En 2017 UNICEF dio a conocer un informe en el que se hablaba de la explotación sexual a menores y la trata de seres humanos. Hablaba también de que España ya no era lugar de destino para las mafias que tenían como objetivo la captación y explotación de menores, sino que se había convertido en lugar de origen para la captura de niñas. Muchas de ellas captadas mediante el método conocido como «lover boy». Un chico enamora a las niñas, les agasaja y hasta les propone un futuro perfecto si se escapan juntos. Al final su destino es quedar atrapadas en una red de la que nunca saldrán al menos psicológicamente, porque quedan muy afectadas de por vida.
Muchos medios ya en 2017 hablaban de un auge en el número de casos de trata de blancas y de prostitución infantil. Comentaban que “había una demanda de carne cada vez más joven”. Desde que Unicef elaborara ese informe han pasado ya cinco años. Y continuamos recibiendo noticias acerca de mafias cuyo objetivo es la trata de menores. De redes de prostitución infantil o incluso de captación de menores y prostitución de los mismos. Incluso de los que están bajo la tutela en centros de acogida.
Son muchos los casos que se han dado desde 2017. Y muchos más los que se han conocido en los últimos 12 meses. Lo que viene a demostrarnos es que es un problema que se acabará convirtiendo en endémico y que dejará de sorprendernos algún día porque vamos a acabar estando acostumbrados a él. Y sin que nadie haga nada por remediarlo o se ponga freno a las recurrentes redes de prostitución infantil y abuso de menores. Los menores son los grandes olvidados de nuestra sociedad. Sin ánimo de ser alarmistas ni apocalípticos, podríamos afirmar que en el momento en que estas graves noticias se normalicen, la propia infancia estará perdida. ¿Estamos realmente ante un auge de casos de prostitución infantil o abusos a menores?
En declaraciones a los medios de comunicación no es extraño escuchar a los portavoces de la Policía Nacional afirmar que los datos, aunque siempre escalofriantes y numerosos, son siempre la punta del iceberg. Es decir que la situación contempla muchísimos más matices de los que conocemos y los números, aunque sorprendentes, no son solo números. Estamos hablando de personas. Y si se rasca un poco más sobre la superficie de muchos de los casos que se dan a conocer, se verá que el hilo es bastante más alargado de lo que se cree.
Menores prostituidas y abandonadas ¿quién les protege?
De cara a la opinión pública podríamos decir que los casos de las niñas de Mallorca abrió la veda a multitud de casos más que han ido apareciendo sobre la marcha. El último el de la red en Madrid en el que ha habido más de una treintena de detenidos. En él se sabe que al menos 3 de las víctimas eran adolescentes tuteladas por centros de menores de la Comunidad. Junto a Madrid o Mallorca, las Islas Canarias con su caso conocido como «18 Lovas«.
Y así un largo etcétera que pone en el punto de mira no solo a los centros de menores gestionados por las comunidades autónomas sino al propio sistema que regula el bienestar infantil. Es decir ningún sistema porque no hay ningún organismo encargado del respeto a la infancia y a la adolescencia. Tampoco hay iniciativas, ganas e interés ello la verdad.
Puede que estemos ante el auge de este tipo de casos. Como también puede que estemos ante el auge del abandono más total y absoluto a la infancia y la adolescencia. Los menores sobre todo cuando se encuentran tutelados por la administración pública, no encuentran su sitio ni son tenidos en cuenta. Cuanto menos para que de una vez por todas se pongan en marcha medidas para su protección y salvaguarda.
Y no nos cansaremos de decir que los menores de hoy serán los futuros adultos del mañana. Algunos del pasado mañana pero adultos al fin y al cabo. Para ellos la historia se repetirá siempre porque no se pusieron medidas para contrarrestar el abandono que han sufrido. Máxime cuando además han sido víctimas de trata, abusos o explotación. Cuando esto deje de ser “lo normal” y pase a ser “lo excepcional” (pero no por bueno sino por “anormal”) estaremos entonces poniendo las primeras piedras para trazar un camino sólido que nos lleve al verdadero respeto a la infancia, nuestra infancia.