Las grandes figuras para tomar como ejemplo y los grandes valores que se suponen tienen que regir una sociedad, están continuamente poniéndose en entredicho. Se encoge el corazón cuando se oye a un niño decir que de mayor le gustaría ser influencer o tiktoker y no científico para investigar una cura contra el cáncer, o médico para salvar vidas o maestro para educar a otras generaciones venideras. Los valores que con tanto empeño muchos abuelos han enseñado a sus nietos, hoy puede que estén en la cuerda floja. Pero estamos seguros de que saldrán a flote, más tarde o más temprano.
Tenemos el ejemplo de grandes deportistas como Rafael Nadal, héroes en el mundo del deporte. Un chico joven, familiar, que ha escrito su leyenda en el deporte español a base de esfuerzo, constancia, competitividad y humildad. Eso precisamente es lo que le hace grande. Puede haber ganado 14 torneos de Roland Garros pero no se despeina si tiene que agarrar un rastrillo porque las principales calles de su pueblo han sido arrasadas por una riada. También de grandes figuras como la de Margarita Salas: mujer, investigadora en el CSIC y premio Princesa de Asturias llevado todo con una discreción que lleva a muchos a desconocer las proezas que van asociadas a su nombre.
Héroes anónimos que son un ejemplo de vida
Y en la calle los ejemplos de Juan, Ramón, Emilio, Manuela, Soraya o tantas otras personas que tienen la grandísima suerte de levantarse cada mañana porque han de cumplir con la obligación de tener que ir a trabajar. También ellos son ejemplo, deben serlo. Los trabajadores de a pie que con su esfuerzo levantan cada día la economía de su familia. Como el ejemplo de aquellas otras que no trabajan porque no pueden, porque no han contado con una oportunidad laboral. Aun así dan las gracias por vivir, por ser y estar cada mañana.
No hace falta ser influencer, tiktoker o famoso de medio pelo para tener la sensación interna de que se ha triunfado en la vida. Porque el simple hecho de estar vivos, ya es una gran razón para sentirse afortunado. Y ese valor que se inculca en cada sonrisa, en cada gesto de amabilidad, de cariño o de simpatía en una conversación con el otro, se aprende si se practica.
Las personas anónimas son auténticos héroes. Las que llegan a fin de mes, pero también las que no lo consiguen aunque lo intenten. Las que trabajan y las que buscan pero no encuentran. Los influencers también son todos estos héroes anónimos que luchan, que buscan, que nunca se rinden y que intentan seguir adelante.
Los grandes influencers están ahí por el auge de las redes sociales. Pero en el mundillo y en la mente de todos aquellos que sepan mirar un poco más allá, sabrán que el trabajo en las redes sociales lleva más tiempo y esfuerzo del que parece. Nada es gratuito. Y perder el anonimato y exponerse a la mala uva de quien te lee, te comparte y te regala likes, tiene también su parte negativa.
Se nos ha pintado que el triunfo se basa en no hacer nada y ganar mucho y en conseguir todo lo que uno se propone. Pero de vez en cuando tampoco está de más frustrarse, para volver a mirar adelante y querer intentar las cosas de nuevo. Esos son los verdaderos valores que debemos seguir y valorar. Esforzarse no es solo estudiar para lograr un buen puesto de trabajo, sino esforzarse por estar agradecidos de lo que tenemos, por lo que somos y por nuestra capacidad de entregarnos a los demás.