Gracias a The Objective, hemos sabido que doña Jésica, la pareja de Ábalos, era puta de catálogo. El catálogo de Ábalos lo manejaba Koldo, con experiencia en la materia. Y era lo que se viene a llamar puta de lujo, voluntaria, que le cobraba al señor ministro entre 6.000 y 12.000 eurazos al mes, incluido el alquiler de un pisazo en la Torre de Madrid.
Nada que decir respecto a que un adulto decida mantener una relación con una adulta que voluntariamente ejerce la prostitución y apoquinar entre 6.000 y 12.000 euros al mes. No pretendo inmiscuirme en la vida privada de Ábalos, que me importa cero. El problema está en que Ábalos era ministro, y el sueldo de ministro me parece que no da para ese gasto fijo si, como parece, Ábalos tenía que pagar algunas pensiones posteriores a divorcios.
La chica del catálogo de Ábalos fue colocada en una empresa pública
Doña Jésica le impuso ese fijo al ministro porque adquirió un compromiso de exclusividad, o sea, que se salió del catálogo para estar a tope con el ministro.
Otro asunto relevante es que Ábalos le pagó viajes a Jésica con dinero público. Los viajes en los que acompañaba a su cliente en misiones oficiales. Y finalmente, Ábalos, con Koldo de chico para todo, colocó a Jésica en dos empresas públicas dependientes de su Ministerio en puestos para los que carecía de la cualificación necesaria, ya que, además de puta de lujo, la chica estudiaba odontología, pero carecía de la experiencia laboral necesaria para ocupar los puestos que ocupó.
No era dificil pronosticar que a Doña Jésica le habían visto muchos en el catálogo
Después de un viaje a Moscú, un empleado de la Embajada de España agradeció unos regalos que le había enviado el ministro por sus servicios como conductor a través de un correo electrónico: “Salude a doña Jésica, don Koldo y sus dos escoltas”.
Intuyo que Ábalos, con ese nivel de gastos, no llegaba a fin de mes. Y que por ello, por supuesto a través de Koldo, le pidió a Aldama que se hiciera cargo del piso de Jésica. Ábalos había sido eficaz en mover los hilos necesarios para que las ministras Ribera y Maroto le concediesen a Aldama la licencia para operar en España, la famosa trama de los hidrocarburos.
Allá Ábalos y Doña Jésica con su vida. Lo grave es lo que se ha pagado con dinero público
No entro en por qué Ábalos, cuando saltó el escándalo de los viajes pagados a Jésica salió diciendo que era su pareja sentimental. Debió imaginar que se iba a poder acreditar que era una puta de catálogo. Aunque Koldo le dijera que había dejado el escaparate no era difícil pronosticar que muchos la conocían o al menos la habían visto en el catálogo de marras, y que se iba a saber que su pareja, Doña Jésica, era de catálogo.
En fin, que allá Ábalos con su vida privada, con sus parejas, sus catálogos y sus gastos, y allá Jésica con lo que hace por decisión propia con su vida mientras estudia odontología. Lo que sí me importa mucho es que un ministro financie esos gastos con dinero público y dé orden de que una empresa pública contrate a su amante de pago. Y aunque no fuera de pago. El de Doña Jésica es un escándalo de primer orden, uno más de los que rodean al Gobierno de Pedro Sánchez. Y uno más del PSOE en que salen a relucir putas, de lujo o de saldo, pero putas. Solo falta la farlopa. Ábalos ya queda en lugar de privilegio en el catálogo de corruptos del PSOE, que no es moco de pavo.