YO NO ME QUITO EL WHATSAPP REBECA

Pues sí. Tras lo de Rubiales y Jenny el pensamiento único se ha puesto contra unos universitarios de Logroño de los que se han filtrado unos WhatsApp (privados, claro). En ellos presumían de hormonas y hablaban de sus compañeras como les salió de los huevos.  No soy partidario de la filtración de WhatsApp privados excepto que se trate de personajes públicos que hablen de asuntos cuyo contenido es relevante para la opinión pública. Por ejemplo, los sms de Rajoy de “Luis, se fuerte, te llamo mañana”, aunque luego no le llamara el muy cabrón. O excepto que evidencien una doble moral intolerable e insoportable para la opinión pública. Ejemplo, los mensajes filtrados de un grupo de Podemos en el que estaban todas las, los y les del feminismo institucional.


Los Whatsapp de los universitarios de Logroño

O sea, todos, todas y todes los que están masacrando a estos tíos de Logroño, en las que el macho alfa de ese grupo “progresista” decía de una periodista, Mariló Montero, que “la azotaría hasta hacerla sangrar”. A los de Logroño, como a los del Elías Ahúja, los quieren fumiga. E incluso el rector de la Universidad les ha abierto un expediente académico por si los mensajes fueran constitutivos de delito.

Copio aquí dos párrafos de un artículo de Rebeca Argudo en Theobjective.com porque es mi compinche y no se me enfadará. Ademas porque no sería capaz de escribir mejor lo que pienso de como lo ha escrito ella. Todo escritor y todo periodista es también un poco ladrón: “A mí lo que me parece grave no es que los chavales en la intimidad de un grupo con amigos puedan decir que fulanita o menganita está de toma pan y moja, en los términos que lo haga cada uno según su particular sensibilidad. O incluso ausencia de esta. A mí lo que me parece grave es que se filtre esa conversación privada, primero. Y que nos estén rapiñando los reductos íntimos en los que podemos despojarnos, desacomplejadamente, de esta asfixiante corrección política, puro postureo moralista de un meapilismo insoportable. 

Tampoco es cuestión de otorgarles una medalla al mérito a la caterva de hormonas desbocadas, pero déjenlos que camelen. Que sean en todo caso sus padres, de pillarles los improperios, quienes le digan aquello de «no he pagado yo un colegio privado para est. Y ni eso, que ya son adultos. No me creo yo que el rector, en sus tiempos mozos, expresase su admiración por las kilométricas piernas de una compañerita de estudios con sonetos gongorianos de irreprochable sensibilidad y cero ánimo libidinoso. Ni el rector ni nadie. Yo la primera. Por eso cierro WhatsApp. Porque tendrían que ver ustedes algunos de los mensajes que me he enviado yo con mis amigos. 

Algunas cositas me parecen barbaridades a mí misma, pero son las que más risa me provocan. Tengo a mis amigos, de hecho, mandándome pantallazos de nuestros grandes éxitos. ¿Tacos? Los que quieran. ¿Groserías? Todas y más. ¿Maledicencias? Si yo les contara. No se libra ni Echenique”.  


La Santa Inquisición nos persigue…

Si se publicaran los mensajes que me cruzo, por ejemplo, con Rebeca, nos llevan directamente al cadalso. Lo de los de Logroño de “últimamente son todas muy putas” o “hay que partirles las bragas” me parece más suave que lo de “la azotaría hasta hacerla sangrar”, que quieren que les diga.

Y me imagino cuando Rubiales, que supongo que se defenderá, saque sus WhatsApp, porque conociendo al personaje, patán y corrupto, imagino sus mensajes con Jenny, con las demás, con Pedro Sánchez y con el lucero del alba. A ver que dice esta inquisición que nos persigue ahora.

Pero sí, como Rebeca Argudo (venga, síganla, no pierdan tiempo @Rebevolutions), “creo que es necesario defender que puedan decirlo para que todos podamos decir lo que nos dé la gana. Son los blasfemos los que ensanchan nuestra libertad de expresión y los pusilánimes los que la dinamitan”.

Yo no me quito de WhatsApp. Aunque Rebeca haya escrito que ella se va a quitar y que se despide con un “ahí os quedáis, putas”, la muy puta no se ha quitado. Ayer nos cruzamos unos mensajes ambos de categoría. Y sí, en mi WhatsAPP hay mensajes que esta santa inquisición que nos persigue no admitiría. Como si hubiera imágenes y audios de mi comportamiento cuando fui adolescente y joven me llevarían a la hoguera. Mis compañeros de colegio dan fe de ello.

De hecho la madre del que va a ser el padre de mi nieto, que fue compañera de colegio (iba a escribir que estudiamos juntos, pero sería mentira, yo no estudié en mi puta vida), la madre de mi yerno le contó con detalle a mi hija como era su padre en el colegio, la muy cabrona. Menos mal que mi hija es lista y siempre me ha comprendido y querido. Como yo a ella. Yo no me quito el WhastApp. Y a los verificadores de la corrección política que les den. Y que les den también a mis odiadores. A los que van a formar parte del nuevo equipo olímpico de esta España que se va al carajo, el de “opinión sincronizada”, y a los que andan pendientes de estas mierdas y no de defender la libertad. Rebe, compinche, quiero más mensajes de los nuestros.


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