Hoy les voy a hablar de fútbol. Para quienes no lo sepan, les adelanto que soy más madridista que Bernabéu pero eso no me impide expresarme libremente. Añado también que soy crítico y contrario a la Superliga que promocionan Real Madrid, Barcelona y Juventus. La semana pasada asistimos a un bochornoso espectáculo en el sorteo de los octavos de final de la Champions League, la competición más prestigiosa del fútbol mundial. El entretenimiento de masas más importante que a la vez es una industria que mueve miles de millones de euros y de intereses cruzados. Tras un grave error, el sorteo tuvo que repetirse. El Real Madrid fue el principal perjudicado después de que ya hubiera salido emparejado con el Benfica de Lisboa en un sorteo sin sombra de duda.
La UEFA es hija de la FIFA. Ésta es la organización más corrupta del planeta y la UEFA ha salido a padre. Y lo peor tras el doble sorteo ha sido la explicación oficial de la UEFA achacándolo a un fallo “del software de un proveedor de servicios externos”. Mentira. Todo ocurrió a la vista de todo el mundo. El error garrafal lo cometió no un software sino un ser humano llamado Michael Heselschwerdt. Director de competiciones de la UEFA y tocador de bolas en el sorteo.
De entrada había dos condicionantes muy sencillos de entender y que conocíamos todos los aficionados. Que no se podían enfrentar dos equipos del mismo país ni dos equipos que se hubieran enfrentado en la fase de grupos. El sorteo lo efectuaban Giorgio Marchetti, secretario general de la UEFA, el ya mencionado Michael Heselschwerdt, director de competiciones y Andrei Arshavin, ex futbolista ruso embajador de San Petersburgo. La ciudad en la que este año se jugará la final de la Champions.
La UEFA comete un grave error
Una vez que limpiamente habían salido emparejados Benfica y Real Madrid, salió la bola del Villareal que evidentemente no podía enfrentarse a Real Madrid, ni Atlético de Madrid y tampoco al Manchester United, con el que había compartido grupo. El tocador de bolas Michael Heselschwerdt introdujo manualmente en el bombo las bolas de los posibles rivales del Villareal y por error introdujo también la del United. Se vio perfectamente en televisión el error del tocador de bolas.
Y después va el pobre Arshavin y saca la bola del Manchester United. “No puede ser, ya se han enfrentado” dijo Marchetti. Y acto seguido Arshavin sacó la del Manchester City. Error corregido. Pero no. La siguiente bola fue la del Atlético de Madrid. El tocador de bolas introdujo a la vista de todos en el bombo los equipos que le podían tocar y entre ellos estaba el Liverpool, que no debía estar, y no estaba el United, que sí debía estar. Y al Atleti le salió el Bayern de Munich.
Terminado el sorteo llegaron las quejas por tierra mar y aire y Aleksandser Ceferin, presidente de la UEFA, ordenó repetir el sorteo entero, al completo. El Real Madrid reclamó que se repitiera desde el segundo emparejamiento, porque el disparate sucedió cuando él ya había sido emparejado con el Benfica. Pero Ceferin, que dirige la UEFA como una mafia, está enfrentado al Real Madrid por la Superliga, y dijo que nones, que se repetía enterito. Y a la segunda, al Atleti le tocó el Manchester United, al Villareal la Juventus y al Real Madrid el PSG de Messi, Mbappe, Neymar y Sergio Ramos.
Desconozco por qué el Real Madrid tuvo una reacción oficial tan tímida a través de Emilio Butragueño, con su cara de yo no fui y su tono bajito, y por qué no impugnó el sorteo. Quizá Florentino Pérez teme a Ceferin, que ya se la tiene jurada. Y sin impugnar el sorteo, el Real Madrid utiliza a los medios afines (muchos) para atacar a la UEFA a quien no se ha atrevido a impugnar todo el espectáculo lamentable.
Y lo peor, insisto, la mentira posterior acusando a un software. No. Michael Heselschwerdt no es un software, es un alto cargo de la UEFA con salario millonario que cometió un error inadmisible que aún no ha tenido consecuencias. Heselschwerdt debe ser destituido, deben mandarle a su casa, y Ceferin, el jefe de la banda debe dimitir. No se puede caer en más descrédito en la competición, insisto, más importante del futbol mundial, en la industria de entretenimiento más importante del mundo.
Dicho todo esto, que Florentino no se queje más. ¿No quiere Superliga? Pues mejor jugar contra el PSG que contra el Benfica, que no está en la lista que ha hecho Florentino de los equipos ricos que quieren jugar a lo suyo. Entre pillos y golfos anda el juego. Pero el espectáculo del sorteo es insuperable, y probablemente una adulteración de la competición. Ceferin tiene una lista inacabable de escándalos a sus espaldas, pero este es difícilmente superable. A ver si ahora, como hizo en medio de la mayor crisis económica de la historia del deporte, se sube a sí mismo el millonario salario que disfruta. E igual se lo sube también al tocador de bolas. Estos son así. Y queda la duda de si no estaba todo previsto para que el sorteo fuera del gusto de Ceferin.
Y además…
- Una nueva denuncia falsa por ataque homófobo en Chueca. No se va a poder caminar por ese precioso barrio madrileño sin riesgo de que alguien te denuncie por la cara. Es grave. Las denuncias falsas causan primero un grave daño a las verdaderas víctimas a las que quieren ayudar con su falsedad. Complican el trabajo ya de por si complejo de los jueces y generan una crispación política y social indeseable.
- Nadia Calviño le dijo a Pablo Casado que estaba asqueada porque el líder del PP había denunciado (con formas poco elegantes) en el Congreso que el Gobierno del PSOE no apoyó una comisión de investigación sobre el escándalo de las niñas tuteladas prostituidas en Baleares. O sea que a la ministra Calviño lo que le asquea no es que haya podido suceder ese horror, bajo un gobierno socialista en Baleares, sino que Casado lo denuncie en el Congreso. A mi me asquea la actitud de la ministra. Pero me hace comprender aún más la actitud del PSOE y el Gobierno frente al Caso Kote Cabezudo. Y como guinda, la señora ministra le dijo al alcalde de Madrid, Martínez Almeida: “tu jefe es un desequilibrado”. Estaría bien que la señora ministra nos diga por qué considera desequilibrado a alguien por denunciar a quienes no han protegido a las víctimas de gravísimos delitos.