Agentes de la Policía Nacional desarticularon a mediados de agosto una red que prostituía mujeres, entre las que se encontraban también menores. Ha ocurrido en Galicia pero, como hemos visto en artículos anteriores, es una práctica que se ha repetido en otras ocasiones en diferentes puntos del mundo: fruto de una sociedad que huele a podrido. Los detenidos reclutaban a jóvenes aprovechándose de su situación de vulnerabilidad para posteriormente prostituirlas. Las chicas eran encerradas en domicilios y obligadas a mantener relaciones sexuales con hombres como forma “de pago”. La organización criminal tenía base en Galicia y actuaba en todas las provincias gallegas.
La operación fue llevada a cabo en varias fases y finalmente, culminó con la desarticulación de la red y la detención de seis varones. A estos hombres nunca les importó que las mujeres reclutadas fueran menores de edad. Al parecer, el caso no está cerrado del todo, pues con la detención tanto del cabecilla como del resto de la banda, la policía cree que solo se ha llegado a los inicios de lo que podría ser algo más grande, y que se iba a prolongar en el tiempo. Se ha dado con una banda que se iniciaba en lo que muchos otros han desarrollado con más mujeres, más menores y durante más tiempo. Podría incluso haber conexiones con más víctimas, a las que han llamado “conexiones periféricas”.
Aumentan los casos de abusos de menores en todo el país
Según informaciones, a los detenidos se les observó en todo momento un carácter agresivo. Las víctimas han declarado haber sufrido un trato sexual enormemente vejatorio. Y cabe preguntarse si ya el propio motivo de la detención no es lo suficientemente vejatorio como para añadirle más adjetivos negativos.
Lo triste es que además de la red gallega, otras muchas se han ido desarticulando en los últimos años en todo el país. Destaca el caso aparecido en Almería a comienzos de este 2021. En esta ocasión se liberó a cinco menores de edad. Y se detuvo a 10 personas acusadas de prostitución de menores, explotación infantil, abuso y agresión a menores de edad. En este caso la “liebre saltó” al descubrir una madre de las menores mensajes extraños en el WhatsApp de su hija, quien además había empezado a comportarse de una manera diferente.
En 2019 la Audiencia Provincial de Sevilla condenó a 40 años a una madre que obligaba a sus tres hijos a mantener relaciones sexuales con un hombre a cambio de dinero. Incluso en 2018, las provincias de Madrid, Córdoba o Albacete fueron los destinos a los que llegó un menor de 16 años al que sus padres y su hermano obligaban a prostituirse. En su caso, fue el propio pederasta quien denunció el caso ante las autoridades cansado de recibir amenazas de los familiares para que continuara los abusos con el menor.
Tremendo es poco. Como tremendo es también el volumen de casos que cada vez quedan al descubierto en los países occidentales. Unas veces descubiertos a través de los mensajes en móviles o en chats del ordenador. Otros por denunciar o inquietudes de los propios menores. O como en el caso anterior, por cansancio o temor de los propios abusadores ante la insistencia de los familiares que entregan al menor al abuso.
¿Cómo estamos llegando a esto? Y sobre todo ¿por qué? Cabe preguntárselo porque no hay respuesta posible. Nos consuela que la labor de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado tienen secciones especializadas en el abuso a menores. Sí, existen redes de adultos que pretenden dar caza a los pederastas para que no campen a sus anchas. Pero cuando el abuso está dentro de la propia familia o es desde el entorno desde donde se fuerza a que se abuse de los menores: ¿cómo entenderlo? ¿cómo tratarlo? Imposible poder digerirlo.