Hace años que en mi condición de ciudadano no acudo a manifestaciones ni en defensa propia. Como periodista, solo a las que no me queda más remedio. Ayer madrugué y caminé hacia la Plaza de Felipe II para ver el ambiente. Al pasar por Las Ventas, a las 10,30, ya había bastante peña con muchas banderas españolas calentando motores. En Manuel Becerra a un matrimonio joven un par de caballeros cerca de la jubilación les dijeron: “Venga fascistas, iros a misa que es domingo”.

Yo caminaba a solas detrás de ellos y si las miradas mataran estaría fulminado. España sigue siendo el único país del mundo en el que te llaman fascista por portar tu bandera. Y España es hoy un país en el que desde el Gobierno se está fomentando disparatada y conscientemente el enfrentamiento civil. Hay demasiados que no aprenden de la historia, incluso muchos que directamente la desconocen.

A las 11 h los alrededores de Felipe II ya estaban a tope. Algunos llevaban bufandas del Madrid y del Atleti para ir al atardecer al derby en el Metropolitano. A uno del Atleti le escuché decir: “Joder yo soy rojo de tres generaciones, pero esta amnistía no tiene un pase”. Su colega, madridista, se limitó a responderle: “Esta amnistía es un puto disparate. Y la van a aprobar los tuyos. Sigue votándoles, chaval. Pero España no es el Atleti”. Preferí no seguir poniendo la oreja y seguir a lo mío.

Constatado que la asistencia a la manifestación era masiva regresé a casa. Ví y escuché las intervenciones a través de la señal de televisión del PP. El alcalde ejerció de mero anfitrión. Ayuso, aclamada como siempre, la única en el PP que domina el escenario popular, subió como una estrella de rock e impuso el eslógan “de ninguna manera”, que le funcionó. Siendo domingo a las 12 h eché de menos algún amén entre la concurrencia. Tiene Ayuso un equipo que le prepara bien sus discursos.

Ahora ha fichado a Valdeón y a Alfonso J. Ussía, que van sobrados de vatios con el lapiz o el teclado. Y, una vez más, pese a la presencia de Aznar, Rajoy y Feijóo fue la única, de nuevo, que tuvo claque propia. Antes de subir a la tribuna se escuchó “Ayuso, Ayuso, Ayuso” mientras la cámara del PP pinchaba a los jefes y no a la jefa.


Los del PP parecen disidentes a deshora contra un Sánchez que muerde antes de hablar

Viendo las intervenciones y habiendo pasado por el lugar creo que el acto merecía haberse celebrado en el coso de Las Ventas. Aznar y Rajoy dan un poco de pereza. Aznar, encima, arrancó con un sorprendente “no venimos aquí a protestar”. ¿Perdón? Si montas una manifestación y convocas en la calle al personal contra una amnistía se va a protestar o se queda uno en casa. Pensábamos que Aznar no tenía también el habitual complejo de la derecha española, y, además, si antes de empezar una manifa tienes que explicar a qué no has ido eso no es una manifa ni es ná. Desde que no habla en tejano Aznar no es el mismo.

Y Feijóo sigue en Madrid como fuera de sitio, no se le percibe cómodo, y claro, sabía que donde se le espera es el martes en el Congreso, donde tiene una faena de alivio de luto, de puerta grande o enfermería, que va a ser enfermería seguro. Tiene cara de que le matan al final de la película. 

Visto como en la sesión del Congreso con las lenguas como ariete, aquella en la que Sánchez, con la ayuda de la sierva Armengol arrancó una modalidad nueva de aplicar las normas. O sea, primero aplicarlas, luego debatirlas y después ya si eso aprobarlas, aquella en la que unos hablaban en catalán y otros en batúa y a ambos para que los entendieran les traducían al castellano, menos Borja Semper, que se tradujo a sí mismo, ayer me temí que, visto el éxito, fueran a colocar un poco de arena de playa en el escenario y hubiera subido Semper a dar unos brincos y gritar “Amnistía ez”. Lo hubiera entendido todo el mundo, sin pinganillo.

Por cierto, la señal del PP nos mostró, antes de subir los jefes al escenario a la cúpula del partido en animada charla, y quiero destacar tres cosas. La primera, la obediencia de ellos en el atuendo, camisa blanca con dos botones desabrochados, o tres. La segunda, que alucino de seguir viendo ahí a Javier Arenas, “el campeón”, incombustible, siempre dispuesto a hacerle la rosca al que mande, siempre a la orden, siempre a pillar, poder. No importa el lugar, la idea, el proyecto, el líder, a Arenas no le sacan de la cúpula del PP ni con agua hirviendo. Claro que como ha manejado las llaves de la cueva tanto tiempo, y le conocen, prefieren tenerle ahí, al mamoneo, por temor a que tire de sirla y haga un estropicio.

Y la tercera, González Pons. Este hombre, al margen de que fue el negociador del PP con Junts, esa negociación de la que no han contado nada, debiera hacerse mirar que siempre sale, en el Congreso o en cualquier acto, a cualquier hora, en segunda fila, siempre moreno, como el nuevo Etoo del PP (así le decían a Zaplana) con una sonrisa que termina por hacerse repelente, y aplaudiendo al jefe. Sonreír está bien, hace la vida agradable, pero que tu papel en un partido sea poner sonrisa impostada y aplaudir, casi siempre genuflexo, al que manda es para llorar.

O sea, que lo del PP no es organizar manifas, porque de toda la vida de Dios las manifas son para protestar por algo, y en democracia está bien protestar, más aún contra un gobernante autocrático que la va a liar con una amnistía que no tiene un pase. Y en la vida en general, cuando hagas algo, hazlo bien o no lo hagas, como si tienes que romper algo debes hacerlo a modo, hacerlo añicos. No digo que se liaran a reventar escaparates caros y pillar hasta los tangas de alhaja como hicieron los que van a ser indultados. Pero cuando se protesta hay que protestar a modo. Y el PP no tiene currículo en la materia, como Feijóo no tiene por ahora escaños suficientes para ganar mañana la confianza del Congreso.

Han sido capaces de movilizar a la peña porque la peña está muy cansada, y han repartido muchas banderas, pero parecía que, a los jefes, excepto a la jefa Ayuso, lo de la manifa como que les daba vergüencita. Daban la impresión de que eran disidentes a deshora. Y enfrente tienen a Pedro Sánchez, que muerde siempre antes que ladra, como aplica las normas que le interesan a él antes de aprobarlas. Que no tiene límites, amnistía ni moral, ni más principio que mantenerse en el poder para abusar de él a su capricho. Y contra Sánchez, con complejos, estás perdido. Incluso también sin ellos. 


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