Directamente: Diego Pablo Simeone tiene, a mi juicio, toda la razón en la reflexión que hizo acerca de la responsabilidad que tienen los jugadores en lo que ocurre tanto dentro como fuera del terreno de juego. Podemos discutir en qué medida, pero que sus acciones tienen reflejo, para bien o para mal, en lo que luego ocurre, esto es algo que no ofrece ninguna duda. ¡Qué puñetero, atreverse a ir contracorriente! Estoy hablando de la reflexión del Cholo provocada por un Courtois que, deliberadamente, celebró el primer gol de su equipo no con sus compañeros, tampoco con su afición, ni siquiera con la afición contraria, sino justo contra los ultras del Frente Atlético que tenía situados a su espalda y que reaccionaron como él ya sabía que iban a reaccionar: como energúmenos.
Un discurso del Cholo Simeone a contracorriente
Asimismo, reacciono contra el bochorno que las mismas han producido en todo lo que he visto y leído en prensa. Unas declaraciones en las que empezó diciendo que “no necesitamos de esa gente en nuestra tribuna. Necesitamos de la gente que nos impulsa, que nos acompaña, que nos apoya, que piensa en el club y en el equipo» –una mentirijilla, porque a los tifossi los usan y los amparan todos los clubes del futbol- para, a continuación, precisar que los protagonistas «podemos ayudar a que no sucedan esas cosas, porque la gente no reacciona porque sí, reacciona por algo». Exactamente lo mismo que hizo la prensa tras sus declaraciones: reaccionar airadamente contra un discurso que va contra el suyo. Un discurso a contracorriente.
Además, se señaló a sí mismo al indicar que “también pueden empezar a sancionarnos a nosotros, los protagonistas, que incitamos a la gente. Hay que tener cuidado con lo que nosotros generamos, y yo me incluyo. No está bien lo que hacemos nosotros cuando provocamos, llámese Simeone, Courtois, Vinicius, Messi, Griezmann… como se llamen. El que tira el mechero que no venga más, pero también se puede sancionar al que carga. Así se equilibra. Pero repito, no se justifican los incidentes«. Y es que el bueno de Courtois, disociándose de su condición de jugador, provocó conscientemente la respuesta que vendría a continuación.
La Liga lleva años anunciando que va a denunciar «simulaciones claras o celebraciones de goles ofensivas que han ocurrido otras veces, que no son reflejadas en el acta arbitral, y que pueden generar crispación o que son contrarias al buen orden deportivo, siempre han sido rechazadas por parte de esta Liga, que no dudará, a partir de ahora, en dar traslado de las mismas al Comité de Competición para que depure las responsabilidades oportunas«. Sin embargo, no hace nada. Se limita a hablar. Lo más cierto es que el Cholo acierta al señalar la provocación de Courtois. Y, antes, Baraja acierta al señalar la provocación de Vinicius. El provocador es el primer culpable sin que eso pueda justificar, después, la reacción de los provocados cuando la misma atenta contra el Orden Público.
El Cholo tiene razón: responsabilidad de los jugadores dentro y fuera del campo
Son acciones diferentes y autores diferentes, empero ahora mismo solo una de ellas conlleva responsabilidad. Mientras que el jugador se va de rositas, el aficionado es sancionado gravemente. Se obvia, asimismo, una pregunta crucial ¿qué fue antes el huevo o la gallina? En este caso, la respuesta es clara: el jugador provoca y los energúmenos reaccionan. ¿Tiene el jugador que soportar insultos o lo que sea desde la grada? Por supuesto que no. ¿Tiene la grada que soportar los insultos o las provocaciones de los jugadores? Tampoco.
Diego Pablo Simeone, en definitiva, tiene razón y tenemos que dársela. Me quedo –más allá del futbol que me interesa poco- con la oportunidad que nos brinda este caso para ver dos fenómenos de nuestro tiempo: la alteración de roles entre agresor y agredido y lo difícil que resulta ir a contracorriente. El señalado por la corriente de lo políticamente correcto ocupa la posición de víctima (normalmente el que más cobra). Y lo hace al margen de su comportamiento.
Tal es lo que ocurre con Israel y Palestina donde, curiosamente, la víctima es el agresor. Y, por otro, el propio relato imperante señala a cualquiera que ose contradecirlo que, a continuación, es atacado y/o cancelado. Tal es el caso del Cholo. No hay espacio ni para la razón, ni para la equidad, ni para la justicia material. No obstante, les exhorto a ir contracorriente siempre que lo consideren justo. Les exhorto a rechazar a esa policía de la moral que nos vigila y les ruego encarecidamente que se planten cada vez que la ocasión lo requiera. Sin esa resistencia, el viento de la PPSOE arrasará con todo.