Cuando se hablaba de que los mayas predijeron que el mundo que conocemos hoy acabaría en 2012, nadie se imaginaba que lo que estamos viviendo podría ser perfectamente los indicios de un fin del mundo. Huracanes, volcanes que entran en erupción, pandemias mundiales. Todo esto forma parte de la evolución del propio mundo pero bien podría ser una muestra más de que quizá los mayas no se equivocaban tanto prediciendo que se avecinan cambios que no se esperan.
¿Qué será lo próximo? Se habla de un gran apagón mundial. Ahora que nos hemos dado cuenta de que dependemos más de lo que quisiéramos y deberíamos de los suministros eléctricos. Que somos altamente dependientes de los carburantes. Ahora que, como con muchas otras cosas, nos viene mal que se apague el mundo. Y muestra de este desconcierto general es que la venta de hornillos o cocinas se ha incrementado hasta en un 60%. Igual que pasó con las ventas de papel higiénico en el mundo occidental durante los primeros meses de COVID-19.
La ministra de Defensa austriaca Klaudia Tanner alertaba de la posibilidad de que se produzca en los próximos cinco años y de manera inesperada un gran apagón en Europa. Y podemos preguntarnos: ¿qué supondría este gran apagón o «blackout» en inglés? Básicamente que dejarán de funcionar los ordenadores, la propia red telefónica, el acceso a Internet, los cajeros automáticos, los semáforos. Y todos los sistemas de nuestro día a día que se mueven exclusivamente gracias a la electricidad. Un gran apagón mostraría cómo de frágiles somos actualmente y cómo de dependientes en un mundo cada vez más digitalizado.
Sin embargo en declaraciones a los medios, la presidenta de Red Eléctrica Española Beatriz Corredor ha expresado que no es necesario que los españoles cambien sus hábitos de vida porque no existen indicios objetivos de que pueda producirse este apagón en nuestro país. Y además, contamos con tecnologías varias que permitirían el suministro eléctrico en caso de producirse. Algo que otros muchos países tienen y que definen como “sistemas de reserva y de excedentes de energía”.
Un apagón que podría cambiar nuestras vidas
También la vicepresidenta tercera y ministra de Transición Ecológica, Teresa Ribera, ha descartado en varias ocasiones que haya posibilidades de que se produzca un gran apagón en España porque afirma que: “la generación eléctrica en España es muy potente”. Periodistas como el experto en economía Javier Ruiz, ha afirmado tajante que no solo no es posible un gran apagón en España sino que además “es un gran bulo”. Ya que, por lo menos en nuestro país, la diversificación en torno a los más de 10 sistemas de energía (hidráulica, fotovoltaica, solar…) impedirían este apagón.
Pongámonos en situación: vivir dependientes de un enchufe es posible porque lo ejercemos cada día. Desde que nos levantamos hasta que nos acostamos, muchos de los estímulos que recibimos a diario son generados por la red eléctrica. En muchos casos, también lo que comemos es calentado o cocinado gracias a la electricidad.
Pero en otras sociedades e incluso en la nuestra propia, hace años la dependencia de la electricidad no era tan descomunal. Muchos son los escritores y artistas que han terminado sus obras a la luz de las velas. Hasta hace poco no dependíamos de un WhatsApp para comunicarnos con nuestros seres queridos. Y aunque las videollamadas se tornaron esenciales durante el 2020 para mantenernos en contacto con nuestros más allegados o para continuar trabajando, pronto nos dimos cuenta de que lo personal, lo físico, lo presencial, también estaba muy bien.
También existe otra realidad: la de las familias que viven en la llamada pobreza energética. Que no pueden permitirse encender la luz por la noche. Aquellas a las que se les hace cuesta arriba poder comer o calentarse en su propia casa. Que enferman porque en ocasiones deben escoger entre calentarse o poder comer comida caliente. Desde entidades como Cruz Roja han hablado en ocasiones de ellas. Y no cabe duda de que ésta es otra realidad que a veces se obvia. Una realidad para la que los grandes apagones que se prevén en Europa, al más puro estilo de profecía de Nostradamus, el ‘blackout’ es, ni más ni menos, su rutina diaria. A veces, incluso una necesidad si se quiere llegar a fin de mes.