Escribo cinco días después de que la selección de baloncesto de los EE.UU. eliminara a España en los cuartos de final de los Juegos Olímpicos de Tokio. En Saitama, un pabellón que hasta ese día era talismán para nuestra selección de baloncesto. He tenido la inmensa fortuna de conocer y ser amigo de buena parte de ese equipo español y de vivir momentos históricos en las tripas de esa familia, creada por el ex presidente de la Federación José Luis Sáez, que salió injustamente maltratado de ella. Después llegó Jorge Garbajosa. Y conozco y soy amigo de Sergio Scariolo. Un español nacido en Brescia que ha aportado su inmensa sabiduría y ha dirigido la nave con talento formidable y liderazgo sólido. Digo todo esto porque quizá escriba condicionado por los afectos.
El partido último contra los EE.UU. lo jugamos mal. En ningún momento tuvimos la sensación de que podíamos ganarles, como había ocurrido siempre desde hace quince años cuando nos enfrentamos al mejor equipo del mundo. Ya contra Eslovenia se percibía que el equipo estaba muy cerca de llegar al límite de sus posibilidades. Precisamente Pau Gasol y su hermano Marc fueron el termómetro que reflejaba esa inferioridad. Pau regresó justo, tras una temporada correcta en el Barcelona campeón de la Liga ACB, para despedirse de la Selección. Frente a Japón y Argentina mostraron que el equipo español es una auténtica piña con jugadores fantásticos. Algunos de ellos en el final de su carrera y unos jóvenes a los que les falta algún hervor para llegar a la categoría mostrada por sus antecesores.
La defensa de los dos primeros partidos me hizo pensar que quizá podíamos frenar a Luka Doncic, que era la primera gran prueba de nivel en los Juegos. Y sí, Doncic no llegó a los números que acostumbraba pero el resto del equipo esloveno, con el nacionalizado Tobey a la cabeza, más Çançar, Dragic y Prepelic, fueron inalcanzables. La derrota ante Eslovenia dibujaba la eliminación en cuartos. Aunque los hermanos Gasol jugaron bastantes minutos, su aportación no fue la que solía. Y en los dos últimos partidos, los pocos minutos que les dio Scariolo evidenciaban que no estaban para más.
A un equipo que nos ha dado tantas alegrías y títulos: gracias
La selección de los EE.UU. apostó por jugadores muy atléticos y por tiradores, con Durant como líder indiscutible. España solo tuvo a su nivel, incluso por encima de él, a Ricky Rubio. Ha terminado como máximo anotador de los JJ.OO. Pero los números de Ricky, su papel de único anotador, supuso la no aparición de jugadores como Alberto Abalde y Alex Abrines, que debían haber tocado más balón para aportar los puntos que llevan seguro encima. España ha jugado un torneo si una constancia suficiente como para afrontar los retos que proponen unos JJ.OO.
Nada que reprochar a un equipo que llega hasta el límite de sus posibilidades y que nos ha dado tantas alegrías en forma de títulos que hace poco ni soñábamos. Al contrario, honor y gloria para ellos. Ahora Sergio Scariolo tiene una tarea difícil, aparcar toda la gloria obtenida y reconstruir un equipo competitivo con jugadores jóvenes. Hay mimbres para hacer un buen equipo pero hemos de olvidarnos definitivamente de disfrutar en nuestro equipo de una pareja de campeones de la NBA en la pintura. Los hermanos Hernangómez son muy buenos y están llamados a ocupar un papel relevante, pero sin los Gasol, sin Pau y Marc, pensar en medallas de oro es un sueño que no parece que pueda cumplirse por ahora.
La generación del 80 nos ha dado mucho más de lo que podíamos imaginar. Han construido la base de una Selección irrepetible. Han marcado un camino de la mano de Scariolo que tiene el mismo nivel que ellos en su tarea como entrenador. También campeón de la NBA como segundo entrenador de los Toronto Raptors con dos españoles: Marc Gasol y Serge Ibaka.
A Pau solo queda darle las gracias por haber sido tan grande y habernos hecho tan felices. Gloria para Pau. Una medalla menos no ensombrece una micra su trayectoria ejemplar desde el día de su debut hasta el día de su amarga despedida en la derrota contra EE.UU. Ha dado muchas lecciones de saber ganar y de saber perder. Nos deja una herencia fastuosa que estoy seguro van a saber aprovechar las generaciones que vienen. Ganarán o perderán pero honrarán una camiseta como la de la Selección Española que ya es mítica.
Gracias, gracias, gracias a todos los que han formado parte de esta familia creada por José Luis Sáez en la Federación Española de Baloncesto. Gracias a los ejecutivos, a los preparadores, a los técnicos, a los médicos, a los fisios, a los asistentes, a los jugadores. Muchas gracias de todo corazón por haber competido con honor hasta el mismo límite de vuestras posibilidades. Nos habéis dado inmensa felicidad. Quienes amamos el baloncesto jamás podremos olvidaros, a ninguno.
Y como colofón, qué raro se me ha hecho en estos JJ.OO. organizados magníficamente por Japón, el autoservicio en las medallas. Lo anunció ya en julio el presidente del COI. Dijo que se entregarían en una bandeja y que cada uno cogería la suya. En otros deportes, véase el fútbol y la Eurocopa, Ceferin el capo, entregó las medallas, esas que los segundos, los ingleses, siguiendo una moda lamentable que viene de hace tiempo, se quitaron de encima al instante. O los equipos que pierden empiezan a saber perder o mejor sería no entregarles las medallas porque el show de cómo se las quitan. Así en general, es lamentable. Me ha sorprendido que a nadie se la haya ocurrido en Japón un sistema que garantizara la seguridad médica permitiendo que se les pusieran las medallas a los que las ganan como se merecen. El autoservicio de medallas ha quedado feísimo.