LA ESPAÑA DE LA ASFIXIA FISCAL

En España, la queja de que el gobierno nos “fríe” a impuestos no es una simple frase hecha: es el reflejo de una realidad cotidiana que golpea a trabajadores, autónomos y empresas por igual. Cada vez que llenamos el depósito, pagamos la factura de la luz o recibimos la nómina, es imposible no preguntarse cuánto de lo que ganamos realmente queda en nuestras manos. Con el gobierno de Pedro Sánchez, esta sensación se ha intensificado, no solo por la carga fiscal directa, sino también por las estrategias de recaudación indirecta que pasan desapercibidas, pero son igual de dañinas.


España se queja de los impuestos del Gobierno de Sánchez

Bajo el liderazgo de Pedro Sánchez, España ha consolidado una de las presiones fiscales más altas de Europa. Según el informe de Eurostat, los ingresos tributarios representan cerca del 40% del PIB español. Aunque el gobierno defiende estas cifras bajo el argumento de financiar el estado del bienestar, la realidad es que muchas familias y empresas sienten que están soportando una carga desproporcionada sin recibir beneficios tangibles a cambio.

Uno de los puntos más polémicos ha sido la escalada del IRPF (Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas). Mientras que el gobierno se enorgullece de haber subido los impuestos a las rentas altas, el verdadero peso recae sobre las clases medias, que ven cómo sus salarios se ven menguados por las deducciones fiscales. Aunque las rentas más bajas están parcialmente protegidas, la falta de actualización de los tramos impositivos frente a la inflación provoca que trabajadores que apenas llegan a fin de mes acaben tributando como si fueran «ricos«.

No hace falta profundizar en teorías económicas para entender el descontento de los españoles. Basta con mirar un ticket del supermercado o una factura de la luz. ¿Qué es lo que realmente estamos pagando? De cada euro que gastamos, una buena parte termina en las arcas públicas, y esa proporción no para de crecer.


Gastos e impuestos generan un caos insostenible

El precio de la gasolina es uno de los ejemplos más claros. A pesar de la moderación de los precios en los últimos meses, más de la mitad del coste del litro se lo llevan los impuestos. Mientras tanto, el gobierno celebra la supuesta “rebaja” de unos pocos céntimos como si fuese un alivio significativo, ignorando que cada trayecto diario al trabajo supone un golpe al bolsillo de los conductores. Y no hablemos de los autónomos y transportistas, para quienes cada euro cuenta en un contexto de márgenes ajustados.

Hablar de los impuestos en España sin mencionar a los autónomos sería injusto. Este colectivo, que debería ser el motor económico del país, está siendo maltratado por una política fiscal que parece diseñada para desincentivar cualquier iniciativa. Las nuevas cuotas de la Seguridad Social, que varían según los ingresos, han generado un auténtico caos.

Muchos autónomos, especialmente los de ingresos bajos y medios, han visto cómo las nuevas tarifas absorben buena parte de su margen, haciendo que trabajar por cuenta propia sea, para muchos, casi insostenible. El gobierno insiste en que estas medidas son “progresivas” y buscan un reparto más justo de la carga. Sin embargo, para los autónomos, la realidad es otra: menos ingresos disponibles, más trámites burocráticos y un futuro cada vez más incierto.


El Gobierno desconectado de las preocupaciones de los ciudadanos

A la carga fiscal habitual se le suma un enemigo silencioso: la inflación. La subida generalizada de precios afecta a todos, pero también aumenta automáticamente la recaudación del IVA y de otros impuestos indirectos. Es decir, el Estado gana más, mientras los ciudadanos pierden poder adquisitivo. Un ejemplo claro son los alimentos. Aunque algunos productos básicos tienen un IVA reducido, el coste general de la cesta de la compra sigue subiendo, y no se ve un alivio claro para las familias.

La sensación es clara: el gobierno recauda más, mientras que los españoles aprietan aún más el cinturón. ¿Pero qué vamos a esperar del Gobierno de Pedro Sánchez a estas alturas de la película? Quizás lo más devastador de esta situación es el impacto psicológico que genera en los ciudadanos. La sensación de trabajar para pagar impuestos, de esforzarse día tras día sin ver un retorno tangible, es desmoralizante. Muchas personas sienten que sus ingresos no les pertenecen realmente, ya que una gran parte desaparece antes de llegar a sus manos.

Sin embargo, el gobierno del Señor Sánchez parece estar completamente desconectado de las preocupaciones reales de los ciudadanos. Mientras las familias luchan por llegar a fin de mes, el ejecutivo se centra en anunciar medidas supuestamente progresistas que, en la práctica, no alivian la carga fiscal. Un ejemplo es el famoso “impuesto a las grandes fortunas”, que ha sido más un gesto simbólico que una solución real a los problemas económicos del país. La pregunta que muchos se hacen es: ¿hasta dónde puede llegar esta situación antes de que sea insostenible?


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