Está durando la ocupación de espacio en los medios más poderosos del horror de Afganistán. Pero queda poco. El final de la fallida operación militar dirigida por los EEUU y el horror que les espera a los afganos, sobre todo a las mujeres, ha sido noticia de fuste, pero no se prolongará en el tiempo. Las cosas están mal en Afganistán desde hace mucho tiempo, y en Occidente nos ocupamos de estas mierdas a ratos porque no nos gusta que nos incomoden el día. Cuando la espuma informativa baje y los talibanes se estén empleando a fondo en castigar a las mujeres: ¿Quién se volverá a acordar de ellas?
Ya nos hemos olvidado de Haití, un país atrapado por una sucesión de tragedias en el que no quedan lágrimas. Fueron portada hace dos semanas pero ya pasó, como pasará Afganistán, aunque los ciudadanos de Haití siguen abandonados a su suerte, como abandonaremos a la suya a los afganos y sobre todo a las afganas. Los talibanes lograran con su metodología habitual un silencio informativo absoluto que les permitirá azotar, fusilar, lapidar y asesinar sin testigos molestos. ¿Algún medio dedica un minuto a las masacres que los islamistas llevan a cabo cada día en África? No, como no lo dedicaran a Afganistán en menos que canta un gallo, hasta que nos toque, hasta que el terrorismo yihadista nos de duro en nuestra casa.
Recuerdo que estuve en Afganistán con las tropas españolas allí desplegadas. Me impresionó aquello. Cuando salíamos a patrullar o a las labores de cada día sentía que había viajado a la Edad Media. Y me derrumbó ver a mujeres que, tras reunirse con soldados españoles y americanos para organizar unas escuelas, se colocaban el burka antes de salir de nuevo a la calle.
Occidente pronto se olvidará de Afganistán
En tan solo dos semanas de ofensiva, los talibanes han tomado el poder de nuevo, veinte años después de haber sido expulsados tras la intervención militar de los EEUU en venganza por el atentado contra las torres gemelas de Nueva York. El presidente Ashraf Ghani huyó. La embajada de EEUU comenzó a evacuar al personal y en nada cayó la capital. El Gobierno afgano se rindió supeditando su salida a una transición pacífica, pero los talibanes no fueron, no son y no serán pacíficos.
Son unos extremistas que con el Corán en una mano y el Kalashnikov en la otra liquidan a todo el que no piensa como ellos. Y se ceban con las mujeres, a las que tratan peor que a los animales y quienes carecen de los más mínimos derechos. Algunos, como el diario El País, se creyeron el mensaje inicial de que se iban a portar bien e iban a respetar los Derechos Humanos. Pero no lo han hecho, como era evidente. Su llegada de nuevo al poder es un factor de riesgo y desestabilización para toda la región y para todo el mundo occidental. Van a dar alas al terrorismo yihadista.
La progresiva y nefastamente organizada retirada de las tropas occidentales, comprometida por Biden y por los acuerdos de Doha, precipitó la desaparición inmediata de unas estructuras de Estado muy débiles. Y la victoria talibán no encontró resistencia. La coalición internacional ha fracasado. En el año 2001 EEUU invadió el país en venganza por el atentado del 11-S, que se había preparado al amparo del Gobierno talibán en territorio afgano, donde Al Qaeda entrenaba a sus terroristas.
El objetivo era Osama Bin Laden pero Bin Laden no estaba allí. No fue hasta diez años después que los EEUU asesinaron a Bin Laden en territorio paquistaní. La OTAN intervino en apoyo de los EEUU en 2002. Los EEUU se han gastado en esta operación 1,9 trillones de dólares, y más de 2.400 soldados americanos han perdido la vida. España ha cosechado más de 100 muertos y se ha gastado 3.500 millones de euros. Resulta lamentable y vergonzoso que este disparatado esfuerzo humano y económico no haya podido consolidar un régimen democrático en Afganistán.
Con la recuperación del poder por los talibanes el fundamentalismo islámico y el terrorismo yihadista reciben un balón de oxigeno. Washington ha llevado a cabo una retirada vergonzosa pero también es cierto que la seguridad global no debe depender solo de los EEUU. Digo esto porque solo 11 de los 30 países de la OTAN cumple con el compromiso de destinar el 2% del presupuesto a Defensa. Por ello, la derrota ha sido de todo Occidente y no debe achacársele solo a los EEUU.
Se estima que el movimiento afgano talibán cuenta con entre 60 y 100.000 combatientes, formados en los años 90 con los muyahidín. Guerreros islámicos que lucharon contra la ocupación soviética de Afganistán. El movimiento talibán no se diferencia en su lectura fundamentalista del Corán de otras escuelas radicales como la que impera en Arabia Saudí y la que preconizan los terroristas yihadistas de Al Qaeda o el Isis. Durante los 20 años de resistencia armada los talibanes no han dejado de controlar una parte del territorio afgano, sobre todo en el este, en la frontera con Pakistán. La explotación del comercio del opio ha sido su principal fuente de financiación, siendo Afganistán el principal exportador de heroína del mundo.
Ahora, con la recuperación del poder por los talibanes, se impondrá de nuevo la sharia y los derechos de las mujeres desaparecen. Serán violadas y asesinadas sin miramientos. Conviene no dejarse engañar por la propaganda. Cuando se escribe que los talibanes permitirán a las niñas ir a la escuela se suele omitir que lo harán solo para aprender el Corán, y su versión más radical, y para tener claro que por no poder no pueden ni reírse. Pero en Occidente la mayoría se olvidará pronto de ellas. Apenas ocuparán de vez en cuando un pequeño rincón de los informativos, una reseña minúscula. Esto es lo que hay. Afganistán, sí, pero ¿hasta cuando?