DE PRESOS Y PRISIONES

Viene a cuento el asunto porque es actualidad. ¿Es correcto acercar a terroristas de ETA multireincidentes a prisiones cercanas al País Vasco? ¿Se debe indultar a los políticos delincuentes que dieron un golpe en Cataluña? Los presos y las prisiones son grandes desconocidos para la inmensa mayoría de los ciudadanos, que tiene una imagen estereotipada por la literatura y la ficción literaria y audiovisual. Lugares en los que se hacinan tipos duros, tatuados hasta las cejas, drogados, maltratados permanentemente, que dan miedo con solo mirarlos.

El personal por lo general -al menos en mi experiencia vital- no quiere saber nada de los presos ni las prisiones, cuanto más lejos mejor: “No quiero una cárcel cerca de mi casa. Algo habrán hecho, que se jodan y paguen su culpa. Son un peligro social y encima tienen gimnasio, televisión y algunos, celdas de 5 estrellas”.

Pues no. No es así. Y sé de lo que hablo. Acudo habitualmente a prisiones a dar charlas con una ONG. Cada sábado visito a un amigo preso por un delito económico al que todos ustedes conocen, del que piensan que es el cerebro de la Gürtel y que está forrado de dinero: Alvaro Pérez, apodado “El bigotes”. No era jefe de nada. Cumple su condena en un régimen injusto porque no es de la ideología de los que mandan. La realidad no tiene que ver con la ficción.


Presos y prisiones: una situación terrorífica

Vaya por delante que me parece atinado que los presos, todos, también los terroristas, cumplan sus penas en prisiones lo más cercanas posible a sus domicilios familiares, porque así lo establece la Ley. Y si nosotros no cumplimos la ley, poca autoridad moral tenemos para reclamar a otros que lo hagan. Las penas privativas de libertad tienen como función propiciar la reinserción social de los presos. No son una venganza social por lo que hayan hecho.

Las prisiones están llenas de seres humanos, algunos malos malísimos, culpables de delitos terribles, sí, pero cualquiera que sepa algo de prisiones sabe que la mayoría de las personas que ingresan en centros penitenciarios son personas que han padecido un problema de socialización, de desarrollo personal por sus circunstancias familiares desde que nacieron. No han sido atendidos en su infancia, no han recibido educación. Se han iniciado muy jóvenes, incluso desde niños, en el consumo de todo tipo de drogas. Han padecido maltrato en casa. Han vivido en un entorno de miseria y marginación, y estaban abocados a terminar presos. Y claro, la mayoría tienen patologías psiquiátricas severas, trastornos de personalidad, alteraciones de la conducta social y carencia de habilidades sociales. 

Pero el sistema penitenciario que nos hemos dado ha convertido las prisiones en almacenes de seres humanos sin recursos. Están encerrados cuando tenían que estar integrados en sistemas de tratamiento socio sanitario y con el adecuado tratamiento psicológico y psiquiátrico. Si no somos conscientes de todo esto, no podremos nunca conseguir que se cumpla la verdadera función de las penas y que sea de utilidad social un centro penitenciario. Y si a todo ello le unimos los criterios e intereses políticos que existen en la vigilancia del cumplimiento de las condenas, la situación es terrorífica.


Los políticos a lo suyo…

Ejemplo de la pasada semana: un centro penitenciario de Madrid. Ingresa un joven de 19 años, camarero de profesión, con un sueldo de 900 euros mensuales, que fue culpable en un accidente de tráfico en el que murió una persona. Afronta una pena de varios meses. Ingresa y tras dos días en una celda del módulo “ingresos”, a la espera de clasificación, termina en un módulo para delincuentes peligrosos, compartiendo celda con un narcotraficante colombiano. Dos días después en el patio, comenta con sus colegas de módulo que está contento, porque: “cuando salga ya tengo trabajo. Y no de 900 euros al mes, sino de 15.000 garantizados y un plus por resultados”. Ya se imaginan quién le ha garantizado ese trabajo y cómo terminará, y cuánto tiempo tardará en regresar a prisión. Y como éste, miles.

Ahora los políticos discuten y discuten sobre los acercamientos de etarras, o sobre el indulto de los políticos catalanes presos, que ya han disfrutado de permisos y han disfrutado de privilegios penitenciarios evidentes. Mientras tanto, Francisco Correa, jefe de la trama Gürtel, lleva 10 años preso con una condena de 18, es decir, que ha cumplido más de la mitad de la condena, sin haber disfrutado de un solo permiso.

O mi amigo Álvaro Pérez, que no era jefe de nada, a quien no encontraron ninguna cuenta en Suiza ni en España. Tiene dos hijos, uno de ellos de 8 años, y su esposa en el paro, lleva cumplidos cuatro años. No ha disfrutado tampoco de un día de permiso cuando ha cumplido ya un tercio de la pena mayor que tenía, que es el límite para comenzar a disfrutar de permisos, excepto que sea un delincuente bueno. 


Delincuentes por un objetivo político

Porque en España hay delincuentes buenos y delincuentes malos. Una parte considerable de la izquierda española que gobierna y controla buena parte de los medios de comunicación, y también la derecha más radical, asumen como normal que si prevaricas, robas o matas para ganar dinero y buscarte la vida eres un peligroso animal que debe ser encerrado, pero si prevaricas, robas o matas por una ideología política, en especial la tuya, por ejemplo una Nación o una forma de Estado, mereces un homenaje porque estás haciendo algo moralmente ejemplar.

Aplicando este criterio, Correa o mi amigo Álvaro Pérez son unos millonarios avariciosos que se sirvieron de la política para hacerse más millonarios (insisto, a Correa le pillaron una cuenta en Suiza con 20 kilos, pero a mi amigo Álvaro Pérez no le pillaron cuenta alguna). Es decir, que lo hicieron por su propio enriquecimiento, no por un objetivo político, no por la independencia de una Comunidad o por una nueva República.

En cambio Puigdemont, exiliado de lujo en un chalet espectacular pagado por los catalanes que pagan impuestos, o los Pujol y su banda (que están en su casa). O Junqueras, que insiste en que repetiría lo que hizo. O los etarras que asesinaron a más de 900 personas. Éstos son delincuentes buenos, son de “los nuestros” (o sea, de los suyos). Y son superiores a Correa o Pérez, porque ellos lo hicieron por una causa noble y no para enriquecerse, y si se enriquecieron, fue por el pueblo. 


Condiciones infrahumanas

Esta es la realidad, y mientras tanto, la mayoría de los presos padecen un sistema injusto. Cumplen penas que no se les han impuesto, por las que no han sido condenados, y no tienen la adecuada atención socio sanitaria, médica, psicológica y psiquiátrica. Viven en condiciones impresentables.

Prisión de Valdemoro (Madrid). Con las nevadas los presos duermen en sus celdas sin calefacción, muchos días a varios grados bajo cero. ¿Por qué? ¿Es humano? La nevada tuvo como consecuencia que no se podía llegar a la cárcel ni salir de ella. Los funcionarios de servicio tuvieron que estar cuatro o cinco días allí sin salir, porque no eran considerados como servicio esencial y no se limpiaron de nieve los accesos. Ellos, en sus garitas o despachos sí tienen calefacción. Un sindicalista denunció que la situación era intolerable (es verdad), y que además la comida que recibían era “nauseabunda”. ¿Saben lo que comían los funcionarios? Lo mismo que los presos comen cada día del año.

No debería haber delincuentes buenos y delincuentes malos. No hay prisiones de cinco estrellas. Hay prisiones y miles de presos que merecen ser tratados como seres humanos. No es como en las películas, es peor, porque no es una ficción sino una realidad. Y además, claro, hay mucho negocio detrás. Mucho. Legal e ilegal. Y no me refiero solo a los trapicheos de los presos. Me refiero a las instituciones del Estado. 


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