expresamos. Alguien trajo al club un juego: definir con una sola palabra a cada uno de nosotros. Si nos paramos a pensar en la época que nos ha tocado vivir, en el trocito de camino que estamos recorriendo juntos ¿podría realmente definirse con una sola palabra?


La palabra: el pensamiento hablado

Decimos una palabra, la escuchamos, participamos con ella. Son tres fases diferentes. Cada minuto de nuestro día tiene una palabra. El sentimiento, el pensamiento, la proyección de nuestro entorno, cómo me miras tú, cómo te miro yo y lo que miramos juntos… Todo es diferente, todo son palabras diferentes.

En cambio, si en vez de usar los oídos, usamos las emociones, si usamos las expresiones de rostro para decir esa palabra que tanto nos cuesta pronunciar… Si todos nosotros fuéramos mudos ¿habría tanto escándalo? ¿Nos tiraríamos de los pelos por “oír” cierta palabra? ¿Echaríamos toda una vida por la borda con tal de no pronunciarla? Es más ¿se nos vería como en realidad somos?

“Señor, una palabra tuya bastará para sanarme”. La palabra convertida en dogma de fe.

“Dame tu palabra y te creeré”. La palabra convertida en trámite.

“Una sola palabra más y te mato”. La palabra convertida en furia.


Las palabras: expresión de emociones

Las usamos, les damos la vuelta, las pintamos de colores. La expresión de la palabra, la manera en que se pronuncia, el sentimiento al nombrarla son también ingredientes que forman parte de ella, pero eso casi nadie lo ve. Solo se quedan con la palabra dicha sin mirar más allá del sonido.

Ver. Oír. Callar. Comunicación: algo primordial para los tiempos que corren. La palabra grabada en un dispositivo, con sus matices, con sus modismos, pero sin la expresión de la persona que la pronuncia. Ironía, consuelo, diversión, tristeza ¿qué nos estamos perdiendo? Nos hablan, oímos, pero no captamos el mensaje, aunque la palabra sea la misma.

Mensaje vacío, frase sin verbalizar, olvido de significados. Las palabras se convierten en armas arrojadizas: yo te digo, tú me juzgas, él me ignora, nosotros pensamos, vosotros pronunciáis, ellos no escuchan.

Que alguien me diga la palabra que acaba con una amistad.

Que alguien me diga la palabra que termina con una bella historia de amor.

Que alguien me diga la palabra que mata.


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