Se estima que durante el confinamiento de 2020, los casos de pedofilia en la red aumentaron un 500%. Y la operación era sencilla: a más número de horas de exposición por parte de los menores, mayores posibilidades de captar víctimas por parte de los pedófilos. Y si en tiempos prepandémicos unidades especiales de la Guardia Civil llegaban a recibir alrededor de 10 casos diarios, durante el tiempo que estuvimos confinados, esta cifra aumentó hasta los 650 casos cada día.
Vivimos en una sociedad cada vez más digitalizada, lo cual conlleva también que el tiempo de exposición ante la red sea mucho, los adultos pero también los niños. Un hecho que ha propiciado que crezca de una manera alarmante el número de casos de pedofilia a través de Internet, y se desborden las unidades policiales encargadas de investigar este tipo de casos.
La situación se complica no solo por el número de casos detectados, sino por la especialización de los mismos. Es decir, las investigaciones cada vez han de ser más complejas, fruto de la sofisticación que ha tomado el uso de Internet y la especialización de todos los usuarios. Así, según un artículo publicado en el diario ABC, los pedófilos usan máquinas virtuales, navegan de forma anónima, pagan en criptomonedas. En consecuencia, es más complicado darles caza. El trabajo se complica. Las unidades especializadas tienen que echar mano de técnicas más avanzadas que les permitan ser más efectivos de lo que son.
Pedofilia y tecnología de rastreo especializada
Según la organización Child Rescue Coalition: “750.000 pedófilos se mantienen online de forma casi constante en el mundo. Intercambian material, retransmiten abusos en directo, extorsionan a niños para producir pornografía infantil o están en proceso de hacerlo”. De modo que han promovido una tecnología de rastreo que está siendo empleada en más de 95 países a lo largo y ancho del mundo. Con ella pueden ver desde qué ordenadores se comparten imágenes, vídeos o material susceptible de ser pornográfico. Además, otras iniciativas como la promovida en Francia bajo el nombre Team Moore, están ayudando a dar caza a los pedófilos que operan en la red amparados por el anonimato y con el objetivo de captar cada vez más víctimas inocentes.
El diario Canarias 7 se hacía eco hace poco más de un año de la herramienta “Nordicmule”. El objetivo de esta herramienta es la localización de usuarios y comprobación de posibles vídeos de pedófilos que estén circulando por la red. La herramienta ha sido creada por el Servicio Nacional de Investigación Criminal Noruego (en sus siglas NCIS), y permite crear de forma automática una tabla que refleja la IP de conexión, hora, fecha o nombre de los archivos que se encuentran almacenados en los equipos sospechosos. A través del organismo Europol, se pone a disposición de otros cuerpos policiales a nivel internacional.
Porque internacional es el problema. En un mapa del mundo, todos los continentes tienen puntos sospechosos de casos de pedofilia. Y no para de crecer. Según el Centro Nacional para Niños Desaparecidos y Explotados (NCMEC), desde 1998 las cifras son alarmantes. Recibieron 3.000 avisos ese año. 16 millones en 2019, dos décadas después. Guarismo que entre enero y septiembre de 2020 alcanzó los 21 millones, empujado por el brutal pico de abril, tal y como recoge ABC.
El crecimiento exponencial no deja entrever una solución a corto plazo. Desde todos los rincones desde los que se ponen en marcha mecanismos de detección, la queja es la misma: faltan recursos. Por ello, los profesionales implicados en la investigación de la pedofilia, trabajan con lo que tienen, con lo poco que cuentan y con la experiencia. Pasan los años y la especialización es mayor, pero mayor es también el problema. Y las soluciones pocas en nuestras manos. Quizá un mayor control en la exposición de los menores ante la red, concienciación en el uso de las nuevas tecnologías y colaboración tanto con las autoridades como con otros colectivos que en conjunto, quieren luchar contra esta gran lacra social del siglo XXI.