INFAME CEFERIN, INFAME UEFA

Tuve el privilegio de estar el pasado sábado en Paris en la final de la Champions, la Copa de Europa de fútbol que el Real Madrid le ganó en buena lid al Liverpool. Acudí junto a mi hijo, lo mejor que me puede suceder en la vida. He de decir que inicialmente Paris sonaba bien como sede del mayor espectáculo que puede darse en el mundo del deporte. Una ciudad grandiosa, un país se presume que avanzado. Pero la realidad fue muy diferente. La organización de la final en el Stade de France fue un desastre histórico sobre el que se han contado muchas mentiras. Tengo escrito aquí que la FIFA es la institución más corrupta del planeta. Y la UEFA es hija de la FIFA. Y se supera cada día en ineptitud de la mano de Aleksander Ceferin. Infame la UEFA e infame Ceferin.

La afición del Liverpool tuvo un comportamiento ejemplar. Durante todo el día en Paris convivimos entretenidos los aficionados de uno y otro equipo. Había más ingleses. Ni un incidente. Camaradería, buen rollo, ambiente festivo. Gentes de toda edad y condición disfrutando de un día festivo esperando que llegara la noche para asistir a la gran final. Los establecimientos gastronómicos parisinos se dedicaron a sacarnos a los presentes la pasta. Inflaron excesivamente los precios (10 euros un café). Así no se recibe a los turistas.

La UEFA, el gobierno francés y los responsables de la ciudad de Paris fracasaron estrepitosamente con una negligencia inaudita. Las estaciones, andenes y vagones del metro para llegar hasta Saint Denis eran una masa ingente de hombres, mujeres y niños, en un espacio insuficiente en el que nadie se ocupaba de informar u ordenar el movimiento. Alcanzada la calle en Saint Denis, hay que recorrer un buen camino hasta el estadio. De pronto había que traspasar un pequeño paso bajo un puente antes del primer anillo de control en el estadio. De la mano de mi hijo temí lo peor. No era necesario haber vivido como yo muchas finales y eventos deportivos para presagiar que ese embudo humano iba a traer problemas serios. Debió haber carriles específicos para cada hinchada que acudía a puertas diferentes, y debió haber una señalización adecuada.

Pero no, allí todo conducía a un estrecho callejón. La unión de miles de personas y vallas es una mezcla que ya ha dejado decenas de muertos en eventos similares. Las aglomeraciones eran fantásticas. El tumulto era asfixiante porque metros antes del estadio instalan un control que se convierte en un cuello de botella que amenaza drama. Cuesta respirar. Unos pocos policías antidisturbios en vez de ordenar los movimientos, se infiltran en la masa a la caza de algunos que se colaban. Les persiguen exhibiendo una violencia innecesaria y poniéndonos en riesgo a los demás.


La ineptitud de la UEFA es alarmante

A mí y a mi hijo nos caen algunos golpes antes de que delante nuestro cacen a uno a quien una vez reducido en el suelo, apalean de forma cruel e innecesaria. Una incompetencia policial agravada sin duda por una estrategia de sus jefes en la toma de decisiones nefasta. La innecesaria agresividad genera problemas serios. Me vienen a la cabeza la tragedia de Heysel en 1985: 39 muertos. O la de Hillsborough en 1989: 97 muertos. Poca policía y muchos ladrones junto a las dos aficiones. Y la poca policía mal situada, mal instruida e innecesariamente violenta.

Superado el primer filtro queda llegar a la puerta del estadio. Por la zona campan muchos grupos de ladrones. No soy racista ni xenófobo pero la mayoría de ellos eran chavales de evidente origen árabe entregados al robo de móviles, carteras o lo que pillaban. Una vez dentro del estadio, anuncia la UEFA que el partido se retrasa por problemas de seguridad con aficionados del Liverpool en la entrada del estadio. No es verdad. Los aficionados del Liverpool no provocaron problema alguno de seguridad. El problema eran la ineficacia policial, la seguridad organizada por UEFA, las autoridades parisinas y los mangantes que acosaron a los aficionados del Liverpool. También la ausencia de indicaciones adecuadas, muchas veces incluso inexistentes.

Durante el partido, cuando marca Benzema un gol, el VAR de Ceferin tarda cinco minutos en dictaminar que había un fuera de juego discutible. En el descanso los bares son inaccesibles. Los urinarios masculinos inaccesibles porque estaban inundados de orín porque los WC estaban atascados y desbordados. Un desastre todo.

Terminado el partido la salida fue peor que la entrada. Visto el fracaso en el inicio, comparecieron en los alrededores del estadio 3.000 antidisturbios más. Las masas tratábamos de abordar la entrada al metro para regresar al centro de París. Aún quedaban restos del gas pimienta que lanzaron los agentes policiales. Nos afectó a todos al salir. Los policías en vez de ordenar el movimiento, estaban apostados con las porras en alto preparadas para golpear y las escopetas de pelotas de goma en posición de disparo. Complicaron el tráfico humano en vez de facilitarlo. Estaban apostados en lugares en los que no hacían falta alguna. Y entre la muchedumbre, las bandas descontroladas asaltando a quien podían. Torpes también los mangantes porque a muchos de ellos les pillaban los aficionados antes de consumar los robos, en la calle y ya dentro del Metro, originándose escenas violentas.

En el metro algunos empleados en vez de a ayudar y ordenar el movimiento decían en voz alta: “sigan, sigan, no se paren, avancen”. Y cuando llegaban los trenes, entrar en un vagón era una odisea. Una vez dentro había que seguir protegiendo la cartera y el teléfono de mangantes múltiples. Aficionados del Liverpool y del Real Madrid tuvieron que saltar vallas para poder llegar al estadio con sus entradas.

Aterra pensar que Paris va a acoger unos Juegos Olímpicos en dos años, por más que los JJ.OO. reúnan a público diferente, menos pasional que el fútbol. Pero en París el sábado las aficiones de Madrid y Liverpool fueron ejemplares. Tan ejemplares como infames la UEFA de Ceferin y las autoridades francesas, estatales y municipales. El colapso de la red telefónica complicó aún más el panorama porque imposibilitaba avisar a padres, hijos, hermanos o amigos de dónde estaba cada uno y de lo que estaba sucediendo. 

En lo deportivo, la Final confirmó que el Real Madrid es el mejor equipo de Europa. Esta Champions comenzó con el escándalo de Ceferin en el sorteo, buscando el emparejamiento del Real Madrid con el PSG creyendo que el petro-fútbol iba a imponerse al fútbol. El Real Madrid ha ganado esta Champions, su decimocuarta, eliminando a los tres primeros equipos de la Liga inglesa, que pasa por ser la mejor del mundo, y eliminando al campeón de Italia y de Francia. Hablan de suerte, pero en el deporte de alta competición se puede tener suerte una vez, pero no cinco. El Real Madrid en superior a todos porque su historia no pesa como plomo en las camisetas de los jugadores, sino que les empuja a la excelencia. 

El sábado en Paris, el retraso en el inicio del partido, un problema para la concentración de los equipos y los jugadores, no le afectó. El primer tiempo el Liverpool tuvo al Real Madrid encerrado 30 minutos, con un dominio aplastante. Pero los cinco últimos minutos previos al descanso, con el gol anulado a Benzema y otras llegadas peligrosas a la portería de Allison me llevaron a decirle a mi hijo que ganábamos seguro. En el segundo tiempo, el Madrid se sacudió el dominio y marcó un gol en jugada de Valverde culminada por Vinicius: justicia poética. Courtois fue el mejor del partido, sin duda, pero quedan para la historia también el partidazo de Carvajal y Valverde y el acierto de Vinicius.

El Real Madrid ganó su séptima Copa de Europa el 20 de mayo de 1998. Tras 32 años de no acercarse, desde entonces, final que ha jugado, final que ha ganado. Nadie se aproxima siquiera al Real Madrid en la suma de títulos ni en la secuencia de conseguirlos. Ha jugado 17 finales y ha ganado 14 de ellas. De las últimas 9 el Real Madrid ha ganado 5. Eso no se consigue con suerte, se logra con un equipo supremo. No en todas las Champions el Madrid ha desplegado un fútbol excelso. No ha ganado ninguna con una generación específica de estrellas. Incluso con una generación histórica que jugó al fútbol como los dioses, la famosa “Quinta del Buitre”, no llegó a ganar ninguna.

Pero desde la séptima que le ganó en Ámsterdam a la Juventus se han jugado 25 y el Real Madrid ha ganado 8. El Madrid tiene una experiencia y una magia con esta competición que es inigualable e insuperable. Muchas veces no nos tienen como el mejor equipo de Europa, pero una y otra vez somos campeones porque derrotamos en buena lid a los que dicen que son los mejores. Este año solo nos ha faltado eliminar también al Bayern de Múnich para habernos cargado a todos los grandes. Esta última Champions tiene un mérito especial. Cuando nadie daba un duro por el Real Madrid, hemos eliminado al Inter de Milán, Al PSG parisino, al Chelsea, al Manchester City y al Liverpool.

En la final, como en las tres últimas eliminatorias, la cosa pintó fea al inicio pero como siempre apareció el Real Madrid ganador. Sabe ganar estos partidos por su categoría. Nadie podrá hablar de suerte. Ganó porque fue mejor, porque supo jugar mejor el partido, porque tiene al mejor portero del mundo y a parte a los mejores jugadores del mundo. Esto es el Real Madrid. Guste o no a sus odiadores que en el fondo le envidian porque todos querrían ser como el Real Madrid.

El Real Madrid fue elegido Mejor Club del Siglo XX por la FIFA. Ya va camino de tener que ser elegido mejor Club del Siglo XXI. Esto tendrá más mérito porque ahora compite en desigualdad de condiciones con estructuras financieras y políticas que conforman clubs-estado con la UEFA mirando para otro lado. Saben que soy muy crítico con Florentino Pérez en muchas cosas pero no se le pueden restar eficacia y mérito en la gestión que está haciendo al frente del mejor club del mundo.

Dios y la vida me han concedido poder vivir estos episodios deportivos épicos de mi equipo del alma junto a mi hijo, junto a mi familia. Soy muy afortunado por ello. Lo valoro y lo agradezco. Paris fue una fiesta del deporte pero el infame Ceferin, la infame UEFA y las infames autoridades francesas, junto a las bandas de ladrones de Saint Denis, estuvieron muy cerca de arruinar la fiesta y provocar que terminara en tragedia. Dios no lo quiso. Pero alguien debe pagar su responsabilidad en lo sucedido porque fue muy grave y pudo terminar en tragedia histórica. Y finalizo insistiendo: los aficionados del Liverpool tuvieron un comportamiento ejemplar antes, durante y después del partido. Y no son responsables de nada de lo sucedido. Fui testigo de ello.


Y Además…

  • El País sigue publicando editados los audios de Villarejo omitiendo todo lo que afecta al PSOE, al CNI. Gracias a Alvise Pérez estamos pudiendo escuchar los audios íntegros. Alvise sigue dejando en pelotas la indignidad de El País que no cabe duda de que ha comprado esos audios para evitar que otros los publicaran íntegros.
  •  María Dolores Delgado, Fiscal General del Estado, conocida en su gremio como Lola, viene beneficiando desde que accedió al cargo con su política de nombramientos a la Unión Progresista de Fiscales (UPF). Pero las últimas elecciones al Consejo Fiscal la UPF recibió un severo castigo. Otorgando una incontestable mayoría a la mayoritaria Asociación de Fiscales (AF), muy crítica con el gobierno de Sánchez. Ahora la AF insiste a Lola Delgado en la necesidad de formar el Consejo Fiscal pero Lola retrasa la constitución de este órgano asesor del fiscal general argumentando que está de baja médica hasta el 15 de junio. La AF dice con razón, que en otras ocasiones la constitución del Consejo Fiscal solo se ha demorado cinco días. Ahora llevan un mes esperando. La baja de la Fiscal General no es motivo suficiente. La institución puede y debe seguir funcionando. El motivo real del retraso es el temor de Lola Delgado a que el nuevo Consejo Fiscal le ponga en apuros porque va a contar con menos apoyo. El Consejo Fiscal participa en la designación de los puestos más relevantes de la carrera fiscal y en la regulación de su funcionamiento interno. Y Lola Delgado busca y no encuentra cómo seguir controlando la institución al servicio del Gobierno, del que ella formó parte y a cuyo servicio gestiona una institución que debiera ser independiente.

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