La imagen personal es la carta de presentación de uno mismo hacia nuestro entorno. Podríamos decir que es nuestra carta de presentación frente al mundo. Pero ¿por qué le damos tanta importancia a nuestra apariencia física? Por tener un determinado nivel social, un status. ¿Realmente es por sentirnos valorados por los demás? ¿Lo hacemos porque esto sube nuestra autoestima? Lo que es innegable es que lo que mostramos a los demás, puede repercutir positivamente o no en nuestras relaciones personales. No por ello debemos de dejar de lado nuestros valores y nuestra personalidad, porque en realidad es nuestra esencia y nuestro valor más preciado. Trabajar en nuestra imagen puede suponer que consigamos mejorar nuestras capacidades y así poder mostrar lo mejor de nosotros mismos a los demás.
El desarrollo de las comunicaciones y nuestras relaciones personales nos han impulsado a cuidar nuestro cuerpo pero realmente ¿es una preocupación personal por nuestro cuidado y salud? ¿O simplemente queremos que los demás nos vean con un gran cuerpo, delgado y seguir unos cánones marcados por la sociedad? Está en nuestra naturaleza causar buena impresión a los demás, sentir el aprecio de los que nos rodean y sentirnos parte de un grupo social pero ¿dónde está el límite con la superficialidad?
¿Hasta qué punto somos superficiales?
La importancia de la imagen en las relaciones sociales puede incluso abrirnos puertas no solo a nivel personal, sino también profesional. Pero ¿es tan importante esa ‘famosa’ primera impresión? ¿Somos víctimas de una sociedad en exceso superficial que juzga a las personas más por la fachada que por su valía personal y profesional?
Tenemos que ser conscientes de la velocidad y la rapidez con la que otros nos catalogan, nos etiquetan. En cuestión de segundos y con una sola mirada o una corta conversación con alguien, nos podemos hacer una idea de cómo son los demás e incluso podríamos descubrir que esa persona podría colaborar con nosotros en nuestra empresa, ser el amor de nuestra vida o un amigo para toda la vida. Esta claro que la primera impresión cuenta y a veces cuesta quitarnos de la cabeza la primera impresión que tenemos de otras personas.
Solo con el tiempo y conociendo con más profundidad a la otra persona, podemos deshacernos de esa primera impresión negativa y darnos cuenta que nos hemos equivocado. Claro que también puede ocurrirnos todo lo contrario: creer en una primera impresión que es una persona acorde con nosotros y darnos cuenta posteriormente de nuestra equivocación. Las personas nos definen por lo que ven y por la información que les damos, y no solo a nivel de apariencia sino en el mensaje que les trasladamos.
Hay que tener en cuenta que la imagen que proyectamos depende no solo de nuestra forma de vestir o nuestro físico, sino también de nuestra forma de comunicarnos. Cómo decimos las cosas es casi más importante que lo que estamos diciendo. Nuestros gestos, la entonación o incluso el lenguaje corporal hacen que la otra persona se haga en unos segundos una idea de nosotros mismos. ¡Somos juzgados en muchas ocasiones entre treinta y sesenta segundos después de habernos conocido! Todo entra por los ojos: un pastel que nos llama para ser devorado, un abrigo o ropa que creemos que nos quedaría genial, una persona que no nos gusta desde un principio o alguien con el que conectas al instante. Nuestra imagen externa es una representación de cómo nos sentimos con nosotros mismos por dentro.
La clave: el amor hacia uno mismo
Anteriormente ya hemos hablado sobre la importancia de cuidar nuestra imagen personal. Queramos o no, nuestro cuerpo, vestimenta y el resto que la componen, siempre comunican un mensaje. Esto puede ser algo frívolo porque si hablamos de la ropa que utilizamos, de cómo caminamos, nuestro peinado, nuestro aspecto físico, cómo nos comportamos… son detalles muy superficiales. Así que tratemos de dar el mensaje correcto, el que sea fiel y verdadero con nosotros mismos, sin aparentar y creernos ni más ni menos que los demás. Pero tratemos de darlo por nosotros mismos y no por los demás.
Cierto es que todos estos detalles pueden ser una herramienta o nos pueden ayudar a conseguir nuestros objetivos, no solo a nivel personal sino también profesional. Cuidar nuestra imagen es sentirnos bien con nosotros mismos es demostrar lo que somos en esencia, mostrarnos cómo somos realmente. Cuidarnos porque eso es lo que queremos nosotros: sentirnos bien por dentro y por fuera. Llevar una vida saludable porque queremos cuidar nuestro cuerpo y tener un equilibrio entre nuestro cuerpo y mente. Y no solo cuidar nuestro interior, sino también nuestro exterior, esa imagen que mostramos a los demas. Cuidar ese aspecto exterior, nuestra apariencia, porque nos hace sentirnos plenos.
Nuestra imagen es una representación externa de cómo nos sentimos en nuestro interior. Ocurre con frecuencia que según el humor que tengamos ese día y cómo nos levantemos, así elegimos nuestra ropa. Si nos levantamos con una sonrisa, con vitalidad y alegría, seguramente escogeremos ropa alegre y agradable a la vista. Si por el contrario no hemos dormido bien o algo nos preocupa, no nos apetece arreglarnos y nos ponemos cualquier cosa. Esto sucede porque nos vestimos como nos sentimos. En definitiva cuidemos nuestra imagen interior y exterior. Todos nosotros somos personas especiales que intentan aportar y seguir creciendo en este camino que llamamos vida.