Las pasadas elecciones del 28 de mayo han dejado un panorama curioso en toda España. Municipios y Comunidades con mayorías absolutas que ya se esperaban. Cambios de gobierno de un color a otro, localidades donde Ciudadanos pasa a gobernar pese a que a nivel nacional el partido hace aguas. Y también otros muchos lugares en los que los pactos determinarán quién será el equipo que gobernará los próximos cuatro años. Sólo en Madrid, La Rioja y Castilla-La Mancha las elecciones arrojaron mayoría absoluta y se ha esquivado cualquier pacto de gobierno porque no lo necesitan.
En algunos casos el dilema de si dejar gobernar a la fuerza más votada se diluye a la misma velocidad con que ya se presupone el pacto que dará luz al definitivo equipo de gobierno. Sí, en Cantabria, por ejemplo, el PRC, liderado por Miguel Ángel Revilla ha permitido, por pacto, que el Partido Popular gobierne en solitario en esta comunidad. Convierte a María José Sáenz de Buruaga en la primera presidenta de Cantabria.
Se necesitan acuerdos y pactos para gobernar
En otros lugares como Valencia, PP y Vox alcanzaron un acuerdo para gobernar el pasado 13 de junio. Un “gobierno de coalición para el cambio”. Esto es lo que ellos afirmaron en nota de prensa y también que la presidencia de la región la lideraría el Partido Popular mientras que la vicepresidencia estaría a manos de Vox. El partido verde tendría además competencias en la consejería de Cultura. También en la de Agricultura, la de Justicia, Interior y Gobernación. Quizá más de lo que muchos esperaban. Y no son pocos los medios que ya alertan de que aunque desde el PP declararon haber trazado “líneas rojas” que no estarían dispuestos a cruzar, el acuerdo se asienta sobre 50 medidas que no tienen desperdicio.
Este gobierno de coalición estaría basado en principios como el de la libertad, el desarrollo económico, la sanidad, los servicios sociales, las señas de identidad y el apoyo a las familias. A priori, nada escandaloso hasta que quizá, alguien se proponga rascar un poco más sobre la superficie del pacto. Irene Montero, Yolanda Díaz o el mismo Joan Baldoví cuestionan que se trate de un buen gobierno. O que el pacto no ponga en peligro la libertad del colectivo LGTBI, la de las mujeres. O de la elección y el respeto por la lengua valenciana.
En la Comunidad Valenciana, salvo por las voces en contra, que se diluyen a medida que van pasando los días, parece que el pacto para dotar de gobernabilidad a la región se ha alcanzado sin apenas impedimentos. Todo lo contrario a lo ocurrido en Extremadura, donde no se sabe si quizá, dentro de unas semanas, habrá que volver a convocar elecciones. Para alentar más la polémica, el expresidente de la Comunidad, Guillermo Fernández Vara ha indicado recientemente que quizá se presente a la investidura, tras haber fracasado las negociaciones entre el Partido Popular y Vox.
María Guardiola, líder del PP en Extremadura ha tachado de “obsoletas” las propuestas que lanzaron desde Vox con intención de formar gobierno. Se buscaba un pacto similar al que se ha llegado en la Comunidad Valenciana, pero en este caso no se ha conseguido. Desde el PP se acusa a Vox de haber actuado “teledirigidos por la dirección nacional”, con soberbia. De haber mirado “sólo a su propio ombligo” y de tener demasiadas “ansias de poder”. La falta de acuerdo se vio representada en el acto de constitución de la Mesa de Gobierno donde Vox no tuvo representación. La propia presidencia fue a parar a manos de la candidata del PSOE.
Los votantes cansados de discrepar sin argumentos
Parece ser que en Extremadura no se dejaron cruzar esas líneas rojas de las que en alguna ocasión ha hablado Borja Sémper al referirse, antes de las elecciones, a posibles pactos para la formación de gobiernos conformados por PP y Vox. María Guardiola, en declaraciones a los medios, afirmó que no podía dejar entrar en el Gobierno extremeño a quienes niegan la violencia machista,. Commentó que “deshumanizan a los inmigrantes o despliegan una lona para tirar a una papelera la bandera LGTBI”. Haciendo referencia a lo que muchos no han tardado en llamar “la lona del odio”. Fue colocada el pasado 17 de junio, justo el día en que se formaban muchos ayuntamientos, en un edificio del centro de Madrid y que muestra cómo emblemas representativos del colectivo LGTBI, la Agenda 2030 o Podemos mismo, van derechos a la basura.
En la lona se puede leer “Decide lo que importa”. Olvidándose de que los españoles ya decidieron el 28 de mayo. Mostraron su decisión en las urnas. Y de que las elecciones locales, municipales y autonómicas no son cosa menor porque al fin y al cabo lo que se decide en ellas es la política más cercana. Y que no todo sirve para calentar motores de cara a las generales que tanto están dando de que hablar, para caldear el ambiente y para sembrar más odio del que tristemente parece que ya tiene todo el electorado.
Los que votamos estamos cansados de discrepar sin argumentos. De pelear sin necesidad. De protestar para que se nos tenga en cuenta. Y no es necesario sembrar ni más ira ni más odio. Es necesario preocuparse por los problemas reales de la población. Sin echar más leña al fuego. El ministro del Interior, Fernando Grande Marlaska ha indicado estos días que la lona desplegada por Vox, podría “ayudar a otros discursos todavía más incendiarios y a que delitos de odio tengan tristemente una realidad”. No persigamos eso. Pero tampoco lo dejemos pasar.