Dijo Pedro Sánchez, ufano, engreído, chulito, encantado de haberse conocido, que “yo pasaré a la historia por haber exhumado el cadáver del dictador”. Y no se le movió un pelo, ni un músculo de la cara. Hay que echarle cojones para soltar tal barrabasada egocéntrica. Pero sí, Sánchez va a pasar a la historia por varias cosas que apunto sabiendo que me dejaré algunas.
Sánchez pasará a la historia por haber concedido una amnistía encubierta a los golpistas catalanes. Por haber retirado a la Guardia Civil de Navarra para regocijo de los etarras que ahora manejan Bildu y gobiernan España. Por haber sido el presidente que ha firmado más reales decretos. Sí, 132 en poco más de cuatro años, por 129 de su amigo Felipe González en 14 años. Por decretar dos estados de alarma devenidos después en inconstitucionales.
Por haber descubierto que España es el segundo país del mundo con más desaparecidos tras la Camboya de Pol Pot. Lo cual claro, es absolutamente falso. Por ser el presidente de Gobierno que más veces ha mentido a los españoles en menos tiempo. Y por encima de todo esto, por haber liquidado la separación de poderes. Ya veremos si de modo definitivo. No ha habido ningún presidente que haya llegado a tanto en esa tarea.
Poco después de proclamar que se adora a sí mismo más de lo que le adoran las decenas de pelotas que le rodean con sueldos cuantiosos con cargo al erario, comunicó que el Gobierno, o sea, Su Sanchidad, nombraba al ex-ministro Juan Carlos Campo, pareja de la presidente socialista del Congreso, y a Laura Díez, ex alto cargo de Presidencia y ex-vicepresidenta del Consejo de Garantías estatutarias de la Generalitat de Cataluña, como magistrados del Tribunal Constitucional (TC).
Y ha desatado una batalla en el TC porque tres de los magistrados con vitola de progresistas (Cándido Conde Pumpido, Inmaculada Montalbán y Ramón Sáez) solicitaron al presidente que convocara al Pleno para dar el plácet a los nombramientos, cuando un día antes todos los magistrados decidieron no convocar ese pleno ni dar el plácet hasta ver si el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), en su pleno convocado para el día 22 de diciembre, decidía nombrar a los magistrados del TC que le corresponden. Los tres solicitantes lo hicieron porque dijeron estar seguros de que el CGPJ no va a designar el 22 a los magistrados que le corresponden.
Sánchez, el presi egócentrico, nos sigue mintiendo…
Hay varios lios internos. El primero, que la llegada de Campo al TC complica a Conde Pumpido alcanzar la presidencia, porque ambos se llevan a matar y sin el voto de Campo lo tiene complicado. Pero el lío gordo es que, si el TC da el plácet a Campo y Laura Díez, Campo va a tener que abstenerse reiteradamente en votaciones dado que el TC debe resolver sobre 15 recursos contra leyes que Campo aprobó siendo ministro.
Además de en 11 peticiones de amparo por decisiones de la Mesa del Congreso presentadas por su señora, Meritxell Batet. Laura Díez, de ser ratificada por el TC, deberá abstenerse en varios asuntos planteados que afectan a Presidencia del Gobierno y a Cataluña. Como por ejemplo el recurso de Ciudadanos y el PP contra las leyes del Gobierno catalán para no aplicar el 25% de clases en castellano en las escuelas catalanas. Laura Díez avaló personalmente esas leyes en su cargo como asesora del ejecutivo catalán.
Félix Bolaños, el muñidor en Presidencia del Gobierno de todos los apaños para controlar el poder judicial, dijo en rueda de prensa que el nombramiento de dos ex-altos cargos no tenía problema, “porque el TC no es un órgano judicial”. A ver señor Bolaños, no es un órgano jurisdiccional de instancia, pero es ni más ni menos que el órgano encargado de interpretar la Constitución. Poner en duda la imparcialidad de estas dos personas es «demasiado decir”. Lo que es demasiado pensar es creer en esa imparcialidad. Ya tenemos el antecedente de la Fiscalía General del Estado con Dolores Delgado de Garzón.
Campo fue el ministro al que se cargó Sánchez por oponerse y advertir a Sánchez de las consecuencias que iba a acarrear la Ley del sí es sí de Irene Montero, pero antes fue el ministro de los indultos a los golpistas catalanes, decisión adoptada por el Gobierno con la opinión contraria del Tribunal Supremo. Quizá Su Sanchidad quiere compensar a Campo por esos trágalas. Y de la señora Díez me cuentan en Presidencia que cuenta con el apoyo de Bolaños y de Esquerra Republicana de Cataluña como méritos principales.
No voy a cuestionar de antemano la preparación jurídica de Campo y Díez, pero sí cuestiono radicalmente la necesaria imparcialidad de ambos. Si terminan en el TC, Sánchez ya podrá decir del TC sin rodeos como dijo de la Fiscalía General: ¿“quién manda ahí?, pues eso”. La Constitución, en su artículo 24, se refiere a “la tutela efectiva de los jueces y tribunales en el ejercicio de sus derechos e intereses legítimos, sin que, en ningún caso, pueda producirse indefensión”, o sea, el juez imparcial.
El señor Campo no responde a dos exigencias esenciales de esa imparcialidad, ni la objetiva. O sea, que el juez entre en los asuntos sin haber tenido que tomar previamente postura en ellos, ni la subjetiva. O sea, no tener relaciones indebidas con las partes. Ninguno de los dos designados por Sánchez reúnen el requisito de apariencia de neutralidad. Y la neutralidad, o la apariencia de neutralidad, es imprescindible para que los ciudadanos confíen en los tribunales.
Su Sanchidad se cisca una vez más en la despolitización de la Justicia. Recuerdo la entrevista que le dio a Jordi Evole en La Secta, donde muy campanudo, como siempre que miente, que es casi siempre, dijo que él se comprometía a acabar con la politización de la Justicia si llegaba a ser presidente. Pues eso.
Y además..
- Otro lío en el Congreso porque el vicepresidente Gómez de Celis le quitó la palabra a la diputada de Vox Patricia Rueda por hablar de los “filoetarras de Bildu”. Vamos, que el PSOE admite en el Congreso que se diga de la oposición que apoya la cultura de la violación, o se pueda llamar fascistas a jueces y opositores. Bildu siente una insuperable simpatía por ETA. La partícula “filo” no solo no es excesiva en el caso que nos ocupa, sino que incluso sobra. Si exceptuamos al diputado Iñarritu, el resto estaban metidos hasta la bola en ETA. Otegui tiene varias condenas, una de ellas por participar activamente en el secuestro de un diputado. Mertxe Aizpurúa, la portavoz, ejercía de señaladora desde las páginas de Egin y Gara. Elena Beloki fue la jefa del aparato internacional de la banda terrorista. Y en Bildu ocupa la misma posición para aprovechar la experiencia. David Pla fue uno de los encapuchados etarras que ofició la ceremonia de anunciar el fin de la violencia, encapuchado por supuesto y fue el negociador en Oslo en nombre de ETA. Mi amigo José Mari Calleja, con su brillantez habitual, ya decía que eran etarras en comisión de servicio en Bildu. Desde luego, ninguno de los citados eran adversarios de ETA y si han marcado alguna distancia de la banda ha sido para poder ser blanqueados por Su Sanchidad y su partido, que un día fue socialista, obrero y español.
- Y para terminar, el amigo Marlasca, a quien todos los grupos parlamentarios menos Vox acusaron en el Congreso de ocultar la verdad sobre el horror de la valla de Melilla. Es curioso que Vox fuera el partido menos duro e incluso el único que se sumó a los argumentos del Gobierno. Marlaska está empeñado en sostener que ninguno de los fallecidos murió en suelo español, pero tiene un serio problema, cual es que hay imágenes que acreditan lo contrario. Marlasca es experto en ocultar verdades. Ya desde sus inicios, cuando instruyó el sumario por la muerte-suicidio de Rafael Escobedo, el del Caso Urquijo, en la prisión de El Dueso. Siempre le ha gustado a Marlasca manchar la toga con el polvo del camino, incluso antes de cambiar la C de su apellido por la K, para parecer muy vascorro y jatorra que dicen allí. Cuando salga toda la mierda que tiene en las prisiones españolas, que dependen de él, quizá no sea ya ministro. Pero a Marlasca le persiguen las violaciones de los derechos humanos. Con su trayectoria le veo en no mucho tiempo en el CGPJ, en el TC o incluso en la Fiscalía General. O sea, en algún puesto judicial a dedo de Sánchez. Quién te ha visto y quién te ve amigo Marlasca. Así, con C. Y lo de Grande es que no casa nada bien con tu estatura moral. Yo que tu cambiaba el apellido por Minúsculo, con o sin acento, a tu gusto.