Cada día llegan a nuestro país muchos menores no acompañados. Según un informe del Defensor del Menor y la Comisaría General de Extranjería y Fronteras, a fecha 31 de diciembre de 2020 llegaron a nuestro país un total de 9.030 menores no acompañados. No obstante ni en 2020 ni ahora existen cifras exactas que permitan determinar cuántos son en realidad. La razón es porque es complicado contabilizar a todos los que llegan por todas las diferentes vías posibles.
Difícil contabilizarlos y determinar en algunos casos qué edad es realmente la que tienen algunos. Y esto es importante porque por ejemplo, el nuevo Reglamento de Extranjería aprobado el pasado mes de octubre de 2021, permite ya a los menores no acompañados la posibilidad de trabajar al cumplir los 16 años. De la misma manera que pueden hacerlo los españoles o cualquier otro menor que haya llegado con su familia. Ahora bien ¿cómo saber que realmente tienen 15, 16 o 17 años? La identificación se complica cuando además es prácticamente imposible la comunicación fluida con muchos de ellos. Hasta ahora el protocolo exigía análisis y reconocimientos que en muchos casos rozaba lo inmoral.
Así se ha dado “un gran paso adelante” en palabras de la Ministra de Justicia, Pilar Llop, al prohibir las pruebas invasivas y de desnudos integrales que se exigían para evaluar la edad de los menores migrantes no acompañados. Un nuevo procedimiento judicial aprobado este mes de abril de 2022, hace que todas estas prácticas totalmente invasivas, queden prohibidas. Podía incluir en algunos casos, hasta pruebas ginecológicas.
El anteproyecto que ha diseñado el Ministerio de Justicia quiere primar el interés superior del menor y la presunción de minoría de edad del mismo. Se recoge el derecho de la persona afectada a ser escuchada e informada de cuáles son los siguientes pasos al llegar a nuestro país. Además, el menor no acompañado será asistido por un intérprete si es necesario. La asistencia jurídica será gratuita, sin necesidad de que acredite insuficiencia de recursos.
Cambios en el protocolo de detección de menores no acompañados
Lo curioso de todo es que no se trata de una iniciativa del Gobierno por aquello de que protege a nuestros menores y a los menores que nos llegan por las diferentes vías. En realidad responde a las reiteradas peticiones que se han ido sucediendo en los últimos años por parte de organismos nacionales e internacionales como el Comité de Derechos del Niño de Naciones Unidas. Hasta nueve veces este Comité había comunicado a España que las pruebas que se realizan eran intrusivas.
En ese mismo sentido también se pronunciaron otras instituciones como el Defensor del Pueblo, el Tribunal Supremo, el Comité Económico y Social Europeo o la Fiscalía General del Estado. Es decir llevamos muchos años trabajando con políticas erróneas e inhumanas respecto de la inmigración. Y ahora después de muchas quejas y tirones de orejas al fin decidimos anteponer el interés superior de los menores, porque quizá las prácticas empleadas hasta el momento no eran del todo correctas.
Como alegó la ministra hemos dado un paso adelante. Pero mucho nos tememos que quedan otros tantos por dar y seguir dando. Porque la realidad es que nuestros menores (los propios y los que llegan de fuera) siguen siendo ciudadanos de segundo plano. No se les tiene en cuenta y más bien se les suele considerar casi un “estorbo”. Los derechos del niño no se contemplan o se contemplan como accesorios y supletorios. Se les entiende ciudadanos pero deben siempre acogerse a la normativa y a la legislación que primero se elabora pensando en los adultos.
Y en ningún caso se da por sentado que quizá nos convendría de vez en cuando agacharnos un poco, ponernos a la altura de los menores. Recordar cómo nos sentiríamos nosotros en su lugar, empatía se le llama a esto, y tratar de ver el mundo a la altura en la que lo viven ellos. La perspectiva seguramente cambie muchísimo. Y la percepción de todo lo que nos rodea, también.
Se acabaron las pruebas invasivas para los menores no acompañados que llegan a España, pero el camino por recorrer aún sigue siendo muy largo. Tan largo y tan lleno de obstáculos como nos marquen las miles de prioridades que ponemos por delante con nuestros ojos de adulto. Los que legislan ven el mundo con sus ojos, sin contemplar otra realidad que la que ven o perciben en sus entornos más cercanos. Y tal vez ese sea el gran error.