Pável Durov volvía de Azerbaiyán en su jet privado, con el que aterrizó tranquilo la noche del pasado sábado en el aeropuerto de Le Bourget, al norte de París. De repente, se vio sorprendido por varios agentes de la Gendarmería de Transporte Aéreo (GTA) que procedieron a su detención inmediata. El magnate franco-ruso, fundador de la app Telegram, era detenido en cumplimiento de una orden emitida previamente por varios delitos relacionados con la aplicación.
La Fiscalía le acusa de nada menos que 12 delitos. Y acusa a Telegram de ser un aliado potencial para cometer delitos de fraude con criptomonedas, el crimen organizado, el tráfico de drogas, la promoción del terrorismo o la difusión de la pedofilia. También la falta de moderación en su uso y la poca colaboración que ha mantenido todo este tiempo con las autoridades.
La polémica de Telegram ya está servida
Apodado como el “Zuckerberg ruso”, Pável Durov tiene doble nacionalidad, ya que en 2021 adquirió la francesa. Es el fundador de Telegram, fundada junto a su hermano ikolái en 2013. Telegram es actualmente una de las aplicaciones de mensajería más utilizadas a nivel mundial. También es el creador de la red social Vkontakte. Todo ello, antes de haber cumplido los 40.
Desde Telegram han difundido un comunicado en el que aseguran que su CEO no tiene nada que ocultar. Además es frecuente que viaje por Europa. Emmanuel Macron, dada la repercusión de la detención de Durov, ha asegurado a través de la red social X que no se trata de una decisión política sino de una actuación policial fruto de investigaciones previas. Pero la polémica ya está servida. Sobre todo al otro lado de los Urales, desde donde los servicios de inteligencia rusos temen que la detención del CEO de Telegram pueda afectar a los miles de mensajes en conversaciones cifradas que ha estado utilizando su ejército en la guerra que mantiene contra Ucrania. Sobre todo por si los servicios secretos occidentales pudieran tener acceso a todo ello.
En 2014 Durov tuvo que salir de Rusia por presiones con el Gobierno. Le obligaban a entregar información personal de manifestantes ucranianos que por aquel entonces habían llegado a utilizar la red social Vkontakte (VK), pero se negó por atentar contra sus principios. Afirmó entonces que el país era incompatible con el negocio de Internet. Recaló en varios países antes de llegar a Francia. Y, tras fundar Telegram, la sede social de esta red ha pasado por Alemania, Dubáis o las Islas Virgenes Británicas. Aquí es donde parece que continúa ubicándose su registro legal.
Telegram, no obstante, mantiene una estructura de empresas fantasma bastante enrevesada. Quizá para sortear la gran cantidad de acciones legales que en todo este tiempo ha ido acumulando en muchos países del mundo. Expertos destacan la falta de transparencia en todos sus movimientos. A tenor de la negativa de su CEO a dar cuenta de qué se hace, qué se comparte y cómo lo controlan, quizá no les falte razón. Desde la compañía han afirmado que les parece absurdo que se detenga a la cabeza visible por posibles abusos que puedan estar cometiéndose entre sus usuarios. Aseguran que Telegran cumple con los estándares y las normativas vigente, por ejemplo, en la UE. Y piden una rápida solución a este problema que, a todas lucesé, sólo acaba de comenzar.