Hay personas para las que el mes de septiembre significa inicio, es decir, nada de propuestas de año nuevo para enero que no se puedan realizar ya en septiembre. Porque este mes es el de los comienzos, el de los arranques, el de los reencuentros y tradicionalmente, el de la vuelta al cole. Y desde aquí nos gustaría augurar una vuelta al cole sensata, tranquila. Todo lo más parecida a lo que siempre hemos llamado normalidad. Y por supuesto, una vuelta al cole sin bullying.
El bullying es el acoso que se ejerce en el ámbito escolar de forma continuada de un alumno a otros compañeros, a veces incluso a los profesores. Se trata de un tipo de agresión que busca ejercer poder, control e incluso amenazas sobre otra persona. En ocasiones también se producen agresiones físicas. Su padecimiento lleva a muchas víctimas al desequilibrio psicológico y emocional, inseguridad, abatimiento, tristeza. En algunos casos incluso, puede llegar al suicidio.
Tal y como recoge la ONG Bullying Sin Fronteras: “El acoso escolar o bullying se cobra alrededor de 200 mil suicidios al año entre jóvenes de entre 14 y 28 años según un un informe realizado por la Organización Mundial de la Salud junto a Naciones Unidas”. Además del bullying, el ciberbullying es también un problema cada vez más grave.
En España se diagnosticaron 11.229 casos de bullying entre marzo de 2020 y marzo de 2021. Murcia, Madrid y Cataluña son las comunidades autónomas con mayor número de casos graves por bullying, seguidas por otras como Andalucía o la Comunidad Valenciana.
Bullying: un acoso que hay que detectar y frenar
Tal y como se recoge en el protocolo para la sanción de casos de acoso escolar en la Comunidad de Madrid, el bullying “ha desbordado en general las normas de convivencia de los centros. Ha generado en la comunidad escolar desconcierto y desorientación sobre la mejor manera de detectarlo y erradicarlo”. Por lo cual se hace necesario, más que nunca, contar con una serie de valores, pasos a seguir para prevenir y evitar que se propague.
Profesorado, equipos directivos, alumnos agredidos y agresores, familias, se convierten en las piezas de una partida de ajedrez que no se trata de ganar por ninguna de las dos partes, sino de que finalice en tablas. Con una paz comedida para ambas partes, para que no vuelva a repetirse cualquier otro caso de acoso escolar.
Así, en la Comunidad de Madrid, como en muchas otras autonomías, se han establecido determinados criterios que determinan qué hacer ante un caso de acoso y violencia. También para tratar de reconocer cuáles son los rasgos que determinan un perfil de acosador (actitud dominante, impulsividad, opacidad en las agresiones o aislamiento y exclusión) y de acosado (baja autoestima, pocas habilidades para la relación, escasa participación en grupo o baja comunicación).
En caso de acoso se activan todos los protocolos para empezar a establecer diálogo, contacto y relación tanto con el acosador como con los acosados. Poniendo de relieve la importancia que tiene la comunicación y la interacción con la familia. También la puesta en marcha de acciones desde el propio centro que atajen el problema y eviten que vuelva a producirse.
Fuera de las aulas solo se puede apelar a que los agresores no emprendan acciones contra nadie y a que los agredidos sepan comunicar qué les ocurre. Es necesario que lo expresen ante sus conocidos y amigos para que las acciones no se repitan de nuevo. En manos de toda la sociedad está el poner solución a este grave problema que afecta a nuestros escolares. También se puede colar en nuestras casas a la más mínima. Todos somos piezas de esa partida de ajedrez. Y la educación y los valores pueden ser la tirita que ayude a curar la lacra. Para que volver a las aulas en septiembre no suponga también volver al acoso. Ni a ejercerlo ni a padecerlo.