Sabemos que cuando solicitamos con sinceridad el perdón o somos perdonados, se producen efectos beneficiosos: aumenta la autoestima, disminuye el estrés, disminuye la ansiedad, la tristeza y mejora nuestro estado físico. Pero estamos hablando del verdadero perdón. Es decir, aquel que se produce con un verdadero sentimiento de arrepentimiento. Es un concepto cargado de emocionalidad. Lo solicitamos porque una acción nuestra ha causado un mal o perdonamos a otra persona cuya acción nos ha infligido un daño.
El perdón está muy conectado a la educación que hemos recibido. De pequeños nos enseñaban a pedirlo y a perdonar. Son “habilidades” básicas que los padres y las madres consideraban y siguen considerando imprescindibles. Cuando hacíamos algo incorrecto teníamos que pedir perdón y de igual modo nos enseñaban que era “bueno” perdonar. Aprendimos que pedirlo suponía una expresión de arrepentimiento y una forma de reparar el error y el daño causado. Además al perdonar demostrábamos ser una buena persona, comprensiva y sensible. El perdón requiere de voluntad y de disposición para pedirlo, pero también de responsabilidad para aceptar las consecuencias.
Pero ¿qué ocurre cuando lo pedimos después de realizar un daño sin creer en ello? Estamos ante una disculpa falsa. Creemos que una simple palabra puede evitar todo el daño que hemos causado. Un «aquí no ha pasado nada”. En el falso perdón no hay una verdadera y honesta disposición a resolver la situación, aceptando con responsabilidad las consecuencias, sino una estrategia para esquivar el conflicto.
El perdón ¿realmente lo sentimos?
Así que se pide el perdón sin creer realmente en ello. Perdonar no es olvidar o pretender que no ha sucedido nada. Debemos entender que ha sucedido, reconocerlo y responsabilizarnos para reparar el daño. Lo pedimos de una manera vacía, casi como un “teatrillo”. Así es muy fácil. Es solo una palabra pero una palabra muy común. Haz la prueba. Si lo buscamos en Twitter veremos no cientos, sino miles de tuits que incluyen la palabra perdón. Eso sí, rara vez es para pedirlo genuinamente sino para exigir a otro que lo pida. Se pide perdón en muchos momentos de la vida privada de las personas pero también en la vida pública. Veamos algunos ejemplos de personalidades que se disculpan en la prensa o redes sociales.
En abril de 2012 el emérito Juan Carlos se disculpaba por cazar elefantes durante su viaje en Botsuana. Sus palabras fueron: “Lo siento mucho. Me he equivocado, no volverá a ocurrir”. Alocución muy breve comparada con todas las críticas que generó su viaje y la matanza de animales.
Recientemente el técnico del equipo de fútbol femenino del Rayo Vallecano ha tenido que salir al paso de la gran polémica que un audio suyo ha suscitado. En este audio de hace 4 años incitaba a su cuerpo técnico a cometer una violación grupal emulando a los jugadores de la Arandina. Emitió un comunicado en el que pedía perdón por una «broma machista imperdonable”. Eso sí, descartaba su dimisión y pedía comprensión hacia él por ese polémico audio.
Sus palabras eran estas: “Quiero pedir perdón y dejar públicamente constancia de mi profundo arrepentimiento por la desafortunada y de muy mal gusto, broma machista imperdonable que realicé hace ya mas de cuatro años en un grupo privado. Agradezco al Rayo que tras estos audios, de los que estoy profundamente arrepentido y avergonzado, me hayan escuchado, entendido mis explicaciones y aceptado mis disculpas. Ruego y suplico a toda la opinión pública que intenten concederme el perdón que ya me ha concedido el Rayo para no ser destruido como ser humano”.
Ante esta situación todo el mundo se preguntará si realmente existe un arrepentimiento genuino o es una excusa para poder salir “ileso” de esta situación tan bochornosa. En este caso como en muchos otros, la única solución es el abandono de la posición o cargo que representa. No hay ninguna condición de perdón excepto la dimisión. Si el técnico continúa entrenando a las chicas con ese precedente en su carrera ¿ellas siguen confiando en él? ¿Están verdaderamente seguras ante la posibilidad de que lleve a cabo su «broma machista»? Carlos Santiso sigue inexplicablemente ejerciendo como entrenador.
Uno de los violadores de la Manada de Pamplona, José Ángel Prenda, ha enviado una carta de disculpas a su víctima. Reconoce la agresión sexual y pide perdón. Pero además de eso, solicita que la carta conste en su expediente de ejecutorias. ¿Y por qué? Para que cuando tenga acceso a los permisos, el fiscal informe a favor y el juez de Vigilancia Penitenciaria otorgue la salida. Pero la realidad es que por mucha carta que envíe, no significa que exista ningún beneficio. Como se aprecia claramente, sus disculpas están vacías y son interesadas. Solo piensa en su propio beneficio.
Estas situaciones también las encontramos en la política, donde ya es sabido que todos los políticos mienten… y muy a menudo. Así tenemos como ejemplo al Primer Ministro británico, Boris Johnson. Ha pedido perdón en el Parlamento por “la rabia que siente la población” con él y con su Gobierno, creyendo que no siguieron las reglas de confinamiento dictadas para contener la pandemia. Y es más, se organizaron fiestas con multitud de invitados en pleno confinamiento. La oposición ha pedido una y otra vez su dimisión. Y por ahora solo han dimitido algunos asesores de su gabinete. Algunos medios creen que se acerca el final de su mandato. Incluso celebridades del mundo del cine o la música piden disculpas por declaraciones que causan revuelo y les perjudican en sus carreras profesionales.
Recordemos que la magistrada del Juzgado de Instrucción nº 4 de San Sebastián, Ana Isabel Pérez Asenjo, lleva 2.755 días sin pedir perdón a las víctimas de Kote Cabezudo. Y aunque lo hubiera hecho quizás habría sido un «pedir perdón» como el del Emérito: el daño ya está hecho y es enorme. Eso sí, con ese sencillo gesto quizás alguna de ellas hubiera podido volver a respirar con normalidad… solo quizás. En conclusión: ¿está todo permitido? ¿Basta con pedir perdón? Parece que en muchas ocasiones si es suficiente con solicitarlo y todo lo que hemos dicho o hecho desaparece por arte de magia. Un ritual mágico: el perdón hace desaparecer todo lo malo… a veces. Pero entonces ¿dónde queda la responsabilidad?