El viernes viajé a Londres invitado por mi hijo Jacobo para asistir el sábado a la final de la Champions en Wembley, tercera final a la que acudimos juntos tras Glasgow en 2002 y Paris en 2022. Solo por el hecho de pasar un fin de semana largo con mi hijo, yo gané antes de que ganáramos la decimoquinta. La mañana del sábado caminamos por Londres, una ciudad engalanada para la ocasión. Londres nos recibió con un sol primaveral como de El Retiro. Una cerveza en Freemasons Arms, la taberna donde nació el football. Historia de este deporte maravilloso. El paseo avisaba de lo que íbamos a ver después en Wembley.
El Real Madrid no se cansa de ganar finales
Una hinchada alemana numerosa y ejemplar. Cita con los amigos Jaime, Gonzalo, Nicolás y mi ahijado Pablo. El almuerzo con mi hijo rememorando Glasgow y París, felices y seguros de que el Real Madrid ganaba, y sintiéndonos ganadores juntos antes de ganar el partido. Y en una terraza Manuel Jabois, el brillante colega que escribió la letra del himno de la décima. Un saludo que nos daría una suerte que no necesitamos. Historia por hacer.
Y a las 16 horas, con mucha antelación al estadio. Perfecta organización. Todo lo contrario que París 2022. Wembley imponente. Tensa espera hasta las 20 horas que comenzaba el partido. La fraternidad que se genera con los madridistas que se sientan a nuestro alrededor. Se respiraba optimismo. El Real Madrid no pierde finales. Los aficionados alemanes animan como cosacos. Nosotros comenzamos con lo nuestro. “Reyes de Europa, somos los reyes de Europa”, “Cómo no te voy a querer, cómo no te voy a querer, si eres campeón de Europa una y otra vez”, y lo de Jabois, “historia que tu hiciste, historia por hacer… Hala Madrid, y nada más”.
Y salen a calentar los jugadores. Los observo con espíritu analítico. Y me digo a mí mismo que la mayoría de ellos no son teóricamente súper estrellas ni mean colonia, como otros, pero veo a un grupo de tipos ejemplares, que tienen calidad. Eso que se tiene o no se tiene, que no se entrena, pero que sobre todo se sienten implicados con un espíritu de trabajo colectivo heredado, con una capacidad de sacrificio insuperable, capaces de hacer esfuerzos imposibles para otros. Profesionales honestos e incansables conscientes de lo que representa su club, y que cuando se ponen la camiseta se convierten en los reyes del fútbol.
Desde la eliminatoria de cuartos con el Manchester City era evidente que el Madrid iba a ganar esta Champions. Más aún después de la semifinal contra el Bayern. El Madrid gana de muchas maneras. He vivido finales de dominio absoluto, otras de remontada, otras agónicas como las eliminatorias.
El sábado sufrimos mucho en un primer tiempo en el que el Borussia podía habernos metido cuatro goles. Comentamos en el descanso que ganábamos seguro. Un equipo que perdona los goles que perdonaron los alemanes no puede ganarle al Madrid. Hasta el minuto 73 no sucedieron muchas cosas, y las que sucedieron no fueron buenas para el Madrid. Entre el 73 y el 82 ocurrió todo lo que sabíamos que iba a ocurrir.
Magia pura en Londres
Y llegó el 90. Y el delirio. “La decimoquinta”, “Otra vez lo hemos hecho”, “este equipo es mítico”, “faltaba ganar una en Inglaterra, en Wembley”. Y los abrazos con los que te rodean, como si fueran hermanos o amigos de toda la vida, una comunión mágica. Y el regreso al hotel, cansados y felices. Emocionados mi hijo y yo. Reiterados abrazos. Magia pura. Y el domingo, también con sol primaveral, paseo por Candem Town, con sus punkies y sus gentes de todo tipo. Almuerzo con Jaime y Tasha, amigos del alma, artistas, sensibles y alegres. Y más caminata relajada por Londres. Nos acostamos pronto, que el lunes regresábamos a primera hora.
Las dos aficiones se comportaron de manera ejemplar. No se ha registrado un solo incidente en tres días en Londres. Dos aficiones señoras y elegantes. Y una salida, como siempre, épica. Padres e hijos, padres e hijas, familias enteras, amigos y conocidos. Enarbolando nuestras banderas y gritando a nuestro Madrid a los cuatro vientos. Cansados, pero felices, un cansancio de los que merece bien la pena.
Y como es el Madrid, lograda la victoria, todos ya pensando que el año que viene la final es en Munich, buena ciudad para ganar la decimosexta. Jacobo y yo con ganas de sumar al equipo de las finales a mi nieto Alvaro. Ahora que vamos de victoria en victoria recuerdo los años previos a la séptima, años de derrotas duras y crueles. Pero desde entonces es un no parar de ganar. Una adicción de la que no queremos curarnos.
Enhorabuena a los jugadores, al cuerpo técnico. Y por supuesto a quienes están por encima en el Club. Primero el presidente, Florentino Pérez. Y también el insuperable José Ángel Sánchez, JAS, el número uno en los suyo, el que gestiona esta institución universal, siempre en la sombra, y Juni Calafat, también siempre en la sombra, pero responsable de los fichajes. El Real Madrid no es el mejor club de fútbol, es el mejor club deportivo, de cualquier deporte, de toda la historia. Que algún día perderemos me dicen muchos. Y tendrán razón. Pero por ahora la cosa sigue bien. Cómo no te voy a querer, Real Madrid. Y yo, que soy un suertudo, gané antes de ganar. Es lo que tiene tener un hijo como el mío.