La semana arrancó con Pedro Sánchez masajeado en La Sexta por su entrevistador de cabecera. Pero de esa entrevista pasó desapercibido un detalle que recuerdo para quienes no lo sepan. El encuentro se celebró no en el plató de La Sexta, sino en el Palacio de La Moncloa. La última vez que Sánchez le dio entrevista en Presidencia a Ferreras, la Junta Electoral le abrió un expediente por el uso electoral de la sede de Presidencia, pues era en plena campaña electoral. Al final le multaron con 500 euros que no sabemos si ha pagado.
Pese a este precedente, como a Sánchez y a este Gobierno en general la ley se la suda, en plena campaña de las elecciones vascas y gallegas ha vuelto a hacer lo mismo. Es decir, que es reincidente. Porque además, la Junta Electoral Central ha advertido en varias ocasiones a Sánchez por utilizar la ruedas de prensa en el Palacio de la Moncloa para vender sus logros en campaña. Se multó a Isabel Celaá en enero con 2.000 euros por lanzar mensajes electoralistas en sus intervenciones.
Pero ellos a lo suyo. Y tras el Consejo De Ministros del viernes, sorprendentemente, la Secretaría de Estado de Comunicación, anunció que suspendía la habitual rueda de prensa. Un hecho insólito, nada frecuente y por supuesto, sin dar explicaciones respecto al motivo de la cancelación. Pero todo se sabe. Montero, portavoz del Gobierno, no quiso comparecer para no hacer frente al alud de preguntas que vaticinaban sobre el oscuro asunto de la tarjeta de teléfono de la ex asesora y pareja del vicepresidente Pablo Iglesias. El famoso “Caso Dina” que ya debiera llamarse “Caso Iglesias”.
Sucede que, a primera hora de la mañana, se entrevistó a Iglesias en Radio Nacional de España. O sea, en casa, donde dijo que había retenido durante meses la tarjeta de teléfono de Dina Bousselham porque contenía fotos comprometedoras y no quería que una pobre mujer de veintipocos años sufriera más presión. Y no explicó por qué al final se la devolvió después de haberlos destruido.
El argumento del vicepresidente es el summum del machismo más recalcitrante. El macho alfa, como él se denominó, decidiendo como tiene que gestionar una mujer su vida privada. Como si ella no tuviera derecho a decidir. Pero ella decidió porque previamente filtró mensajes de Iglesias en los que se autodefinía como psicópata y decía que “azotaría hasta hacerla sangrar” a la presentadora de televisión Mariló Montero.
El machismo recalcitrante de Iglesias no tiene parangón. Todas sus parejas se han ido colocando en su partido. La actual incluso en el Gobierno y a la despechada Dina ahora que el escándalo le salpica a él de lleno le ha montado un digital para poner a parir a quienes critican al Gobierno. Pero Iglesias tiene un horizonte oscuro. El paladín de la supuesta regeneración ética de la política, el azote de la casta, el defensor del feminismo, resulta que se ha instalado en el poder. Coloca a sus colegas y mientras a las jóvenes las retiene su tarjeta telefónica para decidir por ellas. A quienes quiere azotar es a las maduras de buen ver. Vaya con el vicepresidente.
Iglesias se hizo la campaña electoral con el rollo de las cloacas del Estado que le perseguían para liquidarle. A él y a Podemos (de haber sido cierto, con estrepitoso y evidente fracaso, porque ahí están). Y ahora resulta que las cloacas eran él y Podemos. Se declaró víctima de una conspiración política inexistente y de un Policía e investigador delincuente. Y la trama fue convertida por Iglesias y los fiscales anticorrupción (que sarcasmo) en una persecución de las cloacas del Estado y deL periodista Eduardo Inda y OK Diario. Ahora, despojado por el juez García Castellón de su condición de perjudicado en el caso, es posible incluso que el magistrado eleve la causa al Tribunal Supremo por su presunta autoría de dos delitos graves.
Una vez más la salvación de un gobernante poderoso va a quedar en manos de Dolores Delgado. Loli, la amiga de Villarejo y el condenado Garzón, que elogiaba y vaticinaba “éxito garantizado” a la información vaginal que pretendía obtener Villarejo en su casa de putas y no denunciaba a los jueces y fiscales a los que vio en Colombia con menores de edad. Delgado ya le ha salvado la cabeza a Franco, el delegado del Gobierno, en la querella por las manifa del 8-M y a Grande Marlasca en la querella por liquidar al mando de la Guardia Civil que informaba a la juez de ese mismo caso. Ahora le toca el turno a Iglesias. La Fiscalía es una máquina de prevaricación desde hace tiempo, donde se defiende no a los ciudadanos sino a quienes mandan.
Están mejorando al Pollo del Pinar, Moscoso y los de los GAL. Una Fiscalía arrodillada no ante la ley sino ante el Gobierno, aunque hablemos de delitos graves. Es igual porque como ya dijo claramente Sánchez, “¿Quien controla la Fiscalía?, el Gobierno, ¿no? Pues eso”. Pues eso.
Y el vicepresidente macho alfa de Podemos, protegido por un Partido Socialista que es el partido que protege a los suyos por encima de la legislación vigente. Por encima de todo. Con descaro. Y encima se permiten llamar fascistas y golpistas a todos los que les criticamos. ¿Qué estarían diciendo Sánchez e Iglesias si el comportamiento asquerosamente machista de Iglesias fuera de un dirigente de otro partido? Pues eso.