UNA NAVIDAD EN FAMILIA CON AMOR Y SOLIDARIDAD

La Navidad es una de las festividades más esperadas del año. Para muchos, representa un momento de reunión familiar, tradición y reflexiones profundas sobre el amor y la solidaridad. Sin embargo, también se ha convertido en un período marcado por el consumismo, una realidad que, a menudo, eclipsa el verdadero espíritu de estas fechas. Este artículo explora cómo las familias viven la Navidad, el impacto del consumo excesivo, y la importancia de estar con nuestros seres queridos ahora y siempre.


La Navidad como momento de unión familiar

Desde tiempos inmemoriales, la Navidad ha sido una época destinada a la unión. En muchas culturas, es el momento en el que las familias se reúnen para compartir momentos especiales alrededor de una mesa, intercambiar regalos y celebrar tradiciones religiosas o culturales. En mi familia es así. Nos reunimos para celebrar que, a pesar de las ausencias, seguimos juntos.

Y cuando hay niños en la familia, la Navidad se vive de otra forma. Este año, mi Navidad, aunque es distinta, es un poquito mejor gracias a mi sobrino. Además, tengo la gran suerte de tener a mis padres a mi lado y a mi hermana, mi tío y mi primo (que también es hermano).

Con lo cual, creo que no me puedo quejar. Lo importante es y será la familia. Y aunque las ausencias duelen y duelen mucho, es importante mantener la unión entre los que sí estamos aquí. En mi caso, mis abuelos hubiesen querido que sigamos reuniéndonos, como así hacemos. Mantener la tradición y continuar unidos, a pesar de las adversidades.


Vivir como si siempre fuera Navidad

Pero no todos tienen la suerte de tener una familia, no solo en Navidad sino siempre. Hay hijos que se unen con sus padres en estas fiestas y el resto del año se olvidan de ellos. Apenas les llaman ni les visitan. ¿Esto es una familia unida? Yo creo que no. Hay que vivir como si siempre fuera Navidad, estar con padres y abuelos todos los días del año, cuando nos necesiten y cuando no. 

Tenemos que ser conscientes que, por ley de vida, algún día se marcharán y que ya nada será lo mismo. ¿Merece la pena dedicar nuestro tiempo a ellos estando en vida? A mí me parece que sí. El reto radica en cultivar esa cercanía durante todo el año. Las cenas espontáneas, las llamadas telefónicas o incluso un mensaje ocasional pueden ser pequeños gestos que mantengan vivos los lazos familiares. Es importante recordar que no siempre tendremos la oportunidad de estar con aquellos que amamos; la vida es impredecible y valiosa.

Pero las Navidades también son época de contrastes. En las últimas décadas, la Navidad ha adquirido un carácter cada vez más comercial. Las luces brillantes, los villancicos en los centros comerciales y las ofertas de temporada invitan al consumo desmedido. Las campañas publicitarias apelan a la emoción, sugiriendo que el valor de los regalos está directamente relacionado con el amor que sentimos por los demás.


Olvidar el consumismo y recuperar el verdadero espíritu de unión y amor

El consumismo navideño tiene consecuencias que van más allá de lo económico. Por un lado, puede generar estrés y ansiedad en quienes no pueden permitirse cumplir con estas demandas. En lugar de disfrutar del espíritu de la temporada, muchas personas se sienten atrapadas en una carrera por satisfacer las expectativas sociales.

Además, esta obsesión por los regalos materiales puede desviar la atención de los aspectos más importantes de la Navidad: el tiempo en familia, la gratitud y el compartir experiencias. Para los niños, en particular, el enfoque en los regalos puede establecer valores erróneos, donde lo material se percibe como más significativo que las conexiones humanas.

A pesar del peso del consumismo, aún es posible recuperar el verdadero espíritu de la Navidad. Esta festividad no debería medirse por la cantidad de regalos bajo el árbol, sino por la calidad de los momentos compartidos y el amor expresado entre las personas. Al final, el regalo más valioso que podemos ofrecer es nuestro tiempo y atención, algo que no tiene precio y que deja una impresión duradera en quienes queremos. Volver a esta idea simple, pero poderosa, puede ayudarnos a transformar la Navidad en una celebración más auténtica y familiar. 


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